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La Crónica del Halconero

La Colección de Crónicas Españolas se engalana publicando en este volumen octavo y en el noveno siguiente dos obras inéditas y muy poco conocidas, llamadas a la mayor estimación. Ofrecemos en este volumen la primera edición de la Crónica de Juan II de Castilla contenida en el manuscrito 9445 de la Biblioteca Nacional, identificada con la historia escrita por el halconero mayor Pero Carrillo de Huete, que conocieron algunos eruditos del siglo XVI y después se consideró perdida. Todo lo que se conocía de ella, hasta hace pocos años, eran unas cortas noticias de Galíndez de Carvajal y de Zurita. Y, sin embargo, ha llegado hasta nosotros en cuatro manuscritos, que representan tres estados o versiones bastante diferentes y de valor muy desigual.
      De estas tres versiones, la más importante, por más copiosa de noticias y más inmediata a la redacción original de Pero Carrillo, es la que se imprime en este volumen con el nombre de Crónica del Halconero. Es la del manuscrito 9445 de la Biblioteca Nacional, incompleto al comienzo y al fin y con algunas lagunas interiores. N o ha sido estudiada hasta ahora, ni en su contenido ni en su manuscrito; pero éste ha sido señalado por algunos investigadores, como el agustino P. Manuel Martínez, don Ramón Menéndez Pidal, que reprodujo algunos pasajes ilustrativos de romances, y don Julián Paz. Copia suya parcial y sin valor es el manuscrito 12373 de la misma Biblioteca Nacional.
      Sigue en importancia la versión del manuscrito X-II-I3 de la Biblioteca de El Escorial, descrito por los agustinos P. Martínez y P. Zarco, que el primero proyectó publicar, considerándolo como el texto mejor de Pero Carrillo. En realidad, es un arreglo de la obra del halconero, realizado por el famoso obispo don Lope Barrientos; arreglo que en parte resume, en parte reproduce y en parte adiciona y completa el texto original. Lo designo con el nombre de Refundición del Halconero, y hago su primera edición en el volumen siguiente, IX de esta Colección de Crónicas Españolas.
      La tercera versión del texto de Pero Carrillo, descubierta en la Biblioteca Universitaria de Santa Cruz de Valladolid (manuscrito 225) y estudiada por don Saturnino Rivera Manescau, es un puro resumen del original, que permite llenar algunas lagunas del manuscrito 9445. La llamo Abreviación del Halconero, y tiene el interés de representar el estado en que conocieron la Crónica de Pero Carrillo un Galíndez Carvajal y un Zurita, que escribió de su mano este manuscrito.
      El estudio comparativo de estas tres versiones y la identificación de sus autores respectivos ha sido trabajo de mucho tiempo y que necesita una exposición detenida. La hago en un extenso Estudio preliminar, titulado La Crónica del Halconero y sus derivaciones, que por tener allí más espacio y por convenir la presentación de los dos textos principales, se imprime en cabeza del tomo siguiente de esta Colección, destinado a la Refundición del Halconero. En cuyas páginas finales se incluye un copioso índice de personas, lugares y cosas notables, común al Halconero y la Refundición.
      No pretendo disimular mi alegría porque me haya sido posible imprimir por primera vez estas importantes fuentes narrativas del reinado de Juan II de Castilla, aquilatando su valor respectivo. Y me complazco en anunciar que tengo identificada, transcrita y en estudio muy avanzado la versión original de la Crónica más importante del mismo reinado: la de Alvar García de Santa María, inédita en la parte correspondiente a los años 1406-1420. Todo esto supone una renovación a fondo de nuestro conocimiento de la historiografía castellana en la primera mitad del siglo XV.
      Confieso, a la vez, mi gratitud al maestro Menéndez Pidal y al señor Rivera Manescau, que han facilitado mi labor proporcionándome elementos de estudio cuya falta me hubiera obligado a difíciles desplazamientos, o hubiera dejado incompleta mi tarea. Tanto como el favor personal, con su prueba de estimación y confianza, aprecio el hermoso gesto de generosidad y colaboración intelectual.

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      No he de repetir aquí, ni de resumir siquiera, lo que se dice y se justifica a la larga en el prólogo del tomo IX, publicado al mismo tiempo que el presente. Pero tampoco sería justo dejar'a los lectores de este solo volumen sin una orientación sobre el texto que viene después, y para ellos se escribe esta corta noticia, deliberadamente más interpretativa que erudita.
      Pero Carrillo de Huete, halconero mayor de Juan II, personalmente afecto al monarca y que siguió con asiduidad la corte, por lo menos desde 1420 hasta 1441, desde la huida de Talavera hasta el golpe de fuerza de Medina del Campo, tuvo la idea de escribir las cosas que pasaron en su tiempo, tanto en la corte de Castilla como en la frontera de Granada. Hacia el 1420, la Crónica oficial de Castilla, confiada al diligente y minucioso Alvar García de Santa María, presenta una solución de continuidad que ha hecho pensar que fuera de otro autor la continuación, que alcanza hasta 1435 y que es del mismo Alvar García. Tal vez en aquella ocasión, que coincide con la entrada del halconero Pero Carrillo en la escena histórica, nació el proyecto de la obra que aquí se publica; y que no se terminó antes de 1454, pues habla del rey Juan II como de persona difunta.
      Del hombre Pero Carrillo sabemos poco, y casi todo por indicaciones autobiográficas que se deslizan en su Crónica. Era un hidalgo sencillo e ingenuo, celoso del bien público y de la dignidad del poder real, preocupado por la continuación de la reconquista castellana y abominador de las luchas de bandería y de las intrigas palaciegas, en las que procuró mantenerse neutral y siempre fiel a su rey. Había sido armado caballero por el infante don Fernando, el de Antequera, en 1407. Le sucedió en su oficio de la casa real otro conocido nuestro, Miguel Lucas de Iranzo, que aparece como halconero mayor de Enrique IV en 1455.
      Por su oficio de cazador mayor de un monarca tan deportivo como Juan II, Pero Carrillo vivió la intimidad del monarca, que supo apreciar su lealtad y le confió a cada paso misiones confidenciales. Pero a nuestro halconero le interesaba poco la política, y no tuvo ambición de medrar. La mejor piedra de toque de su ecuanimidad y de su modestia es su posición ante don Alvaro de Luna, que gobernó Castilla en medio de un torbellino de pasiones. Frente al poderoso y discutido condestable, Pero Carrillo mantiene la más absoluta independencia, tan distante de sus aduladores como de sus detractores; y, consciente de la magnitud de su figura histórica, deja a la posteridad la tarea de juzgarle.
      No era un escritor de raza Pero Carrillo, ni lo fué por educación. Escribe sin aliño y sin preocupaciones literarias las cosas que ocurren ante sus ojos, con más delectación las de carácter caballeresco, las expediciones militares, las fiestas y los torneos. Cuando le ha impresionado fuertemente un suceso en el que ha tomado parte, la entrada en el castillo de Montalbán o el encierro de la reina viuda doña Leonor de Aragón en Santa Clara de Tordesillas, acierta a comunicar esa emoción a su prosa y a sus lectores. Pero de ordinario, el relato no está a la altura de esas páginas de antología, convirtiéndose en  un monótono diario de la vida del rey o de la corte, especialmente preocupado de las precisiones de tiempo y lugar.
      Esta ausencia de intención artística, esta objetividad, que añade en valor histórico lo que falta de calidad literaria, culmina en el uso frecuente y sistemático de fuentes documentales. Cerca de doscientos documentos han sido utilizados para escribir la Crónica del Halconero, en la que unos cuarenta se tránscriben más  o menos completos. Afán de exactitud, o simplemente pereza, esta costumbre de Pero Carrillo ha servido para conservarnos una colección de escritos de la índole más diversa, que de otro modo no hubieran llegado hasta nosotros: desde un pregón de ajusticiado hasta el largo y envenenado memorial contra don Alvaro de Luna. Entre ellos he podido identificar una carta inédita de mosén Diego de Valera.
      Los más interesantes y valiosos entre estos documentos son las cartas y relaciones de la frontera, como una de don Alvaro de Luna contando la expedición preliminar de la campaña de la Higueruela; y las de grandes calamidades, como la preciosa relación de la riada o gran avenida del Guadalquivir que padeció Sevilla en el invierno de 1434 a 1435. La joya de esta colección es la carta de Rodrigo Manrique dando cuenta al rey de la conquista de Huéscar, que constituye el relato más vivo y animado que conozco de la expugnación de una plaza granadina, entrando en la cuenta los cronistas de los Reyes Católicos.
      Por las páginas del Halconero desfilan, interviniendo en escenas reproducidas con exactitud fotográfica, personajes de todo rango y catadura; entre ellos figuras destacadísimas de nuestra historia literaria, como los ya citados mosén Diego de Valera y don Alvaro de Luna, el marqués de Santillana, Fernán Pérez de Guzmán, don Enrique de Villena y el obispo don Lope Barrientos. Como testimonios para la historia de las costumbres, los torneos de Valladolid o la entrada de Juan II en Toledo, a la vuelta de la Higueruela, son pasajes inolvidables.
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      Sabemos por Galíndez de Carvajal que la crónica o sumario de Pero Carrillo vino a manos del obispo don Lope Barrientos, el cual la adicionó, en algunas partes, con el relato de sucesos en los que había intervenido personalmente, y copió para prefacio el que Fernán Pérez de Guzmán escribió para sus Generaciones y semblanzas. Estos caracteres se dan en el manuscrito escurialense X-II-I3, por el que publico la que llamo Refundición del Halconero. En él la narración se interrumpe antes que en la Crónica del Halconero, precisamente en 1439; mientras que el manuscrito de Madrid, también incompleto, alcanza hasta 1450.
      Ahora bien, este manuscrito madrileño, con arreglo al cual publicamos la Crónica del Halconero, no es el texto genuino de Pero Carrillo de Huete, aunque si el mejor de los que han llegado hasta nosotros. Un análisis paciente y minucioso me ha convencido de que en esta copia del siglo XVI que es el 9445 de la Biblioteca Nacional, se deben distinguir dos partes: la primera y más extensa procede directamente del original de Pero Carrillo, mientras que la segunda, final y más reducida, procede de la Refundición de Barrientos. El empalme tiene lugar a la altura del capítulo CCCXVII, narrando la entrada de los rebeldes en Medina del Campo, el 28 de junio de I441.
                  Hasta ese momento, el halconero mayor viene diciendo, en su estilo cortado y pintoresco, las novedades exteriores de la corte castellana, tratando por encima y con desgana las intrigas políticas e introduciendo aquí o allá, aunque con toda modestia, su propia persona. Desde ese momento, empieza otro estilo largo y ampuloso, de más retórica y menos colorido; desaparece la figura del halconero, y el nombre del obispo Barrientos aparece a cada paso, y con todo honor y elogio, como pivote de la intriga política, tratada con la mayor complacencia. El contraste no puede ser mayor.
      Este contraste impide atribuir a Barrientos toda la redacción del manuscrito 9445, pues el primer estilo es demasiado diferente de los otros escritos conocidos de nuestro obispo, mientras el segundo estilo coincide con ellos y con el manuscrito escurialense, de versión diferente a la del madrileño.
      Por consiguiente, resulta que del texto original de Pero Carrillo tenemos la parte correspondiente a los años 1420 al 1441 del manuscrito 9445 de la Biblioteca Nacional, publicado en este mismo volumen con el título de Crónica del Halconero. Del arreglo realizado por el obispo don Lope Barrienos tenemos dos partes: la primera, hasta 1439, en el manuscrito de El Escorial, publicado en el volumen siguiente con el título de Refundición del Halconero,  la segunda, de 1441 1450.
      En cuanto a la Abreviación del Halconero, que es un resumen hecho por Zurita de una abreviación anterior, perdida, lo que tiene interés son los pasajes que suplen lagunas del 9445. Los copio en el Estudio preliminar del tomo IX de esta Colección, al que remito expresamente para justificación de todo lo que va dicho y para otras muchas cuestiones complementarias.
     
INTRODUCCIÓN
      ... e el condestable don Ruy López Dávalos, e el arçobispo de Sanctiago don Lope de Mendoça, e el adelantado Pero Manrrique, e Garçi Fernández Manrrique, mayordomo del ynfante don Enrrique. Y los que de suso se dize que tenían el trato así fecho, lo barruntaron y disimularon la partida.
      E porque las guardas cabalgaban cadaldía, que eran bien doçientos hombres darmas, tratóse con el Rey que cadaldía saliese a caça dos vezes. E tanto fué el seguir de la caça, que los dosçientos hombres que heran de armas tornáronse en çiento, e de çiento en çinquenta, e de çinquenta en non ninguno; tanto que fué a caça el Rey bien çinco o seys días e no fué guarda ninguna con él.
      E desque ésto vieron los que el trato tenían fecho, que estaba seguro el ynfante e su valía, viernes víspera de Sant Andrés, por la mañana, partió el Rey para Montalván, e fué primero a comer a Villalua, no muy bien guisado. E saliendo a la puente de Alberche, a vna legoa de Talavera, estaban çinquenta honbres de armas del conde de Benabente, en vn soto que estaba ay. E los que con el Rey llegaron a Villalba primero fué don Albaro de Luna, condestable de Castilla que fué después, e Pero Carrillo, su falconero mayor, e Diego López de Ayala, señor de Villalba, e vn escudero que llamavan Ramiro de Tamayo, e Johan Yañes el Tuerto.
      E estando asy acabando de comer eso que se falló, vido benir al conde don Fadrique, e al conde de Benabente, e a Pedro Puertocarrero, con los çinquenta honbres de harmas. E asy llegados a Villalba, vieron venir los poluos de la mucha gente que venía de Talavera, e obieron su acuerdo que partiese luego de ally para Montalván, por quanto Villalba no era fortaleza que se podiesse ally detener; e enbiaron a Johan de Perea que tobiese la varca de Malpica presta.
                  E luego el Rey partió, e fuése para la varca. E los que con él entraron fué don Albaro de Luna, y el conde don Fadrique, su tío, y el conde don Rodrigo Alfonso Pimentel, e Pedro Puertocarrero, e Pedro Carrillo de Huete, su falconero mayor, e Diego López de Ayala, donzel de su cámara, señor de Villalba e de Çebolla. E asy pasó la varca, a muy gran peligro, por quanto el ryo de Tajo venía avenido qual nunca bino çinquenta años antepasados. E con el Rey pasaron dos caballos en la varca, vno suyo e otro de don Albaro de Luna.
      E asy pasados de la barca, salieron al Rey seys hombres a caballo, armados con sus cotas e braçales, e llegaron al Rey.
      E salieron a ellos, a pie, los caballeros que con el señor Rey yban, e tomáronles quatro caballos, e los otros dos hecharon a fuyr. E estos hombres de armas heran del adelantado Diego de Ribera, el qual a la sazón hera del ynfante don Enrrique e de su opinión.
      E luego el Rey continuó su camino para Montalbán. E por quanto en Montalbán no sabían cossa nenguna de la yda del Rey, e el castillo hera sospecho al Rey, por quanto lo tenía Pero Gómez Barroso por la rreyna de Aragón, madre del ynfante don Enrrique, Pero Carrillo, su falconero mayor, preguntó al Rey:
      -Señor, ¿el alcayde de Montalbán es sabidor deste fecho?
      E el Rey dixo que no, saluo que yba a su abentura, asy como Rey. E en ésto rrespondió Pero Carrillo, asy como criança de su padre e suya, e dixo:
      -Señor, pídovos por merçed que me dedes liçençia que me adelante al castillo, que yo terné manera, con el ayuda de Dios, cómo vos entreguen el castillo, o moriré por vuestro seruiçio como cavallero.
      El Rey le respondió que antes ge lo ternía en señalado seruiçio; e mandó a Diego López de Ayala que fuése con él. E yendo asy por el camino adelante, al galope de los caballos, cansó el cauallo de Diego López en el camino, en tal manera, que se ovo de quedar.
      E Pero Carrillo continuó su camino, e llegó al castillo, e falló la puerta abierta,  que abía a la sazón salido vn hombre con dos acémilas a dar agua a vn poço que estaba ay fuera del castillo. E descabalgó del cavallo, e estando asy a la puerta bino el ombre que abía salido con las acémillas, e bínose para Pero Carrillo con vn puñal en la mano. E Pero Carrillo hechó mano por su espada, e dióle vn golpe de llano en la cabeça, e cayó en el suelo. E estando en ésto, llegó Diego López de Ayala, e dixo Pero Carrillo:
      -Diego López, catad aquí la puerta primera del castillo. Guardadla, que yo yré a tomar la torre del omenaje, a mi aventura.
      E entrando por el castillo adelante, salieron a él tres hombres e vna dueña, e dos fijas suyas, e dos mastines. E desque o los vido, fué para ellos con vna lança en la mano, deziendo:
      -¡E aquí el rrey don Johan do biene!
      E en ésto los mastines afincábanlo mucho. E él defendióse           dellos, e llegó fasta el pie del escalera de la torre del omenaje, que abía quarenta o çinquenta escalones antes de la primera puerta. E desque llegó  a la puerta, que era de fierro, la qual tenía hechado el cerrojo por de fuera, abrióla e tiró el cerrojo, e tiró tras sy con otra cerradura que tenía.
      E sobió por otra escalera que abía otros tantos escalones, con vn puñal en la mano, fasta ençima de la torre, donde tenía el alcaide su cama. E desque fué suso, non sentió que abía ome nenguno; e vido al alcaide ándar a caça de perdiçes con bueyes.
      E ansy tomado el castillo por este Pero Carrillo, estubo dos oras e media, e más, esperando quándo benia el Rey su señor; dando muchas graçias a Dios por el bien e merçed que le abra fecho en tomar el tal castillo, para en que se rrecogiesen él e los que con él benían.
      E en ésto asomó el Rey por vn xaral bien espeso, con quatro caballeros, los quales eran el conde don Fadrique, su tío, e el conde de Benabente, don Rodrigo Alfonso Pimentel, e AIbaro de Luna, su criado, e Pero Puertocarrero, señor de Moger. E desque Pero Carrillo los vido desde la torre do estaba, començo a dar vozes diziendo:
      -¡ Andad, señor, que vuestra es la fortaleza !
      E luego llegó el Rey, e entrególe la fortaleza. El alcaide désto nunca sopo nada, fasta que falló al Rey dentro.
      E este mobimiento fizo el Rey por las grandes divisiones que abra entre el rrey de Nabarra e ynfante don Enrrique, hermanos, sobre quál se apoderaría dél en su menoridad. E a la saçón era de hedad de catorze años el Rey.
      E estando asy el Rey en Montalbán, con los caballeros que yban con él, e otros que llegaron el biernes en la noche, que con todos podían ser fasta quarenta o çinquenta caballeros e escuderos.
      E luego el sábado en amaneçiendo trayan los de Galves, e de la Puebla, e de Cuerba, vasteçimiento de viandas para el Rey, por quanto no abía fallado ningún basteçimiento en el castillo. E desque llegó el basteçimiento fasta dos tiros de ballesta de Montalbán, salieron a ellos Johan Rodríguez de Castañeda, señor de Fuentdueña, e Alfonso Yañes Fajardo, adelantado que fué después del rreyno de Murçia, e Yñigo López de Mendoça, señor de Fita e de Buytrago, fijo del almirante  don Diego Furtado, que a la sazón era en la casa del ynfante don Enrrique, con treynta o quarenta rroçines, e tomáronla toda. E algunos vallesteros que benían con el vastimento fueron fuyendo e lançáronse en Montalbán.
      E luego este día, sábado, bino el condestable don Ruy López Dávalos, e Pero Manrrique, adelantado de León, e Garçi Fernández, mayordomo mayor del ynfante don Enrrique, conde de Castañeda que fué después. E traya cada vn su hestandarte en pos de sí, e fasta veynte o treinta escuderos aforrados con ellos. Asentaron el rreal fasta vn tiro de ballesta de Montalbán.
      Este día, a ora de bísperas, vino el ynfante don Enrrique, e benía con él el arçobispo de Santiago don Lope de Mendoça, e don Enrrique de Villena, fijo de don Pedro, nieto del marqués de Villena, e el adelantado de Caçorla don Alfonso, Tenorio, e otros muchos caballeros. E fuése a donde abían asentado el real el condestable, e Pero Manrrique, e Garçi Fernández Manrrique.
      E de tal manera bedaron las biandas, que al Rey daban por rración vn quarto de carnero por la mañana, e dos pares de gallinas e medio cabrito por semejante en la noche, e pan e bino lo que le podía abastar. E a todos los que dentro estaban no les consentían meter nenguna blanda. E según la poca blanda que tenían los que estaban dentro, de neçesidad fueron muertos dos caballos, e fueron luego comidos.
      E desque el Rey bido ésto, enbióles fazer sus rrequerimientos, por la primera e por la segunda e la terçera jusión, con Pero Carrillo su falconero mayor; enbiándoles dezir e fazer saber cómo él hera benido al castillo de Montalbán por ser libre en su libre voluntad, e por las grandes devisiones que en sus rreynos se mobían entre el ynfante don Jhoan e el ynfante don Enrrique, hermanos; por quanto de allí entendía enbiar por los grandes de sus rreynos, e por los procuradores de las çibdades e villas de sus rreynos, para ver con ellos estos fechos, e poner en ellos tal rremedio que a otros fuese escarmiento.
      E la rrespuesta que dió el ynfante e los grandes que con él estaban fué que ellos abían benido en pos dél como su rrey e su señor, por quanto a el ynfante e a ellos dixieron que Albaro de Luna, que después fué condestable, e el duque don Fadrique, e el conde de Benabente, que lo llebaban en mal son, non como rrey debía yr, e que estaban apoderados dél. Pero que se fuesen del castillo el conde don Fadrique e el conde de Benabente, e Albaro de Luna que quedase con el Rey, e que ellos estaban prestos para se yr luego de allí. Y que el Rey biese quién abía abido la culpa con los grandes de su rreyno, e que les diese la penitençia que mereçiese cada vno; e que sobre esta rrazón ellos farían qualquier firmeza que la su merced mandase.
      E el Rey replicó por su carta con Pedro Carrillo que les rrequería e mandaba, so pena de caer en aquellos casos en que caen aquellos que tienen cercado a su rrey, e que se fuesen luego; e ellos ydos, que él quedaría libre en su libre voluntad, e faría aquello que entendiese que cunpliese a su seruiçio e bien de sus rreynos. E que no era rrazón, ny se fallaría en ningún Derecho, que los sus súbditos vasallos deben andar en nyngún partido con su rrey e con su señor.
      A lo qual el ynfante rreplicó que, con consejo de los grandes que con él estaban, que él e ellos abían benido en pos dél como en pos de su rrey e señor, e catando que mostrarían por Derecho que desque vn rrey su señor por tal manera va, que los grandes de sus rreynos e los otros sus vasallos se deben yr en pos dél, a saber de su yntençión, en cúyo poder yba. E agora, pues sabían su yntençión, que querían conplir sus cartas e mandado, e se querían yr.
      E luego partió de ally el ynfante e los grandes que allí estaban con él. E fuéronse a vn monesterio que está a media legua de Toledo que llaman La Sisla, e de ally fué a Ocaña. E dende a dos días partió el Rey don Jhoán de Montalbán; e yendo por su camino, a vna legoa de Montalbán, topó con el rrey don Jhoan de Nabarra, e con el almirante don Alfonso Enrriquez, e con el conde de Castro, don Diego Gómez de Sandobal, e con Fernán Alfonso de Robles, su contador mayor.
      E asy tornaron con él fasta Talabera, donde tobo la pascoa de Nabidad. E fuése este día a comer e a dormir al castillo de Villalba, que era de Diego López de Ayala, fijo de Fernánd Albarez, señor de Oropesa. E otro día, víspera de Nabidad, fuése a Talabera, a tener la fiesta.
      E pasada la fiesta, año de beynte y vno, fuése para Aguilar de Canpo, a tornar en sy el condado de Castañeda, que abía dado a Garçi Fernández Manrrique, contra su voluntad. E desque llegó a Aguilar, falló que vn abad que llamaban el arçipreste de Çaballos que le defendía el condado contra su voluntad, e mandólo prender, e enbiólo a Palençuela, e tornó el condado para su corona. E el arçipreste murió en aquella cárzel, e enterráronlo en la cava, pegado al adarve. E este arçipreste era muy enparentado en aquella tierra, e muy poderoso.
      E de Aguilar continuó su camino, e bínose para Madrid, e de allí trató con el ynfante don Enrrique, que a la sazón estaba en Ocaña. En tal manera fueron los tratos, que ovo de benyr a Madrid, do estaba el Rey, sábado en la tarde, treze días de junio del año del Señor de mill e quatroçientos e veinte y dos años. E mandó el Rey que lo saliesen a rreçebir los procuradores de las çibdades e villas de sus rreynos, e otros caballeros que no eran de su Consejo. Pero no salió ninguno de los grandes que allí estaban.
      E venían con el ynfante Garçi Fernández Manrrique, su mayordomo mayor, conde que después fué de Castañeda. E avn que este Garçi Fernández fué avisado que se tornase, si no que sería preso, nunca quiso, antes dixo que nunca Dios quisiese que él fiçiese tan gran maldad que dexase quien tantos vienes abía rreçebido, en tal tienpo, e que su señor fiziese dél lo que su merçed fuése. E asy llegado a Madrid, fué al alcáçar, e fizo rreberençia al Rey su señor, e tornóse a vna posada que le mandó dar, la qual era de Ruy Gonzales de Clavijo.
      Otro día, domingo, de que ovo oydo misa el Rey, enbió por el ynfante su primo, e por Garçi Fernandez Manrrique. E el Rey les estaba esperando en la su gran sala, e todos los grandes de su Consejo ally. E desque llegó el ynfante, mandóle sentar, e díxole estas palabras:
      -Infante, por algunas cossas que cunplen a mi seruiçio e al pro e bien de mis rreynos, yo vos mando que seades detenydo.
      E el ynfante rrespondió sus salvas, según que en tal caso se rrequería fazer. E luego el Rey mandó a Garçi Álvares, señor de Oropesa, que lo llebase e lo posiese en la torre de Vayona, que es dentro en el alcáçar. E luego mandó a Garçi Fernández Manrrique que fuése preso; e mandó a Pedro de Portocarrero que lo pusiese en la torre de ençima de la puerta del alcáçar.
      E de allí adelante, fué llebado el ynfante, a pocos días, al castillo de Mora, el qual llebó Garci Albarez.  E lo entregó a Fernán Pérez de Ilescas, maestresala del Rey. E fué llebado Garçi Fernández Manrrique, mayordomo mayor del ynfante don  Enrrique, a Avila, e fué entregado a Gil Gonzales de Avila.
      E a la sazón que fué preso el ynfante, estaba con el Rey el duque don Fadrique, e Albaro de Luna, e el almirante don Alfonso Enrriques, e el maestre de Calatraba, don Luys de Guzmán, e el maestre de Alcántara, don Jhoan de Sotomayor. E vn día antes que el ynfante viniese a Madrid, fuése el ynfante don Jhoan su hermano a vna aldea çerca de Madrid, e llebó consigo al arçobispo de Toledo, don Sancho de Rojas, e al adelantado de Castilla don Diego Gómez de Sandobal, sobrino del arcobispo, fijo de su hermano, conde que fué de Castroxeríz. E por el gran dehudo e hermandad que abra en los ynfantes, e por quanto el arçobispo e el conde de Castro eran criança e fechura de don Fernando, rrey de Aragón que fué, avsentáronse de Madrid, avnque sabían el trato, por no açertarse en ello. E desque fué preso el ynfante, otro día beniéronse a Madrid.
      E dende partió el Rey a Valladolid. E la primera vez que, el Rey don Jhoan se ensayó en arnés rreal de justa fué en Çigales, e ensayóse mucho bien. E en este tienpo hera de hedad de diez e ocho años.
      Miércoles, diez e ocho días de setiembre, año de mill e quatroçientos e veynte e tres años, día de Sancta María, fizo el Rey duque de Arjona al conde don Fadrique, sin cerimonia alguna, en Valladolid.
      En este mes de setiembre e año suso escripto, fizo el Rey su condestable a su criado Albaro de Luna, estando en Tordesyllas, con muchas çerimonias. Este condestable dió muchas dádibas de caballos, e muchas rropas, a todos los caballeros  que a la sazón ally estaban. Este día dió el Rey muchas rropas de azeytuny brocado, e muchas rropas de seda e de lana forradas en martas, a todos los de su cassa, e muchas joyas. E fizo justar a estos cavalleros de su cassa.
      E luego el domingo seguiente, a beynte días deste mes, le dió a San Esteban, e lo fizo conde della. E quando estas dádybas dió, avn no se abra fecho las barbas con nabaja, las quales barbas él las fizo miércoles en la noche, a catorze días de octubre, año suso escripto, e fízolas en lugar que dizen El Abadía, que está a çinco legoas de Plasencia.
      Jueves a seys días de henero, año del Señor de mill e quatroçientos e veynte y çinco años, día de los Reyes, a vna ora, e dos terçias después de media noche, naçió en el nombre de Dios el ynfante don Enrrique, primogénito de Castilla, fijo, del muy noble señor Rey don Jhoan; e quando el señor ynfante, nasçió, su padre no abia cunplido veynte años con dos meses. E este ynfante naçió en Valladolid, en las cassas de Diego Sánches de Valladolid, contador mayor de las quentas del Rey.
      Miércoles a veinte y ocho días del mes de março, año del Señor de mill y quatroçientos y veinte y çinco años, fué la primera vez que justó el Rey don Jhoan en arnés rreal en la Cassa de la Ribera, a dos legoas de Tordesillas; e justó con Ruy Días de Mendoça, su mayordomo mayor. El Rey encontróle tres vezes en la vuelta del escudo; e fizo vna carrera con Lope de Alarcón, su criado, e encontróle el Rey a Lope de Alarcón en medio del escudo, e fizo vna vara tres pedaços, e tomó Lope de Alarcón vn gran rrebez. Vasta, que lo fizo tan bien el Rey, que todos los que mirauan ovieron muy gran plazer dello. E a la sazón era de veinte años.
      Sábado veynte e vn días del mes de abril, año suso escripto de mill y quatroçientos y veinte e çinco años, el Rey don Jhoan fizo a su fijo el ynfante don Enrrique prinçipe de Asturias.
      Este año suso dicho, el rrey don Alfonso de Aragón ayuntó quanta gente pudo para entrar en Castilla, a soltar al ynfante don Enrrique su hermano. E el rrey don Jhoan de Castilla ayuntó mucha gente para le rresistir la entrada. E llegando a Palençuela, sentió que algunos cavalleros de los grandes de su rreyno daban favor al rrey de Aragón; en tanto grado, que después de algunos tratos, dellos públicos y dellos secretos, domingo a siete días del mes de otubre, estando el Rey de Castilla en Palençuela, mandó soltar al ynfante don Enrrique, maestre de Santiago. E fué entregado a Pero Garçia, mariscal del Rey, e a Sancho de Stúñiga, fijo de Diego López de Stúñiga, que era a la sazón mariscal del ynfante; e mandó el Rey que lo entregasen al rrey don Jhoan de Nabarra, que estaba en Aragón, para que lo entregase al rrey de Aragón, don Alfonso, su hermano.
      E esto asy fecho, partió el Rey de Castilla para Roa, e el rrey de Nabarra partió de Aragón, continuando su camino para Roa, donde estaba el Rey don Jhoan. E llegó a la villa de Roa martes, onze días del mes de dezienbre, año de mill e quatroçientos e beynte y çinco años.
      El Rey don Jhoan saliólo a rresçebir fasta media legoa e venía con él Pero Manrrique, adelantado de León, el qual, estaba en Aragón ayrado del Rey; el qual perdonó quando mandó soltar al ynfante don Enrique. E venido el rrey de Nabarra en Castilla, como dicho es, luego començó a llegar a sy a los grandes del rreyno, e tratar con ellos secretamente cómo desbiasen de la corte e de la voluntad del Rey al condestable.
      E falló para ello aparejadas las voluntades de muchos de los grandes del rreyno, e conoçiendo que por vía de suplicaçiones no lo podrían acabar con el Rey, acordaron de lo fazer poderosamente. Para lo qual acordaron de ayuntar todas quantas más gentes podiesen, en Valladolid. Y el señor Rey estaba en Simancas. E asymesmo acordaron de enbiar por el ynfante don Enrrique, maestre de Santiago, que estava en Aragón; e qual vino, sin liçençia del Rey, e entró en Valladolid martes trece días de agosto, año de mill e quatroçientos e veinte y syete años.
      E ayuntados en Valladolid, el rrey de Nabarra, e el ynfante don Enrrique, e muchos cavalleros, perlados e maestres la mayor parte del rreyno, todos juntamente enbiaron al Rey suplicaçiones, pidiéndole por merçed que mandase apartar de sy e de su corte al dicho condestable, dándole para ello muchas causas e rrazones. Sobre lo qual hubo muchos debates e contiendas; pero al fin, acatando el señor Rey cómo la mayor parte de su rreyno estaba alterada e escandaliçada sobre esta rrazón, e por escusar otros mayores bolliçios e escándalos, ovo de condeçender para que estos debates se conprometiesen en manos del almirante don Alfonso Enrríquez e de Fernán Alfonso de Robles, por parte del condestable, e del adelantado Pero Manrrique e del maestre de Calatrava, don Luys de Guzmán, por la otra parte.  
      E fué acordado que lo fuesen a determinar a la puente de Duero. E luego el biernes siguiente, a veinte y nuebe días del dicho mes de agosto, los quatro deputados no se acordaron en la puente de Duero, e fuéronse a San Benito de Valladolid, por mandado del Rey, sin descavalgar en otra parte; por quanto hera puesto por mandado del Rey el prior fray Jhoan de Azebedo con los suso escriptos, para que biese e determinase los devates que eran entre los quatro deputados; para que el dicho prior, vien bistas las rrazones de aquellos quatro, se allegase a los dos que mejor rrazón e justa toviesen. E aquella valiese, e todos estobiesen por aquella determinaçión. 
      E luego los deputados, el sábado siguiente, a treynta días del mes de agosto, determinaron que el Rey partiese de Simancas e se fuese a Çigales, e su condestable que quedase en Simancas. E que ay vernian el rrey de Navarra, e el ynfante don Enrrique, e don Diego Gómez de Sandoval, conde de Castro, e los maestres de Calatrava e de Alcántara, e Pero Manrrique, e Pedro de Velasco, e Iñigo López de Mendoça, señor de Buytrago e de Fita, e el obispo de Palençia, don Gutierre de Toledo, e Fernán Alvarez su sobrino, señor de Valdecorneja.
      E luego, lunes siguiente, primero día de setienbre, veniendo el Rey a Çigales, vino el rrey de Nabarra, en la mañana, a fazer rreberençia a su señor el Rey de Castilla, con çinquenta cavalleros e escuderos, e no paje nenguno. E salió el Rey a él quanto vn tiro de vallesta. E fizo colaçión con el Rey, e estobo con él aparte en la cámara de los paños; e de ally se despedió e tornóse a Valladolid.
      El ynfante don Enrrique vino ese día en la tarde, de por semejante manera, e salió a él çerca del logar, en somo de vn caballo. E el ynfante desque llegó fasta doze o quinze pasadas dél, descendió de la mula en que venía, e vesó la mano, e diéronse paz. E voluió a cabalgar el ynfante, e llebólo el señor Rey consygo fasta el castillo de Çigales, en varrera, do estaba el asentamiento donde él lo abía dé rrezebir, e fizieron colacolaçión; e esto[vo] vn poco el ynfante con el Rey, las rodillas fincadas, e luego se despidió e voluió a Valladolid.
      Jueves siguiente, a quatro días del mes de setiembre, dieron sentençia los deputados: que se fuese el condestable don Alvaro de Luna por año e medio de la corte, e todos sus familiares. E este jueves en la noche a tres oras, que se queria yr acostar el Rey, vino el rrey de Nabarra a Çigales, e enbió dezir al Rey de Castilla que quería estar con él. E el Rey salió allí a la barrera del castillo de Çigales; e estovo con el señor Rey, pidiéndole por merced que cunpliese la sentençia, que asy cunplía a su seruicio. Que todos heran prestos a su seruicio e mandado.
      E el señor Rey rrespondió que él vería en ello, e que rrespondería; agrabiando mucho la su benida a tal ora. E venía con el rrey de Nabarra el conde de Castro, e Pedro de Velasco, e Iñigo López de Mendoça, e el obispo de Palençia, e Fernánd Alvarez su sobrino, e Diego Pérez Sarmiento, e Pero López de Ayala, e otros muchos cavalleros, que serían fasta ochoçientos cuerpos de honbres. E el Rey don Jhoan, así despedido el rrey de Nabarra, estobo quedo fasta que se fué, e tornóse en fermosa continençia a su cámara. E de la tal venida, por ser a tal ora, ovo el Rey dello gran sentimiento.
      Sábado siguiente, seys días del mes de setiembre, año que suso dize de mill y quatroçientos e veynte y siete años, partió don Albaro de Luna, condestable de Castilla, de Simancas para Santesteban, e fué a comer a Tudela de Duero. E yvan con él muchos cavalleros e gentiles hombres de su cassa.
      Juebes a onze días de setienbre, año suso dicho, partió el Rey de Castilla de Çigales, e vino a Valladolid. E saliéronlo a rreçebir el rrey de Navarra, e el ynfante don Enrrique su, hermano, primos del señor Rey, e otros muchos cavalleros e perlados, e maestres de las Órdenes, según es rrazón. E posó en San Benito de Valladolid, e fízose ay oy día el Consejo todo vno.
      Miércoles diez e seys días deste mes de setiembre, después de comer, partió el Rey de Valladolid, e fué a dormir a Fuentes, logar de Jhoan Sanches de Tovar. Viernes siguiente, a diez y nuebe días deste mes de setienbre, partió el Rey de Fuentes, e fué a dormir a Tudela de Duero.
      Lunes siguiente, veinte e dos días del mes de setiembre deste año, fué preso Fernán Alfonso de Robles, contador mayor del Rey de Castilla. E prendióle Ruy Díaz de Mendoça, mayordomo mayor del señor Rey; e llebólo al alcáçar de Segobia, por mandado del Rey. El qual fué preso en Tudela; e fué acordado de su presión en las heras de Burguillos. E esta prisión procuraron algunos cavalleros, por enojo que dél tenían de los hechos pasados; e asymismo por quanto el señor Rey le dió mucha fee syenpre, e rrecelavan que les enpacharía mucho sy ally estubiese. E al señor Rey plogo de su prisión, e dió lugar a ello, porque fué en dar sentençia para que el condestable saliese de la corte.
      Este día, lunes, veinte y dos días de setiembre, fué preso en la dicha Tudela don Abrahén Bienveniste, judío muy caudaloso, el qual avía dos años que hera puesto por tratador en todos los devates qué eran entre el señor Rey e el rrey de Aragón su primo. Eso mysmo era tratador entre los fechos del ynfante don Enrrique e de todos los otros caballeros que estaban en dibisión. E este don Abrahén fué preso en poder de Pero Carrillo de Huete, falconero mayor del señor Rey, por mandado del dicho señor Rey.
      Sábado veinte y çinco días del mes de otubre, año de mill e quatroçientos e veinte y siete años, fué el primero canpo que nuestro señor el Rey dió. El qual campo dió a Velasco de Varnuevo, e éste hera el reptador, e Velasco de la Torre era el reptado. E ésto fué en la çibdad de Segobia, estando nuestro señor el Rey ende. E fízose el canpo en el canpo que dizen de San Jhoan de Requexada.
      Miércoles en la noche, a veinte y seys días del mes de novienbre del año de mill y quatroçientos e veynte y siete años, estando nuestro señor el Rey en la çibdad de Segobia, se dotó la ynfanta doña Catalina, fija del rrey don Enrique de buena memoria, que Dios quiera perdonar, el qual dote le dió nuestro señor el Rey, su hermano, en esta manera: doçientos e çinquenta mill florines de oro e seys mill vasallos.
      Viernes a diez y nuebe días andados del mes de dizienbre, fué nuestro señor el Rey a ver a la ynfanta doña Catalina, a La Losa, dos legoas e media de Segobia, e volvióse a comer a la çibdad. A la qual avía syete años que no la abía visto.
      Miércoles veynte y quatro días deste mes de dezienbre, víspera de pascoa de Nabidad, vino el ynfante don Enrique con nuestro señor el Rey a Turuégano, a ver a la señora Reyna su hermana, a la qual nunca abía visto después que lo prendieron.     
      En seys días del mes de henero, año del Señor de mill e quatroçientos e veinte y ocho años, día de los Reyes, murió Ruy López de Abalos, condestable que fué de Castilla, en Teruel, do estava el rrey don Alfonso de Aragón, estando sus fechos de Ruy López de Avalos en determinaçión de librarse. E otros fechos heran tenidos por esta cavsa, e trabajándolo el ynfante don Enrrique en quanto podía con el señor Rey de Castilla, el qual estava bien duro en ello. E plugo a Dios que lo atajó desta manera.
      Viernes a diez y seys días del mes de henero de este año del Señor de mill e quatrocientos e veynte e ocho años, mandó el señor Rey don Jhoan de Castilla que se desatasen todas las lías de su rreyno, e que no fuesen fechas dende adelante más sin su liçençia y mandado.
      Después, como vieron algunos cavalleros de los principales que el rrey de Navarra e el ynfante don Enrrique su hermano tenían en los fechos del rreyno tan gran logar que a ellos les cavía poca parte, e asymismo acatando que no podían desviar de la voluntad al Rey al su condestable, començaron a tratar secretamente de lo tornar a la corte. Pero no pudo ser el trato tan secreto, que no fuese sentido del rrey de Nabarra e del ynfante. E como lo sentieron, deliberaron ellos de tener manera cómo viniese por su mano. Para lo qual fablaron luego con el Rey, e trataron con el condestable, e finalmente conciuyóse su venida, por la manera que se rrelata en este capitulo siguiente.

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CAPÍTULO CLXXVI
De la muerte de don Enrrique de Villena.




MIÉRCOLES a 15 días del mes de dizienbre, año del Señor de 1434 años, estando el Rey en la su villa de Madrid, murió don Enrrique de Villena, en el monesterio de San Fran­cisco, a donde le abían dado por posada; el qual fallesçió en cinco días. Este don Enrrique era fijo de la rreyna doña Jhoana, fija del rrey don Enrrique el Viejo, e era fijo del marqués de Villena.











CAPÍTULO CLXXVII
Del estado que alcançó e perdió este don Enrrique.

Este don Enrrique fué casado con doña María de Albor­noz, fija de don Jhoan de Albornoz, fijo de miser Gómez de Albornoz, senador de Roma, e de doña Costança de Villena, fija del conde don Tello, señora de Alcoçer e de Torralua e de Salmerón. E el rrey don Enrrique, fijo del rrey don Jhoan el Viejo, queríalo bien, e fizo conde de Cangas e Tineo.

En vida de este rrey don Enrrique tóuose manera con doña María su muger fuese puesta en [un] monasterio,e don Enrrique fué maestre de Calatraua, por vacación del maestre don Gon­zalo Núñez de Guzmán. E esta doña María su muger no podía ser monja, por quanto eran casados; e después que fallesçio el rrey, con justicia le fué tirado el maestradgo, por ser casado, en tal manera que ni le quedó el condado ni el maestradgo.

Este don Enrrique tornó a su muger, e desque se bió des­puesto de todo su estado, soplicó al Rey don Jhoan, fijo del rrey don Enrrique, pediéndole por merced que le diese en qué vibiese. E el Rey, acatando el debdo que tenía con él, e aca­tando más cómo este don Enrrique de derecho era suyo el mar­quesado, por quanto avía sydo del marqués de Villena su abue­lo, el qual él rrenunçió, e diéronle por su vida la villa de Yniesta [e] ciento cincuenta mil marauedís para su mantenimiento.

Este don Enrrique fué sabio a maravilla, así en Astrología como en otras çiençias todas, e muy sotil en todo; e sabía dezir bien lo que quería. E al tienpo que él fallesçió, estaua en gran menester, e gotoso de los pies e de las manos. Tanto, que no podía beuer con sus manos ni menearse de los pies, que sus es­cuderos lo caualgauan e descaualgauan. E vino a tanto menes­ter, que de todo quanto estado tenía descendió a tener diez ca-ualgaduras muy pobres.

¡Este es Dios nuestro señor, que faze maravillas porque las gentes conozcan quanto aprouechan las çiençias e artes de Astrología ni de Alquimia, ni de Nygrumançia, de las quales éste se dezía ser vno de los mayores sabios del mundo!

E después que fallesçiese don Enrrique, el Rey mandó traer a su cámara todos los libros que él tenía en la villa de Yniesta; e traydos, mandó al maestro fray Lope de Varrientos, maestro del Prínçipe, que los catase sy avía algunas çiençias. E el maes­tro, como era derecho seruidor del Rey, apartó çerca de çinquenta volumes de libros de malas artes vanas e defendidas, e dio por consejo al Rey que las mandase quemar. E dio el Rey el cargo dello al dicho maestro; e luego lo puso en execuçión.

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