Maria de Mendoza
(Solución a un enigma amoroso)
EL PERSONAJE
Mercedes Fórmica
El personaje, Pags. 15-18
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Mi encuentro con Ana de Austria, protagonista del
proceso que terminó con la vida de Gabriel de Espinosa, el hombre con quien se
había desposado y del que nadie supo su verdadera identidad, me puso en
contacto con sus padres (1).
De don Juan de Austria se sabía poco. De María de
Mendoza, apenas el nombre.
Los historiadores próximos a los hechos, Luis
Cabrera de Córdoba y Lorenzo Van der Hammer, silencian estas relaciones del
vástago de Carlos V y debieron pasar sesenta años para que un jesuíta, Famiano
Strada, aludiese a la mujer en su obra De Bello Bélgicas.
«Sorprende —escribe— que don Juan no mencionase en
su testamento a sus hijas, Ana y Juana. Habida ésta, en Napóles, de Diana
Falangola, noble surrentina. Aquélla, en Madrid, de María de Mendoza, una de
las primeras damas en linaje y hermosura» (2).
Sin embargo, aparte del nombre, Strada sólo
proporcionó el dato de la evidente belleza de la muchacha. Años después,
Antonio Ossorio, también jesuita, residente en el colegio de Villagarcía de
Campos, fundación del matrimonio Quixada, con cercanía histórica, geográfica y
social de los hechos, digna de tenerse en cuenta, dedicó largos párrafos a
María sin aclarar la rama de su familia y demás circunstancias. Incluso se disculpa
de nombrarla:
«Yo hubiese ocultado su nombre en esta obra, si no
lo hubiese visto divulgado en otras partes» (3).
El testimonio de los historiadores de la Compañía
de Jesús parecía digno de crédito. Heredera de los papeles y bienes de doña
Magdalena de Ulloa, madre adoptiva de don Juan, el detalle hacía suponer acceso
a documentos importantes.
En los apuntes sobre la vida del príncipe, Luis
Coloma asegura que Ana de Austria fue fruto de sus amores con una dama de la
Corte.
El jesuita escribió Jeromín con el propósito de lograr una obra de investigación
histórica, y sólo causas ignoradas desviaron el curso de su trabajo, que pasó
de riguroso documento científico a simple novela (4).
Averiguar dónde terminaba la verdad y dónde la
fantasía resultaba difícil.
¿Fue María de Mendoza, como pretendía Coloma, dama
de la reina Isabel de Valois? ¿Amiga íntima de Mariana de Aragón, hija de los
condes de Ribagorza? ¿De la más alta nobleza? ¿Parienta cercana de la princesa
de Eboli? O ¿todo se redujo a licencia literaria?
Este párrafo cierra su semblanza de la mujer:
«Desapareció en la niebla llorando como Andrómaca, logrando borrar su memoria
hasta el punto de no saberse a cuál de las ilustres ramas de la Casa Mendoza
pertenecía, ni cuál fue su paradero después del triste episodio que tronchó su
vida.»
En medio de tantas imprecisiones, una verdad se
imponía: María de Mendoza había existido. Había sido una mujer de carne y de
huesos que supo inspirar sentimientos profundísimos al vástago del emperador.
Ella llenaba su mente la víspera de la batalla contra el turco (5).
¿Cómo se explicaba entonces que su paso por la
tierra se hubiese borrado? ¿Quién había sido aquella criatura a la que no debía
nombrarse, ya que decir María de Mendoza no aclaraba nada?
Coloma juzga el sigilo de sus relaciones con la
mentalidad victoriana del XIX y pondera la discreción de doña Magdalena de
Ulloa, madre adoptiva del bastardo, con estas palabras:
«Supo poner a salvo, a costa de su abnegación
propia, la honra de una noble familia por don Juan mancillada.»
Juicio que no corresponde a las reacciones de la
época. En el XVI y en el XVII, tener un hijo de un príncipe, de un «grande»,
incluso de un simple hidalgo, no se consideraba deshonra, término, por otra
parte, referido a la calidad de la sangre. Se miraba el caso con indulgencia si
los padres no estaban ligados por voto religioso ni matrimonio y había mediado
entre ellos «palabra de futuro» (6). Asimismo, María nunca figuró en el
personal de la Casa de Isabel de Valois y su amistad con los Ribagorza tampoco parece
probada.
Notas:
(1) Mercedes Fórmica, La
hija de don Juan de Austria (Ana de Jesús en el proceso al pastelero de
Madrigal), Edit. «Revista de Occidente», 402 págs. Madrid, 1973.
(2) Famiano Strada, Libro X,
Decas Prima, ed. Corbeletti, Roma, 1632. «Habuit enim filias Austriacus duas,
Anam et Joannam. Hanc Neapolis norum ex Maria Mendozia splendidissimi generis
formaquae, elegantisimae puella.»
(3) Antonio Ossorio, Vida de
don Juan de Austria, manuscrito redactado en latín en 1656, ed. castellana,
1946. Traducción de don José López Toro. Prólogo del duque de Alba.
(4) Luis Coloma, Jeromín,
Colec. «Austral», pág. 102
(5) «Habrá hombres mas dichosos, no, mas enamorados.» Don Juan de
Austria, a Juan Andrea Doria, en carta desde Messina (Sicilia) escrita el 12 de
noviembre de 1571, al mes de la batalla de Lepanto Publicada en Roma por el
príncipe Doria-Pamphilli.
(6) Archivo Histórico Nacional (A. H. N.). Consejos. Legajo 37759.
Mayorazgo Herrera. Testamento del licenciado Antonio Herrera, cronista de
Carlos V y regidor de Madrid. 22-12-1571. Escribano Cristóbal de Riaño. «Tengo
un hijo Francisco de Herrera y Saavedra que tuve de mujer soltera, y que me
puede casar con su madre, que no era monja, ni casada, ni parienta en grado de
consanguineidad y ella me dio a mi, e yó a ella la mano de casamiento. Aunque
por ciertos respetos no se publicó.»
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