martes

Nicolás García Page, un religioso Liberal

Nicolás García Page, un religioso Liberal
en la crisis del Antigüo Régimen

Julián Recuenco
Doctor en Historia 
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) 

Siempre se ha afirmado, sin ningún rigor crítico, que la Iglesia, y sobre todo la Iglesia conquense, ha sido siempre monolítica y reaccionaria. No obstante, hay suficiente documentación que demuestra que, al menos en los primeros años del liberalismo, cuando el Antiguo Régimen está entrando en crisis, hay algunos religiosos que, asentados dentro de los límites geográficos del obispado, muestran un talante abierto y renovador. Algunos de aquellos religiosos, párrocos y presbíteros destinados en diferentes parroquias de la ciudad, incluso también algunos de los canónigos de la diócesis, fueron expedientados una vez que el gobierno absolutista volvió a lograr las riendas del poder, después del breve periodo liberal que abarcó entre los años 1820 y 1823, y tuvieron que pagar con la cárcel o el exilio su compromiso político.
Dentro de este grupo numeroso de religiosos, a pesar de la minoría que seguía representando en el conjunto de la diócesis, merece ser destacado, tanto por su personalidad como por la labor que realizó en las Cortes de Cádiz, la figura de Nicolás García Page, quien había nacido en 1771 en Ribagorda (1), pequeña población en la comarca del Campichuelo Después de haber terminado sus estudios eclesiásticos en el seminario conquense, fue nombrado en 1799 catedrático de Filosofía en este centro educativo, y dos años más tarde, catedrático de Física y Química Experimental. Finalmente, ya en 1804 obtuvo por oposición la cátedra de Teología Moral, siendo dos años más tarde nombrado párroco en la iglesia de San Andrés, en la capital de la diócesis.
Elegido como uno de los diputados que deberían representar a Cuenca en las Cortes de Cádiz, su labor allí fue bastante importante, formando parte del grupo de diputados liberales, y de diversas comisiones, entre ellas las de Ultramar y de Instrucción Pública. Formando parte de ésta última, el 9 de diciembre de 1813 presentó al conjunto de las Cortes una serie de cinco proposiciones para mejorar este aspecto de la sociedad, tan abandonada por el poder civil en los años del Antiguo Régimen. Exigía en ellas la preparación de un plan uniforme, solicitaba asimismo que hasta la preparación de este plan pudiera regir el que en su día había preparado el afrancesado marqués de Caballero, que había sido Ministro de Gracia y Justicia. Asimismo, propugnaba la extensión de dicho plan a los centros educativos propios de la Iglesia, incluidos los seminarios, obligando a éstos a dar cuenta al Gobierno de su puesta en ejecución. Finalmente, solicitaba la publicación de un nuevo catecismo nacional, que debería ser aprobado por una comisión formada por seis obispos, y solicitaba además el establecimiento de una junta de censura para la corrección de costumbres, que debería depender del poder civil.
Dos días más tarde se admitieron a discusión las cuatro primeras proposiciones, acordándose que fuera trasladado el debate, para su aprobación definitiva, a la propia Comisión de Instrucción Pública. Fernández de la Cigoña, que tan crítico es con todo lo sospechoso de ser susceptible de ser tildado de liberal, considera esta intervención del diputado conquense como “una intromisión más del Estado en las competencias de la Iglesia, indicándole cual debe ser el sistema de enseñanza de las instituciones que ella sostiene para la formación de sus miembros”. Es evidente que no tiene en cuenta, no sólo el carácter eclesiástico del autor de estas cinco proposiciones, sino tampoco el hecho de que en una sociedad laica como la que la nueva España quería ser, a pesar del carácter confesional de la propia Constitución de 1812, la instrucción de la sociedad en su conjunto no podía estar ya en manos del poder eclesiástico, como lo había estado en el Antiguo Régimen, sino en manos del poder civil, que se quería hacer residir en el propio pueblo.

Una vez terminada la Guerra de la Independencia, ocupado otra vez el trono por Fernando VII y traicionados así los liberales por un monarca que quiso hacer tabla rasa de todo lo que las Cortes habían aprobado, éstos sufrieron una violenta represión, que les llevó a muchos de ellos al exilio o a las cárceles reales. Nicolás García Page estuvo preso en Madrid cerca de un año, habiéndole sido confiscados sus bienes y sus rentas; después fue enviado al convento de franciscanos observantes de Saceda, en la provincia de Guadalajara, de donde no pudo salir hasta 1820, triunfante la revolución de Riego. En ese año, su figura fue exaltada por el Cuerpo de Ingenieros Zapadores, que le visitó en la localidad de Alcalá de Henares, y también, junto a la de otros políticos liberales, por la Sociedad Patriótica de Amigos de la Libertad, que poco tiempo antes había sido fundada en el madrileño café de Lorenzini. En esos años fue nombrado canónigo de Cuenca.

La Salceda (Guadalajara)

El canónigo conquense fue uno de los veinticuatro diputados que debían ser arrestados por el general Eguía, por lo cual, y en compañía del diputado madrileño José Zorraquín, se presentó voluntariamente ante la justicia y fue detenido. A principios del mes de julio se encontraban retenidos estos diputados en la cárcel de la corona de Madrid, como lo atestigua en sus memorias el canónigo Villanueva, cuando por orden del propio monarca el juez de la causa, Francisco Leyva, pasaba a tomarles declaración. A finales del año 1815, el proceso contra los políticos liberales estaba llegando a su final; en efecto, en la noche del 17 de diciembre de ese año, los encausados recibían el decreto que contenía las penas a las que por su actividad política habían sido condenados. El diputado conquense era castigado a seis años de prisión en el convento guadalajareño de La Salceda, de frailes menores, entre los pueblos de Tendilla y Peñalver, lugar en el que estuvo en compañía del valenciano Joaquín Lorenzo Villanueva, canónigo de la catedral de Cuenca. Ambos religiosos salieron hacia su destino al día siguiente, como el levantino lo confirma en sus memorias. Según escribe éste, el propio obispo de Cuenca, Ramón Falcón y Salcedo, pasó alguna vez por el convento, quejándose el religioso del escaso aprecio que hizo en estas ocasiones tanto de él como del propio García Page.
Ya durante los años del Trienio, el gobierno liberal le premió con el canonicato, a la que fue provisto por el rey Fernando VII el 15 de junio de 1820. No pudiendo asistir él personalmente a la toma de posesión de su nuevo cargo, otorgó poder en Madrid al párroco de la iglesia de San Gil para que lo hiciera en su nombre. Algunos días más tarde el canónigo Segundo Cayetano García, uno de los que varios años más tarde sería procesado también por su ideología liberal, fue quien lo hizo el 26 de junio de ese año, previo juramento de guardar la Constitución. Se trata, temporalmente, del último nombramiento del periodo que fue recogido en el libro de provisiones que había sido iniciado a principios de siglo, durante el mandato del obispo Antonio Palafox; a partir de este momento hay un paréntesis, obligado por orden gubernativa, que se termina en 1824, fecha en la que se reabre el mismo libro de ordenaciones.

A pesar del duro cautiverio sufrido por el religioso conquense en los años anteriores, volvió a la política, al ser elegido de nuevo en 1820 como Diputado a Cortes por la provincia. Ello le provocaría en los años de la “década ominosa” nuevos sufrimientos. Así, ya antes de que el liberalismo hubiera sido derrotado, fue atacado por una partida de exaltados realistas, que le condenaron a muerte, aunque logró escapar con la ayuda de un regimiento de soldados liberales, del cual fue capellán. Cercado el ejército leal al gobierno liberal en Cádiz, y dándose cuenta de que las esperanzas de triunfo para aquella ideología estaban por el momento perdidas, emigró primero a Francia, y más tarde a Inglaterra. El 13 de septiembre de 1824, el cabildo conquense le denegó la canongía que durante el Trienio le había otorgado, nombrando para sustituirle a Bartolomé Garcimartín y Lalastra. Un opúsculo de carácter liberal titulado Condiciones y semblanzas de los Diputados a Cortes para la legislatura de 1820 y 1821, publicado en Madrid en 1821, dice del conquense lo siguiente: “Clérigo franco, clarito, valiente y despreocupado. Hiere bien las dificultades; habla liso y llano; no gusta de echarse a dormir a humo de pajas, y siempre se tira al grano, a la sustancia, al trigo, al higo, al garbanzo. Si le irritan, llega a ser elocuente; y donde va, levanta chichones. Venera a San Ignacio de Loyola como el que más, pero no las máximas de sus hijos; de modo que difícilmente podría hallarse un centinela más despierto contra el jesuitismo, ni tampoco otro a quien le cayesen mejor los capisallos de obispo.”

Iglesia de Santa Leocadia (Toledo)

Vuelto a España por fin en 1834, una vez recuperado el poder por los liberales tras la muerte de Fernando VII, fue nombrado abad de Santa Leocadia, dignidad de la archidiócesis de Toledo, y visitador de los hospitales y establecimientos benéficos, siendo también el responsable de la organización del Hospital General de Madrid. Dos años después fue elegido miembro de la Academia de Ciencias Eclesiásticas, falleciendo ese mismo año de 1836. En el libro de pleitos del Tribunal Diocesano de Cuenca, hay una noticia importante sobre el fallecimiento de esta figura del liberalismo conquense: en 1840 se adjudicaba a Santos Page, sobrino de Nicolás, la capellanía colativa que en la iglesia parroquial de Ribagorda había fundado Juan Page Collados, y que se hallaba vacante por el fallecimiento de su anterior propietario, nuestro religioso liberal.

Nota (1): Según Torres Mena, su lugar de nacimiento era el de Ribatajada, a pesar de que otros autores, como María Luisa Vallejo o Hilario Priego y José Antonio Silva no dudan que es del otro pequeño pueblo conquense. No duda aquel autor, sin embargo, en hacer natural de Ribagorda a Santos Page, sobrino de nuestro personaje. Para eliminar definitivamente esta pequeña discusión, en su expediente de nombramiento como canónigo figura la copia de su partida de bautismo: “En la yglesia parroquial del señor San Pedro Apóstol de este lugar de Ribagorda, en quince días del mes de septiembre de mil setecientos setenta y un años, yo, el doctor don Mateo Ruiz de León, cura de las parroquiales de Albalate de las Nogueras y de ésta del lugar de Ribagorda, mi anejo, bauticé solemnemente, puse óleo y crismé, e hice los demás exorcismos, como lo manda el ritual romano, a un niño que había nacido el día 10 de dicho mes y año, hijo legítimo de Diego García de Julián y de su legítima mujer, Manuela Page Ponce, naturales y vecinos de este referido de Ribagoda; abuelos paternos, Juan García y Mariana de Julián; maternos, Domingo Page Collado y Manuela Ponce, ésta natural de la villa de Madrigueras, los demás naturales y vecinos de este dicho de Ribagorda; púsele por nombre Nicolás; fue su compadre de pila Domingo Page Collados, su abuelo materno, como arriba exprese de esta naturaleza y vecindad; le advertí el parentesco espiritual y obligación que había contraído, y para que coste le firmo.” Archivo Catedralicio de Cuenca. Secretaría. Personal. Legajo 11. Expediente 42.

**********0000**********
APUNTES SOBRE EL ARRESTO DE LOS
VOCALES DE CORTES
EGECUTADO EN MAYO DE 1814
Escrito en la cárcel de la Corona por el
Diputado Villanueva uno de los presos

Auto del señor Leyva.

Guárdese y cúmplase lo mandado por S. M. en la real órden inserta en el oficio que precede, que es conforme, á la que también se ha comunicado á su Señoría sobre el asunto con fecha 4 del corriente por el Exmo. señor don Pedro Macanaz. En su consecuencia procédase en la noche de este dia con el mayor sigilo al arresto y ocupación de papeles de don Joaquin Lorenzo Villanueva, don Antonio Oliveros, don Diego Muñoz Torrero, don Manuel López Cepero, don Francisco Martínez de la Rosa, don Nicolás García Page, don Antonio Larrazabal, don Miguel Ramos Arispe, don Antonio Cuartero, don Nicasio Gallego y don Isidoro Antillon, que le han sido encargados á su Señoría de los comprendidos en la lista que se cita y de que se unirá copia rubricada de su Señoría, y por ser asi conforme á lo



Hacer "clic" en la imagen para ir
al original

acordado con el Exmo. señor general don Francisco Eguía, y con los señores ministros don Jaime Alvarez Mendieta, don Ignacio Martínez de Villela y don Antonio Alcalá Galiano, en los términos que prescribe la resolución de S. M., pasándose el oficio correspondiente al señor vicario, juez eclesiástico de esta corte, impartiendo su auxilio como en ella se previene por lo respectivo á los eclesiásticos. El arresto y demás referido, sea y se entienda con el auxilio militar que también prestára S. E., y con los ministros del juzgado de esta villa que fueren necesarios, actuándose todo por ante el infrascripto escribano de S. M. y del crimen de ella, á quien su Señoría nombra para esta comisión, concurriendo todos á la hora de las nueve de esta noche en la posada del señor juez, y encargándose el mayor sigilo en la convocatoria. = El señor don Francisco de Leyva, del consejo de S. M. , juez comisionado para estas diligencias: lo mandó y firmó en Madrid á 10 de mayo de 1814. = Leyva.:=Manuel Mejía.

Lista primera de los que debían ser presos, según el anterior oficio.

Don Bartolomé Gallardo, calle del Príncipe.
Don Manuel Quintana.
Don Agustin Arguelles, calle de la Reina.
Conde de Toreno, dicen que marchó.
Don Isidoro Antillon, marchó, según dicen á Aragón.
Conde de Noblejas y Hermano.
Don José María Calatrava.
Don Juan Corradi.
Don Juan Nicasio Gallego; dicen que marchó á Murcia.
Don Nicolás Garcia Page; calle de Ita, número 5, cuarto principal.
Don Manuel López Cepera, calle de san José, casa de la imprenta.
Don Francisco Martínez de la Rosa, id. id.
Don Antonio Larrazabal, calle de Jacometrezo, casa de Villadarias.
Don José Miguel Ramos Arispe.
Don Tomas Isturiz, calle de Alcalá, frente á las Calatravas, desde el esquinazo de la calle de Cedaceros hácia el Prado, segundo portal.
Don Ramón Feliu.
Don Joaquín Lorenzo Villanueva.
Don Antonio Oliveros.
Don Diego Muñoz Torrero.
Don Antonio Cano Manuel, calle de Alcalá junto á las Calatravas.
Don Manuel García Herreros, plazuela de Zelenque,en la imprenta.
Don Juan Alvarez Guerra.
Don Juan O-Donojú.
Don José Canga Arguelles, calle del Príncipe, casa de san Ignacio, cuarto segundo.
Don Miguel Antonio Zumalacarregui.
Don José María Gutiérrez de Teran.
Mayquez y Bernardo Gil, cómicos.
El Conciso y Redactor general.
F. Beltran y un hermano suyo.
Don Dionisio Capaz.
Don Antonio Cuartero.
Don Santiago Aldama.
Don Manuel Pereira.
Don José Zorraquin, calle Mayor, frente á la fabrica de Talavera, que también es fábrica de sedas.
Don Joaquin Diaz Caneja.
El cojo de Málaga.

Segunda lista con señas de algunas casas.

Don Joaquin Lorenzo Villanueva, detras de santa María, casa de Romanillos.
Don Antonio Oliveros, canónigo de san Isidro, calle del Burro, segunda puerta, cuarto bajo entrando por la Merced.
Don Diego Muñoz Torrero.
Don Manuel López Cepero, calle de san José, casa de la imprenta.
Don Francisco Martínez de la Rosa, id.
Don Nicolás García Page, calle de Ita, número 5,cuarto principal.
Don Antonio Larrazaba 1, calle de Jacometrenzo, casa de Villadarias.
Don Miguel Ramos Arispe, calle de la Luna, núm. 11, pasada la de Silva, frente la de la Madera, cuarto principal.
Don Antonio Cuartero, calle de Alcalá, esquina á la del Turco, casa de familia de Medinaceli, cuarto segundo.
Don Nicasio Gallego, casa de Frias.
Don Isidoro Antillon, calle de Silva, núm. 12, cuarto principal.

Sucesos del 11 de mayo. Es arrastrada la lápida de la Constitución. Sedición tolerada. Riesgo de los presos, precavido por la divina protección.

Amanecido el dia 11 de mayo, comenzó á explicarse la ira por largo tiempo represada. Arrancada aquella mañana la lápida de la Constitución, se entregó á una porción de gente prevenida al intento, la cual la arrastró por las calles con algazara, prorrumpiendo en execraciones contra la Constitución, contra las Cortes y contra los presos.

Para dar á estos el torcedor que les preparó la ira de sus enemigos, y hacerles tragar otros frutos aun mas amargos, que entraban en el plan de aquel dia, llevaron esta tumultuaria procesión por la calle escusada donde está la cárcel de la Corona, creciendo á la vista de ella con el ansia de los sediciosos, el clamor de los seducidos: algunos de ellos se propasaron á encaramarse hasta el cuarto principal, diciendo: "mueran los liberales." Dentro de la misma cárcel se oyó una voz que decia: "Lo que se hace con la lápida, debía hacerse con los autores de la Constitución."

Siguieron los insultos de esta facción en los días inmediatos. Viéronse varias de estas cuadrillas capitaneadas por eclesiásticos: entre estos caudillos llamó la atención el vicario de la Trapa, cuyo monasterio acababan de restablecer las Cortes. Olvidóse este monge en aquellos momentos del retiro, del silencio y de la modestia de su profesión. Hasta por las noches iban á las cárceles á diferentes horas, tropas de mugeres cantando versos mezclados con insultos: en una de estas visitas se oyó una voz que decía: "que nos los entreguen á nosotros, que pronto pagarán lo que merecen." Fue esta una continuada y no reprimida sedición de dias y noches; dirigíala una facción atizadora de esta corta porción de la incauta plebe. Del plan completo de ella se vió una muestra en la siguiente copla, que se puso en boca de varios, al parecer para que se cantase después de consumado el sacrificio:

Murieron los liberales
Murió la Constitución
Porque viva el Rey Fernando
Con la patria y religión.

Por fortuna se cantó esta copla estando vivos los que ella suponía muertos. ¿Quien díó ocasión á este desenfreno? ¿Quién expuso la sencilla muchedumbre á tan horribles atentados? ¿Donde estaba la mano escondida que tiró tal piedra? ¿Esto quedó impune? ¿Esto mereció aplauso? En tan triste aprieto clamó al cielo la inocencia encadenada: Eripies me de contradictionibus populi. Y experimentó la protección del que dice: Quoniam in me speravit, liberabo eum.

Decreto del Rey nuestro señor de 15 de diciembre de 1815.

Comunico á V. E. lo que en vista de la defensa de los diputados presos de ésta ha resuelto S. M. para su puntual cumplimiento y es que á la mayor brevedad y con toda seguridad sean conducidos por el tiempo que se les señala, en la adjunta lista, y á los puntos que indica las personas contenidas en ella, y es como sigue.

Las personas que comprende la adjunta lista serán conducidas á los destinos que se señalan; y para las que se hallan en esta corte se prepararán los carruages y demás necesario con toda reserva, lo cual estará pronto para la noche del 17, y en lo mas silencioso de ella se pasará á las casas y parages donde dichos sugetos se hallan, se les hará vestir y poner inmediatamente en camino antes de amanecer, de modo que en siendo de dia, se encuentre el pueblo de Madrid con esta novedad.

Lo que va entre (—) no contiene el decreto, pero sí son notas que se han puesto para saber la calidad de las personas y el estado de sus causas.

10.- Don Joaquín Lorenzo Villanueva (diputado por Valencia en las estraordinarias; su causa estaba en prueba) seis años al convento de la Salceda, y privado de la capellanía de honor y plaza de predicador de mi real capilla, con la tercera parte de las rentas de su canongía, aplicadas las otras dos á los reales hospitales de Madrid.
22.- Don Nicolás García Page, (diputado por Cuenca en las ordinarias, su causa estaba en prueba), 6 años al convento de la Salceda.

**********00000**********
El texto procede de AQUÍ

No hay comentarios:

Las entradas mas visitadas en los últimos 30 días