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"Vida manchega": revista semanal ilustrada

Vida manchega : revista semanal ilustrada
1912- (Ciudad Real : Imp. de Enrique Pérez)
A partir del Año III, n. 117 (10 jul. 1914) subtít.: revista regional ilustrada
A partir del Año IX, n. 248 (25 marzo 1920) el impresor es: Imp. de Vida Manchega


LA SERRANÍA DE CUENCA Y
LA CIUDAD ENCANTADA

26 diciembre 1912
A. BENITEZ POVEDA

Y decíamos nosotros en una Memoria para el fomento del Turismo: Quien haya contemplado la sublime majestad del panorama incomparable de Poyatos visto desde la cuesta de la Varga, quien haya adormecido sus penas con la dulzura viril de la encantadora Hoz de Beteta, quien sufra el suave anonadamiento de su pequeñez ante las inmensas rocas de las riberas del Júcar, quien sienta el escalofrió del espanto al contemplar las aguas bullidoras desde el Ventano de Villalba y quien sepa percibir la apocalíptica grandeza de la maravillosa Ciudad Encantada, sabe de ciencia cierta que no es vano empeño el de fomentar, crear mejor dicho, el turismo conquense. No hay en el Universo, es preciso afirmarlo de esta manera categórica y rotunda, bellezas naturales que superen á las de esta tierra de nuestros amores.

Queriendo dar una explicación científica de la formación de tantas maravillas y en particular de la Ciudad Encantada, decíamos después: El macizo que forman las cordilleras Celtibérica y Carpeto-Oretana pertenece al grupo terciario, sistema eocénico y salvo algunos islotes geológicos, á esa característica responde la Serranía de Cuenca. La forman elevadas montañas entre las que descuellan la Manzorra en Mansegosa (1780 metros sobre el Océano), Sierra de Valdemeca (1700 metros) y Cerro de San Felipe en Tragacete (1840 metros) cortadas por valles profundos, por planicies de pequeña extensión entre las cuales la más amplia es Tierra Muerta y surcadas por varios ríos que excavan sus cauces y producen múltiples y preciosas hoces. Como consecuencia del lago terciario que cubrió gran parte de España, antes de la inmersión del continente que poéticamente se ha llamado de la Atlántida, quedan restos fósiles numerosos, propios todos del citado período geológico; mas como la inmersión y el fenómeno correlativo de ella, la emergencia de las tierras altas, no pudieron ser accidentes rápidos sino con la relativa rapidez de los seculares movimientos geológicos y como la naturaleza de las rocas es la más apropiada para sufrir con detrimento los embates de las aguas, no solo por su acción física de disgregación y de erosión sino todavía por la disolución en un líquido ligeramente ácido, condición que tenía que ocurrir por la descomposición de restos vegetales, ambas acciones unas veces combinadas y otras no, produjeron las cavernas que hoy podemos admirar en Masegosa (Cuevas de los Griegos y de los Mosquitos) en Majadas y en tantos otros sitios, las torcas de los Palancares en Palomera, las hoces y los mogotes de erosión que en Majadas y mucho más en Valdecabras forman la Ciudad Encantada, maravilla geológica que según el testimonio irrecusable del Dr. Odón de Buen no tiene igual en el mundo entero.

Si sobre esta tierra abrupta, bravía, imaginamos ahora la abundante vegetación, rica en especies, desde el helécho que crece arborescente en el fondo de las hoces, hasta el avellano y el tilo, hasta el roble de las laderas y el boj, para ver coronado el monte por el gallardo pino; si trazamos con arte caprichoso la ribera de sus ríos, tortuosos y saltarines, que con la greguería de sus rumores y sus espumas asustan á las hadas de sus tranquilas y frescas fuentes; si todo esto lo vemos cubierto por el albo tapiz de la nieve que esfuma con su blandura la dureza de los ángulos, de los picos agudos, de las simas profundas, de las laderas escarpadas, forzoso es enmudecer de admiración, surgiendo la afirmación unánime de que no existe nada más hermoso que la Serranía de Cuenca.

La Hoz de Beteta gana en hermosura y magnificencia á cuanto pueda imaginarse; altos picachos, cortadas riscas, por las que brinca ruidosa originando artísticas cascadas de agua de cien fuentes que forman arroyuelos y vierten por fin en el Guadiela que en el fondo del valle se retuerce, se encrespa y más allá calmado, sigue su curso límpido y tranquilo; el valle cubierto de vegetación lujuriosa ensancha á trechos y luego parece que nos cierra el paso con una barrera de riscas ó con murallas de verdor en los altos, de sus pinos, bojs, tejos y sabinas, á mitad de altura el roble y la carrasca, la cornicabra, el abedul, el tilo, el alerce, vid salvaje, avellanos, espinos y acebuches, morrioneras y mil más y allá en el fondo junto al rio los heléchos de dos metros de altura, la peonía, el eléboro, la fresa. Pero la admiración sube de punto si se examina este fantástico paisage á la fastuosa luz de la luna ó bajo el manto mágico de la nieve.

Poyatos goza de soberbio panorama; la Muela de la Madera, la Dehesa y la Varga forman un marco que encierra el más hermoso paisage conques, de tan portentosa belleza, que el corazón eleva á Dios una frase reconociendo su inmenso poderío; nada valen los manidos paisages alpinos de esa Suiza que el mercantilismo de sus fondistas y la absurda corriente de la moda y de la rutina nos colocan ante la vista en cuadros y grabados, nada valen si se les ha de comparar con este supremo alarde de la voluntad divina. Yo, que he contemplado este paisage de Poyatos en muy distintos estados de ánimo, unas veces contento y gozoso, otras abrumado por dolorosas penas, algunas con el apremio del humano luchar, he sentido siempre ante él la admiración estática de lo sublime; triturado el corazón de melancolía cuando la nieve formaba capa de un metro de espesor; cuando el sol naciente con sus tibios rayos endulzaba el verdor polícromo de la floresta, he sentido la ingenua alegría de la infancia y la dulce saudade de los amores adolescentes que se pierden, cuando lo he visto iluminado por el tono violeta del sol que muere.

¡La Ciudad Encantada! ¡La joya de la Serranía! Conjunto de rocas que simulan calles, plazas, avenidas, arcos triunfales, palacios con restos de balcones y de ojivas, animales monstruosos, efigies humanas. Barriadas que recuerdan un arrabal por la menor altura de sus edificios, es decir, de sus rocas y la mayor tosquedad de sus curvas y sus aplomos; grupos en los que numerosas rocas forman calles que convergen hacia plazas monumentales... Conviene á ratos pasear por los tejados ásperos, pero de pendiente uniforme cortados con la regularidad de un plan de urbanización por calles estrechas, profundas, llenas de verdor y de misterio. Dentro de los palacios, en cavernas que horadan las rocas, la ilusión es más completa, porque en los muros hay cornisas, en los techos lámparas, que á falta de luz, dan la solemne sensación de la piedra musgosa y en todo momento por su extensión y por sus tinieblas, que surca el murciélago de vuelo inquietante y torvo, flota un algo medroso, un eco espantable que el piso mullido ahoga, pero que nos hace volver á los patios con claraboyas y salir á contemplar á pleno aire este lugar de encanto.

Imágenes en la Revista semanal "Vida Manchega",
 de Cuenca 

Vida Manchega, 30 de mayo de 1912


Vidqa Manchega, 6 de Junio de 1912

Vida Manchega, 27 de junio de 1912

Vida Manchega, 11 de Julio de 1912

Vida Manchega, 18 de Julio e 1912

Vida Manchega, 25 de Julio de 1912

Vida Manchega, 1 de Agosto de 1912

Vida Manchega, 10 de Octubre de 1912

Vida Manchega, 28 de Noviembre de 1912

Vida Manchega, 12 de Diciembre de 1912

Vida Manchega, 26 de Diciembre de 1912



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