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Mausoleo de Llanes el último tránsito hacia el Hades

JUAN CARLOS GUISADO DI MONTI
MARÍA JOSÉ BERNÁRDEZ GÓMEZ
Revista MEMORIA la Historia de cerca


Como una puerta al embarcadero de la Laguna Estigia, el mausoleo tardorromano de Llanes parece soportar el paso de milenios sobre sus paredes mientras aguarda el regreso de Caronte a la cripta de esta joya de la arqueología alcarreña conquense.

Incoado Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento, el mausoleo de Llanes se localiza en la vega de igual nombre entre los términos conquenses de Priego y Albendea, municipio éste último del que depende administrativamente.

El lugar, una amplia y fértil vega surcada por el río Escabas antes de su unión con el Guadiela, se dedica desde siempre al uso agrícola, si bien las tierras que secularmente se destinaron a la producción cerealista, se han sustituido en gran parte por los modernos cultivos de regadío.

El Escabas traza un ligero meandro al pie de un promontorio rocoso de forma alargada sobre el que se asientan los restos de un castro celtibérico de la Edad del Hierro que domina el lugar, y que es conocido con el sugestivo nombre del "Castillo". El paraje donde se localiza el mausoleo se encuentra jalonado por afloramientos masivos de piedra tobácea, algunos de los cuales fueron minados en su día y sirvieron como viviendas en cuevas, así como corrales para el ganado de las poblaciones beréberes que ocuparon la zona durante la etapa islámica; los rediles se han continuado utilizando hasta casi nuestros días.

El mausoleo, conocido popularmente como la "ermita de Llanes" (o de las Llanas), es en realidad y origen un monumento funerario edificado en el siglo IV de nuestra Era, vinculado a una suntuosa villa romana de la que formaba parte y cuyos restos se hallan a un centenar de metros del panteón. En la actualidad, el mausoleo no es visitable, debido no sólo a su estado de conservación, sino a la falta de la consecución en la intervención arqueológica y de una actuación de consolidación, que conlleve la adecuación del edificio y de su entorno.

De la villa, situada en el terreno del campo de labor, no quedan más que restos dispersos durante siglos por los arados y aperos agrícolas. La última ampliación de la carretera actual devino en la destrucción y expolio de parte de los mosaicos con decoración figurada con que contaba la villa, tal y como viene siendo habitual al intentar conjugar patrimonio y desarrollo.

Volviendo al mausoleo, lo insólito, lo que hace del sepulcro una excepción, es que se haya mantenido y se mantenga todavía en pie. En poco sitios de España se puede tener sobre la cabeza una bóveda romana y en este caso en concreto, a falta de uno, son dos niveles los que nos sorprenden con su presencia.

Uno de los secretos de su construcción es el sincretismo de los materiales utilizados: recursos de la zona como la piedra tobácea, ligera y a la par resistente a la acción de los agentes atmosféricos, y la mezcla de cal, arena y piedras (el caementum romano) usado como argamasa, su composición está tan perfectamente equilibrada que pese al tiempo transcurrido es casi imposible desgajarla. Por otra parte, la confección del edificio sólo puede derivar de la puntual ejecución de un cuidadoso proyecto previo, el trabajo responde a una obra pensada y bien hecha, y sus constructores, contratados posiblemente ex profeso por los dueños de la villa señorial, diseñaron un panteón familiar en consonancia con los gustos estéticos y culturales de la época.

El mausoleo, de forma trilobulada, sirvió y fue utilizado como cabecera de una posterior iglesia ejecutada en época Moderna, momento en el que se le añadió un cuerpo de nave del que apenas queda hoy algún lienzo y cuyas ruinas contribuyen a dar un aire romántico al entorno.

La planta tricora del mausoleo está compuesta por tres ábsides o exedras semicirculares de parecidas dimensiones, aunque no exactas. Los ábsides están cubiertos por bóvedas de fondo de horno y al interior, finalizan en alzado en arcos de medio punto a semejanza del arco triunfal que da entrada al edificio.

El cuerpo principal de la construcción, flanqueado por los ábsides, lo forma una zona central cuadrada y delimitada espacialmente por los arcos. Este espacio interior central está cubierto por una magnífica bóveda de crucería, verdadero paradigma arquitectónico de la construcción de época romana, aunque las hogueras hechas en el interior del edificio en los últimos tiempos han perjudicado estéticamente la techumbre, y hasta que no medie su necesaria limpieza no podrá apreciarse en todo su esplendor. Los nervios de esta bóveda principal ascienden desde unos canecillos de piedra con forma de pirámide truncada, colocados como decoración y que hacen las veces de arranque de esquina.

En cuanto al aparejo murario del edificio, éste consiste al exterior en pequeños sillares canteados de toba caliza (opus vitatum), por lo general regulares y colocados en hiladas isodómicas de igual factura, mientras que en el interior, se combina el mampuesto con el uso del ladrillo y la piedra como elementos constructivos.

Una faja de doble ladrillo visible interior y exteriormente, divide en dos mitades el paramento murario de apenas un metro de espesor, dando la vuelta a todo el perímetro del mausoleo. Esta alternancia y empleo del sillarejo y las fajas de ladrillo (opus mixtvm) es común en el mundo romano, siendo un sistema constructivo característico y generalizado de la edilicia tardorromana, tanto en la zona oriental como occidental del Imperio.

En cada ábside unas pequeñas ventanas abocinadas proporcionan luz al interior. La ventana del ábside central de cabecera se encuentra muy modificada, siendo la causa principal (por su restauración medieval) de que en las publicaciones que hasta ahora se han referido al inmueble, incluso las actuales, se haya adscrito al mismo como una edificación temprana del románico conquense. Por su parte, la ventana del lado norte, la mejor conservada, tiene una filiación inequívocamente romana, como atestigua el módulo y medida de sus ladrillos así como la factura de su abocinamiento y cierre, testimoniando lo que sin duda fue y es en su conjunto "obra de romanos".

El acceso actual del edificio consta de un amplio vano rematado por un gran arco triunfal de medio punto. Los elementos y partes arquitectónicas que pudieron formar la entrada original del mausoleo faltan hoy en día como consecuencia de la remoción que sufrió para acondicionarlo como iglesia y que conllevó, en su momento al desmonte de un frontispicio que debe imaginarse monumental y posiblemente columnado.

La techumbre del mausoleo carece actualmente de tejas o cubrición, quedando visible el material de relleno usado en las bóvedas en el que ha crecido una vegetación que protege de humedad y lluvia al edificio.

En el suelo del ábside norte hay un vano del cual parte una escalera que comunica el piso principal con una cripta funeraria. La cripta, de planta de cruz griega, está formada por cuatro bóvedas de cañón que en su unión central componen una bóveda de aristas. La fábrica de la cripta es de ladrillo con revestimiento de mortero de cal, y la iluminación de este ámbito subterráneo se soluciona mediante tres tragaluces que parten a la altura del suelo del piso superior y algún lucernario.

La cripta sepulcral, hasta su reciente excavación arqueológica, había hecho las veces de vertedero donde arrojar, desde basuras y desechos arquitectónicos relacionados con el devenir histórico del edificio, hasta un revuelto de huesos humanos y estelas funerarias de época medieval, así como todo tipo de restos que no son sino pistas o piezas de un puzzle con los que intuir y poder descifrar cuál fue la historia del inmueble.

Entre los elementos integrantes y coetáneos a la construcción del mausoleo que hayan llegado a nuestros días y que se pueden ver en el yacimiento, se cuenta un altar adosado a la pared Este, que posiblemente fuera usado en las ceremonias dedicadas al culto al difunto o difuntos que albergaba la cripta, siendo ésta la única estructura interior atribuible al momento de utilización del mausoleo como tumba sepulcral.

Los restos de un baptisterio se destacan claramente en el hipogeo en lugar destacado; en realidad, su presencia responde a un segundo momento de ocupación del mausoleo cuando, perdida su funcionalidad de tumba, éste se reconvierte en época visigoda en lugar de culto cristiano y su cripta se acondiciona como lugar donde celebrar rituales de bautismo .

Con tal fin, los practicantes de este cristianismo primitivo borran todo indicio anterior destruyendo los mosaicos existentes en las dos soleras del edificio, quizá religiosamente incorrectos respecto al nuevo uso del edificio. Es entonces, cuando se disponen enfrente del baptisterio dos líneas de bancos continuos y adosados a los laterales de la pared oeste de la cripta, donde puedan sentarse los fieles para asistir a las ceremonias. Los bancos están hechos con elementos pétreos reutilizados de la construcción romana y están concebidos en una tosca obra. Entre estas piedras reutilizadas, en el lado norte de la cruz de la cripta y cerca de la escalera que intercomunica ambos pisos, un sillar de gran tamaño resultó ser una inscripción epigráfica tardorromana a la que se había piquetado y destruido su texto para reconvertirla en simple asiento.

Junto a estos elementales asientos, durante la etapa visigoda del edificio se realizaron una serie de canalizaciones, de factura también muy básica, para desaguar los aportes de agua que con las lluvias anegaban el piso inferior del mausoleo. Las aguas se canalizaban hacia un specus o canal de desagüe que se construyó en el lado sur del edificio. El problema del agua en el diseño arquitectónico inicial del mausoleo, en época romana, se solucionó en su propia ejecución al tallarse la roca del suelo donde se asentaría con un ligero ángulo de inclinación que permitía conducir el agua a un depósito de almacenaje y evacuación. La acumulación de sedimentos dejó inoperativa la solución geotécnica concebida al efecto, de manera que los nuevos ocupantes intentaron resolver el problema de la inundación de la cripta con la construcción precaria de canalillos y pequeñas canalizaciones cubiertas con tejas.

En la concepción de la tumba y su diseño se tuvieron en cuenta incluso medidas de protección e inviolabilidad del sepulcro. Al igual que en una pirámide, los artífices del mausoleo realizaron una rampa de acceso por la que hoy se accede a la cripta, aunque en origen sirviera para poder introducir sarcófago o sarcófagos, sólo así podían introducirse las pesadas piezas monolíticas de un solo bloque que se depositarían en la cámara funeraria tallada en la propia roca. Después, se cerraría la cámara con la construcción del edificio, y el único acceso sería la estrecha escalera interior por la que sería imposible sacar y robar los sarcófagos.

Los sarcófagos, al igual que el baptisterio, fueron violentados y destrozados. El pasillo tapiado fue abierto y la cámara se convirtió en osario medieval para, finalmente, ser abandonada y se colmató de escombros. Como todo edificio de tal antigüedad, el mausoleo es una historia en sí mismo. Las civilizaciones que pasaron se sirvieron de él y siempre le encontraron alguna utilidad. En esencia, como inmueble contenedor ha permanecido prácticamente inalterable en forma y fortaleza, mientras que su funcionalidad ha variado a lo largo de los siglos: de sepulcro tardorromano a lugar de culto con los primeros cristianos; de uso desconocido en el periodo islámico a iglesia de reconquista, tal como atestiguan el conjunto de estelas funerarias de la repoblación medieval cristiana encontradas durante su excavación; y de ahí, a iglesia en la época Moderna, ermita, establo, refugio de gentes del campo y dormidero de transeúntes. Todo esto sin poder descifrar, a fecha de hoy, quién fue el señor de la villa, su primer ocupante. ■

Las imágenes han sido tomadas en el verano de 2010




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