DOÑA
MARÍA DE MENDOZA, AMANTE DE DON JUAN DE AUSTRIA Y SU POSIBLE TUMBA EN EL
CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL ROSAL, EN PRIEGO, CUENCA
Por Ricardo Hernández Megías
y Arturo Culebras Mayordomo
Monasterio del Rosal |
En
un lugar de la Alcarria conquense, muy cercano a las estribaciones de la
llamada sierra de Bascuñana que el río Escabas ha ido perforando durante siglos
y formando el Estrecho de Priego, a no más de dos kilómetros de dicha ciudad
medieval, en la carretera de Alcantud, y solar en otros tiempos de los condes
de Priego, lloran en silencio las nobles y hoy olvidadas ruinas del convento de
hermanas Concepcionistas franciscanas.
Pero,
naturalmente, no siempre fue así: el noble edificio, cuya espadaña aún hoy se
enfrenta orgullosa a los vientos de Castilla, fundado en 1525 por iniciativa de
don Hurtado de Mendoza, por aquel entonces párroco del pueblo de Zaorejas, más
tarde Chantre y canónigo de la catedral de Cuenca, tercer hijo de don Diego
Hurtado de Mendoza, II conde de Priego “...Manda que un Monasterio que tenía
principiado en Ntra. Sra. del Rosal, ermita extramuros de la Villa de Priego se
acabe de sus bienes para que en él estén monjas que tomaren Orden de la
Concepción, y halla en él las monjas que se pudieren sustentar con la renta que
él les deja”, fue en su momento el
centro social y religioso más importante de esta comarca que da entrada a la
Alta Sierra conquense.
El total del edificio lo componían una
sólida iglesia de estilo gótico, de una sola nave terminada en cabecera
poligonal con bóvedas estrelladas, cuyos nervios partían de columnas y ménsulas
adosadas a los muros, el edificio conventual, amplio y de noble planta
rectangular en donde proliferaban las celdas conventuales, el amplio comedor,
cocinas, lavabos comunales y una pequeña capilla donde en un principio estuvo
la tabla de Nuestra Señora la Virgen del Rosal, hoy restaurada por la
especialista Susana Lozano y conservada en el Museo
Diocesano
de Cuenca, obra de Juan Correa de Vivar, siglo XVI.
Nuestra Señora del Rosal |
Este
importante edificio, junto al cercano convento de San Miguel de la Victoria,
levantado a tres kilómetros de la ciudad y sin lugar a dudas el edificio
religioso más representativo de la comarca donde se venera la imagen del
Santísimo Cristo de la Caridad, proveniente del hecho de que don Fernando
Carrillo Mendoza, VI conde de Priego, mayordomo mayor de Don Juan de
Austria prometió al
Señor que si de la Batalla de Lepanto, en la que lucharon la Liga Santa,
formada por España, Venecia, Génova y la Santa Sede, y los Turcos Otomanos,
salían vivos él y sus hijos, construiría un convento religioso, hecho que tuvo
lugar en 1574. Su nombre fue apostillado con “de la Victoria” por celebrar esta
victoria frente a los turcos.
De esta
relación, la de D. Juan de Austria y el VI Conde de Priego, es de donde
proviene la sospecha del posible enterramiento en el Monasterio del Rosal y el
nombramiento de abadesa perpetua de Dª María de Mendoza, objeto de nuestro
trabajo.
Afortunadamente,
los nuevos tiempos y las nuevas sensibilidades culturales del pueblo hicieron
que el Excmo. Ayuntamiento obtuviera la cesión el 21 de marzo de 1980 del
paraje denominado “Las Monjas”, quedando
expresamente prohibido otros usos que no sean el deportivo y el artístico, “y
siempre respetando las normas de moralidad según las entiende la Iglesia
Católica”, durante un periodo de treinta años, de su propietario el Obispado
de Cuenca, titularidad que adquirió por la donación del Doctor D. Lorenzo Galindo
López, de lo que él denominó “Terrenos y
ruinas artísticas del Convento El Rosal”.
Recuperadas las ruinas para usos culturales, lo poco que quedaba de
los edificios se pusieron a disposición de los ciudadanos de Priego, sus
huertas y espacios libres, que durante muchos años fueron utilizados como zona
deportiva y de recreo en las tardes de templanza.
Vamos
nosotros a volver a utilizar, por la importancia del documento ya publicado por
don Arturo Culebras Mayordomo en su imprescindible libro sobre dichos conventos
titulado Puerta del Cielo, el Acta de
fundación del convento del Santa María del Rosal, firmado en Valdeolivas el 9
de noviembre de 1525. Es trascripción completa del testamento original de
Hurtado de Mendoza, tal y como lo demuestra la fotocopia que lo acompaña:
Testamento de D. Hurtado |
In dei
nomine Amen. Sepan quantos este publico instrumento de testamento vieren como
yo don Hurtado de Mendoza, hijo de don Pedro Carrillo de Mendoza y de Doña
María de Quiñones, difuntos y que Dios haya, Señores de las Villas de Priego y
Cañaveras, conociendo que todos los que en este mundo venimos somos humanos y
tenemos flaquezas en nuestras personas y habemos de
morir y no sabemos la hora y decaemos infinitas veces de nuestros sentidos y
por ello nuestras ánimas reciben infinitas veces detrimento por que los cuerpos
no son ensi, y conociendo todas estas flaquezas y otros muchos peligros y la
sospecha que el enemigo malo nos tiene parados en que caigamos, acordé de
ordenar y hacer este mi testamento el qual hago y ordeno estando sano de mi
cuerpo y mucho más de mi entendimiento tal qual nuestro Señor Dios me lo quiso
dar. El honor de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo tres
personas y un solo Dios verdadero, y de la gloriosa Madre de Dios Ntra. Señora
la virgen María y de los Bienaventurados apóstoles Sant Pedro y Sant Pablo y de
toda la Corte celestial.
Primeramente
ofrezco mi alma a Dios nuestro Señor que la crió y redimió por su preciosa
sangre y a la bienaventurada Virgen Santa María su madre, a la qual suplico sea
mi abogada con su precioso Hijo para que asi como la crió y redimió la reciba y
la coloque en su Corte celestial quando mi cuerpo faltare.
Item mando
que el mi cuerpo sea sepultado en el Monasterio que hago en Ntra. Sra. Santa
María del Rosal extramuros de la Villa de Priego, en la parte del Evangelio en
el Coro de la dicha Iglesia, y que la sepultura donde me hubiere de enterrar
sea llana y sea de tal manera que sea conocido como yo estoy en ella, metida en
la pared por que no haya estorbo en la Iglesia, y esto dejo a la determinación de
mis albaceas.
Item mando
que el día de mi enterramiento me digan oficios completos de nueve lecciones
con su letanía y que los digan los clérigos de la Iglesia de Priego y les den
lo acostumbrado.
Iten mando
al cabildo de la Trinidad de la Villa de Valdeolivas donde soy cofrade, tres
mil maravedís.
Mando que
los clérigos de la Villa de Priego digan en Ntra. Sra. del Rosal dos
treintanarios cerrados de Santo Amador con su procesión cada noche, y con sus
oficios de nueve lecciones cada día, y les den por los decir siete mil
maravedís.
Mando que a
mis criados les den paño de bruneta tondido para saya e jubon o capuces, y digo
que mi voluntad es que sean capuces.
Mando a la
Iglesia de Zahorejas cinquenta mil maravedís para que deshagan una custodia que
hay pequeña, y sobre ella hagan otra de cinco manos de plata labrada de mui
buena hechura y dorad y hecha la dicha custodia de los maravedís restantes se
compre una capa y un vestimento y almaticas de terciopelo verde, y las mangas
de las almaticas y cenefas del vestimento de carmesí y que hagan una arca con
su llave para que esté guardado.
Mando a la
Iglesia de Cuenca, y a Sant Lázaro, y a Sant Antón, y a Santa María de la Ley,
y a Santa Olalla de Barcelona, y a Santa María de Guadalupe, y a Sant
Sebastián, y a Sant Pedro, y a Sant Bartolomé, y a Sant Julián, hermitas de
Zahorejas, y a otros qualesquiera santuarios que yo sea obligado mandar a cada
uno treinta y quatro maravedís.
Hurtado de Mendoza
En
dicho testamento otorgado ante el Notario Apostólico, clérigo Alfonso Pérez de
Valdeolivas, manda el testamentario algo muy importante para el posterior
desarrollo de nuestro trabajo. Y dice: Que
las monjas que hubieren de entrar en dicho Monasterio sean de su linaje las más
cercanas que hubiere de los descendientes de los Señores de la Villa de Priego,
contando que las primeras que se pusiesen fuesen las más cercanas parientas
suyas que se hallasen descendientes de sus hermanos y hermanas, Don Fernando
Carrillo de Mendoza, Don Francisco de Mendoza, Doña Guiomar de Mendoza casada
con Pedro Cuello, Doña Beatriz de Mendoza casada con Álvaro Carrillo, y si su hermana Doña Teresa de Mendoza
quisiese entrar fuese recibida, de manera que todas las que hubieran de entrar
fueran de los descendientes de sus padres, Don Pedro Carrillo Hurtado de
Mendoza casado con Doña María de Quiñones.
Que si hubiere muchas que aun
quisieran entrar unas más cercanas de sus descendientes y otras de los
referidos sus padres se prefieran las más cercanas de sus padres. Si no las hubiere
en los descendientes de sus padres, se reciban de otras de su linaje
colaterales o trasversales descendientes de la Casa de Mendoza, buscando los
descendientes de don Íñigo López de Mendoza hijo de Don Pedro González de
Mendoza, su bisabuelo, y de don Diego González de Mendoza, Almirante de
Castilla, su hermano mayor, que es de la casa del Sr. Duque del Infantado, y de
los linajes de los Carrillo, descendientes de Hernán Carrillo Perigallo, su
rebisabuelo, con tanto que estos colaterales, se entiendan que sean las
cercanas parientas suyas que se hallaren, y en defecto los Mendoza y Carrillo…
Que las monjas no paguen dote
alguna, ni les sea llevada, ni tomada en alguna manera, ni forma, ni vía
directa, ni indirecta, excepto si la monja quisiere meter una cama en que
duerma, que le sea recibida con tanto que no sea premio.
Que ni ellas ni el Monasterio
hereden bienes algunos de sus ascendientes, ni colaterales, y queden estas
herencias para los otros parientes ab intestato.
Quiere
que en este Monasterio no se reciba monja si no fuere de su linaje, como lleva declarado, y en
defecto hijas de criados de los Sres. de la Casa de Priego, ni puedan ser
recibidas de manera alguna aunque den su renta al Monasterio tanto como tuviere
de la principal renta de la fundación, ni más ni menos, y que supliquen al
Papa, y que no dispense contra ello, y si dispensare que no se admita la tal
dispensación, por ser contra su voluntad.
Foto antigua del camino de acceso al Monasterio del Rosal |
Quiere
que en dicho Monasterio haya Abadesa que sea la primera, si no hubiese de su
linaje, persona noble y de buena fama, para que ponga en construcción la Casa, y sea perpetua, y ella
fallecida, sean trienales, y las monjas elijan Abadesa, de tres en tres años, y
la tal Abadesa todavía sea de mi linaje y de cuenta del Monasterio y monjas, de
los bienes y frutos de dicho Monasterio, y que puedan las monjas reelegir a la
dicha Abadesa que hubiere sido otra vez, y otras muchas cuantas veces quisieren
sin que pase tiempo en medio si la tal Abadesa fuese persona que administrase bien los bienes del Monasterio y tratase bien a las
monjas, y en persona de autoridad y Doctrina….
Al
llegar a este punto, entre otros muchos consejos, órdenes y recomendaciones del
fundador, vamos hacer nosotros pausa para dar entrada al verdadero motivo de
estos renglones, pero teniendo siempre muy presente lo anteriormente reflejado,
porque será el soporte de nuestro trabajo.
Como
hemos dicho tras la exclaustración y traslado a un convento de Cuenca de las
pocas monjas existentes en los años anteriores a la guerra incivil, sufrió el saqueo y el vandalismo de aquellos incivilazados ocupantes durante el
periodo guerrero y también de los propios del lugar, siendo sus firmes piedras
literalmente arrancadas de su fábrica y empleadas en obras menos piadosas. Ello
conllevó el debilitamiento de su recia estructura viniéndose abajo la bóveda de
la iglesia y el hundimiento de numerosos
arcos del claustro, algunas de cuyas piedras forman actualmente parte de algunas
viviendas particulares o, más dolorosas todavía, de corrales y cuadras para el
ganado.
Pero
en los desescombros que se hicieron por parte del Excmo. Ayuntamiento para
dejar libre el espacio de la Iglesia y en el que participaron personal
cualificado del Patrimonio Nacional fue encontrada una vieja lápida de mármol
corroída por el tiempo, en la que todavía podía leerse, de manera harto
dificultosa, un nombre: Doña …. de Mendoza.
Iglesia del Monasterio de Nuestra Señora del Rosal aquí esta la tumba objeto de nuestro trabajo |
¿Quién
fue esta dama para tener el privilegio de ser enterrada como Abadesa en un
–diríamos– exclusivo Monasterio de la familia más poderosa de la comarca de
Priego, y cuyos apellidos están ligado a los linajes de los Carrillo y de los
Mendoza?
Podría
ser aquella D. María de Mendoza de la que poco o nada sabríamos si su vida no hubiera
estado ligada a los tempranos amores de don Juan de Austria con el que tuvo,
según señalan algunas crónicas, dos hijos: doña Ana de Mendoza (más tarde
doña Ana de Austria y Mendoza) y
Francesco. Esta Ana de Mendoza, hija de María de Mendoza y de don Juan de
Austria llegará a ser la famosa
protagonista del proceso ligado al Pastelero de Madrigal y a la conspiración
contra Felipe II, que llevaría a la horca al pastelero Gabriel de Espinosa y al
convento de las Huelgas a la dama, quien alcanzaría a ser su abadesa.
El
jesuita P. Osorio, como queriendo justificar las andanzas poco recomendables
del héroe de Lepanto, nos dice sobre esta niña: don Juan guardó a su amante la misma constante fidelidad que si hubiese
sido su esposa legítima, con lo que demostró que su amor no procedía de la
lascivia, sino de la más noble potencia del alma (…). Se ocultó la existencia
de Doña Ana para no dar disgusto al rey”. Así escriben o mienten algunos
sobre la verdadera historia.
También
hay que tener en cuenta en este estudio sobre la rama familiar de doña María,
que las normas para el uso de los apellidos no coincidían con las actuales. El
fundador de un mayorazgo solía imponer sus armas y nombre de familia. Los
hermanos se llamaban de modo diferente. El primogénito aparecía con el apellido
del padre, el segundo con el de la madre, una tía o una abuela, y así sucesivamente.
Por
otra parte la existencia de algún linaje “sospecho”
o de “mala ralea” se ocultaba
cuidadosamente. El decir de un linaje que no fuese “cristiano viejo”, por ser de procedencia
judía o morisca, aportaban apellidos ajenos a la familia.
Una de las
primeras “candidatas” a ocupar nuestra investigación, será Doña Maria de
Mendoza y de La Cerda, tía de la
princesa de Éboli. Aunque aparecen otras
muchas “Marías” en las ramas del
Marquesado de Santillana, y del Infantado. Se llegó a confundir a esta María de
Mendoza, por su belleza, con la otra homónima de la que nos ocuparemos más
adelante, y que pasó a la historia como la enamorada amante de Don Juan de
Austria, el vencedor de Lepanto. María de Mendoza y de La Cerda era la hija
menor de Diego de Mendoza (1468?-1536), segundo hijo del Gran Cardenal Mendoza
y conde de Mélito, y de Ana de la Cerda. María nació en Utiel hacia 1522, en
medio de la revuelta de las Germanías, cuando su padre era virrey de Valencia.
La
mayoría de sus bienes, así lo dejará testado Dª María de Mendoza y de La Cerda,
servirían para que las dominicas construyeran el monasterio de la Madre de Dios
en Alcalá de Henares (En la actualidad es sede del Museo Arqueológico Regional
de Madrid) y un convento franciscano en Tamajón (Tras la desamortización de
Mendizábal, ha sido utilizado como corral de ovejas, almacén, trastero, hoy
está en ruinas).
Convento franciscano de Tamajón (Guadalajara) |
Siendo
definida por algunos autores como “dama
de gran honestidad, que no se había casado ni metido a religiosa”, muere en
1567 en Alcalá de Henares, y parece que pasó algunos años refugiada en el
convento de la Concepción Jerónima de Madrid. La descartaremos, de nuestro
objetivo de este trabajo, por razones obvias de diferencia de edad con D. Juan
de Austria, y por su retiro a un convento.
Partiendo
de la cita de Severo Ochoa: “La
investigación progresa a base de una hipótesis confirmada o rechazada” que
encabeza la tercera parte del libro de la escritora Mercedes Fórmica, “María de
Mendoza (Solución a un enigma amoroso)” publicado en 1979 por la Editorial Caro
Raggio de Madrid, y a la que nos remitiremos desde aquí en adelante.
Retomaremos
el objetivo de nuestra investigación, y nos centraremos en el hecho de conocer
quién fue exactamente Dª María de Mendoza, con la que D. Juan de Austria
mantuvo relaciones sentimentales y fruto de ellas una hija llamada Ana de
Mendoza, y más tarde reconocida por su tío el Rey Felipe II, que adoptaría el
nombre de Ana de Austria; y si era “familia” de los Condes de Priego, y si
está “enterrada” o no en el
Monasterio del Rosal.
Nos
dice Mercedes Fórmica, en la obra mencionada, que Dª María de Mendoza pudo nacer entre los años
de 1550 a 1552, “No abriga ninguna
esperanza sobre su suerte. A pesar de su extrema juventud -veinte o veintidós
años- está convencida que morirá …” esto proveniente del testamento que
otorga con fecha 18 de diciembre de 1571 ante el escribano D. Diego Méndez en
Madrid.
A
este testamento recurriremos posteriormente para aclarar algunos otros datos.
Pero ahora centrémonos en la filiación de nuestra Dª María de Mendoza. “Todos los indicios señalan a Soria como el
lugar de Castilla donde María pudo haber nacido y está probado que residió”.
Aunque la familia de los Condes de Priego se extendía por gran parte de la
meseta no hemos encontrado ningún dato que los relacione con esta provincia, sí
con otras como Murcia, Córdoba y principalmente con Guadalajara y Toledo, a
parte de nuestra Cuenca. Desde este punto ya podemos empezar a vislumbrar cual
puede ser el desenlace de nuestro objetivo.
Será su
padre D. Sebastián de Peñaranda. “pertenecía
al linaje de los Llorente –nos dice Mercedes Fórmica–, uno de los doce linajes sorianos cuyo escudo muestra lises y losanges,
símbolo de nobleza, …”, y continúa: “… al
ser los de Peñaranda, tanto los de Tardequende como los de Osma, San Esteban de
Gormaz y Morón, <<muy limpios e hidalgos>> …”
Los Mendoza sorianos enraizados en Osma –Señores
de Hinojosa y Retortillo– procedían de los Condes de Monteagudo, Marqueses de
Almazán, vinculados por repetidos enlaces a los La Cerda de Medinaceli. Así
como al linaje de los Coruña (El condado de Coruña perteneció a los Mendoza,
sorianos, villa llamada Coruña del Conde, Soria). La madre de nuestra María, Dª
Catalina de Mendoza, debió pertenecer a una de estas líneas donde casaron
hombres y mujeres del linaje Peñaranda.
Fueron
vecinos y tenían su hacienda en San Esteban de Gormaz (Soria).
San Esteban de Gormaz (Soria) |
Una
vez determinada la naturaleza y progenitores de Dª María de Mendoza volvamos a
otros datos interesantes para nuestra historia.
Parece
ser que María de Mendoza, fue pariente menos afortunada de los Mendoza
(denominados “acostados”; es decir,
protegidos por sus parientes más afortunados, con oficios que permitiesen vivir
a su costa).
La
madre de María, Dª Catalina de Mendoza, lo fue de los IV Condes de Coruña, Don
Apóstol de Castilla, V Conde del Infantado, Los Torres Mendoza, Señores de
Retortillo, y de los Duques de Medinaceli.
Esta
rama de los Mendoza, sorianos, tenían sus propiedades en la fortaleza de Coruña
(cerca de Burgo de Osma, Soria) y una vivienda “de placer” en Beleña.
Coruña del Conde (Soria) |
D.
Juan de Austria, inicia una “gran amistad”,
a partir de 1565 con Bernardino, hijo menor de los terceros Condes de Coruña.
Es en esas fechas donde D. Juan de Austria “se
pone de moda” y se copian “sus
atuendos”, y hasta la forma de peinarse, “a la austriaca”, dirá el Padre Coloma. Pasará largas temporadas en
las posesiones de estos señores condes.
El
27 de mayo de 1565, la reina Isabel de Valois, duerme en San Leonardo (Soria)
cuando se dirigía a Bayona para la Conferencia celebrada con su madre, Catalina
de Médicis, el día 20 de junio de 1565.
Agustín
de Amezcua (Agustín González de Amezcua, Isabel
de Valois, T. 1, pag. 218; y A. G. de S. Casa Real. Obras y Bosques, Legajo
52), descubre un dato ignorado en la vida de D. Juan de Austria, el futuro
vencedor de Lepanto se estaba construyendo en esta localidad “un palacio o casa fuerte”. Isabel de
Valois visitó las obras y repartió entre los oficiales que trabajaban en ellas
200 ducados.
La
presencia del “bastardo” D. Juan de
Austria en Soria, y la construcción de su “palacio”
resultan significativas, cuando sabemos que María de Mendoza vivía en los
alrededores. San Esteban de Gormaz está emplazada en las cercanías de la villa
llamada de Coruña del Conde y San Leonardo. Es posible que los amantes
consumasen sus relaciones en alguna de las fortalezas de estas tierras, tal y
como se desprende de su testamento cuando nombra tutor de su hija al IV Conde “por las causas y respetos de que tiene
noticia”.
Al
testamento que aludimos, mejor dicho, a los testamentos que aludimos ya que
fueron dos, dicen así:
“Por heredera universal proclama a su hija,
Dª Ana de Mendoza, confiándola a fray Alonso para que se crie en buenas
costumbres. Y por descargo de su conciencia declara que la dicha su hija: es
hija del Ilustre Señor D. Juan de Austria”
En
un segundo testamento (15 de enero de 1572) otorgado tres días antes de su
fallecimiento expresa su voluntad respecto a su hija Dª Ana de Mendoza
diciendo: “Por cuanto la dicha D. Ana es
menos de tres años y porque tenga más amparo y quien haga por ella, suplico al
Ilustrísimo Conde de Coruña, mi señor, sea su tutor, por algunas causas y
respetos que a ello me mueven. De lo cual tiene noticia”
Los
rumores recogidos por el padre Coloma, de haber sido María parienta de la
princesa de Éboli, no lo mencionan los cronistas cercanos a los hechos. María
tuvo ciertas vinculaciones con los La Cerda, pero más que parienta de la Éboli
lo fue de su tía, la cuarta condesa de Coruña.
Es
posible que, de acuerdo con el Príncipe junto con su madre, decidieran
desplazarse a Madrid, donde resultaría más fácil dar a luz “sin ruido”. Doña Catalina, su madre,
disponía de alguna hacienda y, ya viuda, no estaba “sujeta” a nadie, lo que significaba poder moverse con libertad.
La
primera huella de Dª María de Mendoza en Madrid aparece en julio de 1570,
cuando Dª Catalina compra una casa para su hija (A.H.P. Protocolo 389. Julio de
1570. Escritura de compraventa de una casa por Dª Catalina de Mendoza). D. Juan
había triunfado en las Alpujarras, y Ana de Mendoza estaba a punto de cumplir
dos años.
Tampoco
puede descartarse que la enamorada hubiese seguido a su héroe a Granada,
dejando a Ana con su abuela al cuidado de Pascuala, su criada, comprometida a
ciertos servicios a través de un severo contrato de asentamiento.
María
se instaló con su madre en la parroquia de San Justo, barriada elegante, que
cobijaba una zona popular, la que descendía del Monasterio de la Merced hacia
Lavapies, en los solares propiedad de Bartolomé Montero.
María
no fue “dama de Palacio”, como
pretendieron los elegantes cronistas del siglo XIX, miembros de la compañía de
Jesús. Ni Strada ni Ossorio aluden a tal cargo.
La
“enamorada del Príncipe” nunca gozó
ni poseyó galas de una dama de Palacio. Si no vivió en una gran mansión, sí
aderezó sus estancias con adornos que habían pertenecido a su familia. De ahí que
advierta, cuando hace donación de los arrembeles, “que los tiene en casa”, como si la de Madrid fuese de paso y sus
raíces continuasen en San eEteban de Gormaz.
María
había comprado, jubones de tafetán, camisas labradas, ropetas de seda,
basquiñas y gorgueras lindísimas, a un tal Argüello, proveedor de las más
importantes personas de la Corte. Sin embargo, en su modesto status no dispuso
de una sola esclava.
Una
vez determinada la fecha de su fallecimiento, 18 de enero de 1572, queda por
determinar el lugar de su enterramiento. Así consta “en el Libro primero de enterramientos de la desaparecida parroquia de
San Justo, conservado en el Archivo de la iglesia de las Maravillas de Madrid”.
Ante el escribano Diego Méndez, volvemos a su testamento, “se declara parroquiana de la Iglesia de San Justo y pide enterrarse en
la parte del Evangelio del Altar de Nuestra Señora del convento de la Trinidad”
de Madrid.
Será
preciso en este punto hacer incapié en la pretendida presencia de Dª María en
el entierro de D. Juan, imposible de todo punto ya que la “enamorada del Príncipe” falleció con anterioridad a la de su amado
y padre de su hija Dª Ana, que más tarde sería Dª Ana de Austria y Mendoza.
La que pudo llegar a ser una de las grandes damas de la nobleza
castellana, pasaría el resto de su vida, como nos relata muy poéticamente el
Padre Coloma, “como una imagen
descolorida y borrosa, imagen melancólica de un recuerdo que se desvanece,
dejando en pos de sí la triste reata de la culpa llorada y perdonada, y la
secuela dolorosa que llevan siempre consigo las flaquezas humanas y que con el
tiempo se olvidan, como se deshacen en el aire las brillantes pompas de jabón,
sin dejar rastro, ni huella, ni recuerdo. Más la influencia de esta bella mujer dio cuerpo a los sueños,
fuego a los deseos, ocasión a los sentidos, e hizo rodar hasta el final de la
pendiente a los dos alucinados amantes”, muriendo sin memoria en un lugar que
hubiese permanecido olvido de la
Historia para siempre, si esta no hubiese sido recuperada en el extraordinario
trabajo de Mercedes Fórmica.
¿Quién
es la moradora de la tumba del Monasterio del Rosal? Ya que una de la condición
de adquirir el rango de abadesa perpetua
era el de ser del linaje del fundador, y a pesar de carecer de inscripciones de
fechas, aunque en nuestra opinión particular, creemos que más que María en la
inscripción pone Teresa, y en el Acta Fundacional del Convento se dice“… y
si su hermana Doña Teresa de Mendoza quisiese entrar fuese recibida, de
manera que todas las que hubieran de entrar fueran de los descendientes de sus
padres, Don Pedro Carrillo Hurtado de Mendoza casado con Doña María de
Quiñones…” siendo ésta la hermana del fundador D. Hurtado de Mendoza
hubiese adquirido tal rango de abadesa a perpetuidad, tal y como deja mandado
en su fundación: “…para que ponga en construcción la Casa, y sea perpetua”.
También podría haber sido la hija de D. Luis Carrillo Hurtado de Mendoza, como
así consta en su testamento otorgado en la villa de Cañaveras el 2 de agosto de
1570 en el que dispone como sus legítimos herederos a sus hijos, y nombra entre
otros a “ Dª Ana y Dª Luisa, Monjas, en
el Convento de San Pedro de Cuenca, y Dª Maria en el Convento del Rosal”, con
lo cual nos estaríamos refiriendo a otra María
de Mendoza pero más alejada del tiempo de la fundación, y por lo tanto
no hubiese podido alcanzar el grado de “abadesa perpetua”
Tumba en la Iglesia del Monasterio del Rosal (Priego, Cuenca) |
Lo
que sí está esclarecido es que no es la María de Mendoza que algunos
pretendieron, como ya ha quedado suficientemente reflejado y demostrado en este
trabajo.
Bibliografía
adicional
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