Por JOSÉ ESTEBAN
Detenerse hoy ante la figura y la obra de Alicio Garcitoral, exiliado desde 1936 y que publicó su primera novela "Oleaje" en 1929, significa encontrarse con un destacado escritor y un verdadero republicano, desconocido entre nosotros.
Nacido en Gijón, en 1907, comenzó desde muy joven sus colaboraciones en diferentes periódicos locales. Socio del Ateneo, inició allí su formación cultural, a la vez que se acercaba a formaciones republicanas. Se trasladó después, muy joven, a Madrid, trabajando en una compañía de seguros, de la que llegó a ser inspector.
Como la mayoría de los miembros de esa generación de la República, cumplió un servicio militar en Marruecos, a finales de 1925, coincidiendo con el desembarco y toma de Alhucemas. Durante 1926, residió en Portugal. Fruto de esta estancia fue "Notas sobre Portugal" (1928), eliminado hoy por el autor de sus Obras Completas. Vuelto a España publicó "Breviario de la dictadura" (1929), libro extraño, difícil, en la que trataba de defender una República con plenos poderes.
Se iniciaba al mismo tiempo su vida política. Adscrito al Partido Republicano Radical Socialista, llegó pronto a ser secretario de actas de un distrito, secretario de distrito y Secretario del Comité Ejecutivo del Partido en Madrid. Colaboró al tiempo con Marcelino Domingo en el seno del Comité Ejecutivo Nacional. Aparecieron entonces, 1930, "La ruta de Marcelino Domingo", uno de los pocos libros dedicados al dirigente y ministro de la Segunda República, e "Italia con camisa negra", uno de los primeros ensayos españoles sobre el pujante fascismo italiano.
Participó ese mismo año en el levantamiento revolucionario de diciembre, con Sánchez Guerra, siendo apresado. Al llegar la República fue nombrado gobernador civil de Cuenca (agosto, 1931), cargo del que dimitió a finales de 1932. Esta inolvidable experiencia se concretó en la novela "El crimen de Cuenca" (1932), que apareció en edición limitada. Ocupó después otros cargos, tales como Secretario Político del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio y, en 1933, marchó a Buenos Aires como delegado de la República con la exposición del libro español en Argentina.
Iniciada la guerra civil, salió de España, pidiendo en Ginebra la intervención pacífica de la América de habla española. Radicado más tarde en Buenos Aires, comenzó sus colaboraciones en diferentes órganos de prensa. Actualmente reside en Boston, desde dónde, y a pesar de su alta edad, lleva a cabo una apasionante labor de escritor y propagandista de los ideales republicanos, vistos desde una óptica muy personal. Ya desde 1934 se declaró republicano independiente.
Su obra literaria, iniciada como decimos en 1929, ha continuado durante su largo y casi exasperante exilio, con ensayos políticos e históricos en busca de las raíces y el problema de España, y todo ello a espaldas de sus paisanos, que le ignoran, ya a pesar de que su nombre diga muy poco a los españoles de hoy.
Según sus propias palabras, su verdadero testamento para sus paisanos es su libro voluminoso "La edad democrática", desconocido e ignorado, pero del que su autor espera pronto una gran repercusión.
Desde su exilio nos llegan de vez en cuando sus cartas colectivas, noticias de sus libros, de su incansable actividad. Recientemente un folleto titulado "España y República", donde se afirma en su obsesión y necesidad de una República para España y donde leemos cosas tan sensatas políticamente como éstas: "La República la impone la propia España cada vez que ésta se despoja del viejo andador monárquico, que ya no es andador. El sistema republicano no lo para nadie en todo el ámbito mundial; tan es así que las monarquías supervivientes tratan de parecer repúblicas. Pero en España la preparación es necesaria. El punto de arranque verdadero ya lo hemos indicado: los únicos dos años y medio de República (1931-1933)".
De su obra novelística, hoy olvidada, cabría destacar "El crimen de Cuenca", relato político-social, sin ninguna concesión al lirismo anterior, y testimonio hoy de un valor irreprochable para el conocimiento y comprensión de lo que fue la República y sus pocas posibilidades de superación. Cumple así "El crimen de Cuenca" la tarea de recoger para los dominios de la literatura la inspiración de una época de la historia de España llena de dramático interés y de sugestiones inolvidables. Como un adelanto de la historia, esta novela refleja el ambiente y la atmósfera que hizo incompatible al pueblo con las instituciones tradicionales.
Incluido por Gonzalo Santonja y yo mismo como novelista social, publicamos en nuestro estudio antológico "Los novelistas sociales españoles (1928-1936)", su novela corta "La fábrica". Relato fuerte, de trazado lineal, recuerda un guión cinematográfico y que, a pesar de algún esquematismo, podemos considerar como una pequeña joya de la literatura social y revolucionaria del momento.
¿Cómo hubiera sido la obra de Garcitoral en otras circunstancias? No dudamos en afirmar que importante y significativa. Nuestros juicios se refieren solamente a producida hasta sus primeros treinta y dos años. Pero, a pesar de todo, ahí quedan sus antológicas páginas como una muestra de un escritor ante su destino, que debió haber sido republicano. Y nuestro recuerdo al quizá más viejo de nuestros exiliados, como testimonio de admiración de una vida entregada al trabajo y a la hoy olvidada y aún denostada utopía.
** Alicio Garcitoral, nació en Gijón el 6 de octubre de 1902 y falleció en Quincy (Massachussets, EE.UU.) en los primeros días de enero de 2003.
"De un modo ciertamente
inesperado (al menos hasta hace un par de semanas) se ha producido el
reencuentro de Cuenca con uno de esos personajes (tantos ya, docenas) sumidos
en el olvido cuando no la incomprensión o el desapego".
José Luis Muñoz
Voces de Cuenca
29/05/2013
De un modo ciertamente inesperado
(al menos hasta hace un par de semanas) se ha producido el reencuentro de
Cuenca con uno de esos personajes (tantos ya, docenas) sumidos en el olvido
cuando no la incomprensión o el desapego. Alicio Garcitoral (Gijón, 1902 /
Quincy, Massachusetts, 2003) tuvo una corta, pero en verdad muy intensa,
relación con Cuenca en los meses iniciales de la República, cuando fue nombrado
gobernador civil el 26 de agosto de 1931, cargo en el que permaneció apenas
cuatro meses y medio, pues fue cesado el 18 de enero de 1932. Tan escueta
presencia refleja con claridad, aunque sea un caso anecdótico, el profundo
drama institucional, político e incluso personal en que estuvo sumida la
República y que habría de conducir finalmente a la desintegración del régimen y
la guerra civil. Pues, en efecto, Garcitoral, republicano convencido hasta el
punto de actuar como un misionero activista, dispuesto a convencer a todo el
mundo y a toda prisa de las bondades del sistema, sin tener en cuenta las
limitaciones de una provincia agraria, rural, analfabeta y conservadora y, lo
que es peor (fue peor para él y para el régimen) sin tener en cuenta que ni
siquiera sus presuntos compañeros de viaje estaban convencidos de la bondad del
sistema. Zancadilleado desde el interior, boicoteado por otras instituciones
(singularmente por el obispado) e ignorado por el pueblo, la pretensión del
gobernador civil de imponer la República a toda costa chocó con un muro
infranqueable y fue destituido de inmediato por los mismos que le habían
nombrado. Aún ocupó algunos otros cargos, de escasa relevancia, en el gobierno
antes de que, nada más iniciarse la guerra civil, emprendiera el exilio a
Buenos Aires y luego a Estados Unidos, donde se radicó de manera definitiva
hasta morir cuando tenía ya 101 años, manteniendo incólume en la firmeza de sus
ideas republicanas a través de una obra literaria muy fecunda aunque
mínimamente conocida en España, a través de ensayos políticos e históricos en
los que siempre buscó una interpretación del modo de ser y estar de los
españoles, a los que intentó comprender aún desde la distancia.
En su obra literaria narrativa
ocupa un lugar excepcional la novela “El crimen de Cuenca”, calificada por los
estudiosos como relato político-social y testimonial necesario para un mejor
conocimiento de lo que fue (intentó ser) la República, sus circunstancias y los
motivos del fracaso colectivo de un intento que apenas si consiguió alcanzar
niveles de mínima consolidación. Escrita de una manera desgarrada, apenas en
cuatro meses, sin concesiones estilísticas de ningún tipo, con una expresión
directa en la que las descripciones ambientales dejan paso a un lúcido análisis
de la situación de la provincia, la obra refleja con trazos enérgicos la
situación de la provincia de Cuenca, la actuación de los grupos de poder, los
obstáculos impuestos a la consolidación de las ideas democráticas y
participativas, la resistencia del estamento caciquil, la incomprensión de las
clases populares y, en fin, la existencia de tensiones frente a las que el
joven y animoso gobernador pretendió imponer sus criterios, chocando con un
auténtico muro que finalmente dio al traste con su propósito.
La novela fue publicada inicialmente
en 1932 y de ella se hizo una edición facsímil en 1981 por Editorial Ayuso, con
estudio introductorio de José Esteban. Pese a estas dos versiones, puede
decirse que “El crimen de Cuenca” es una de esas extraordinarias joyas
literarias que pululan por los anaqueles de lo desconocido, de donde los
recupera ahora Juan Carlos Peñuelas, autor de un nuevo estudio que ayuda a
situar con perspectiva moderna y nuevos datos la obra de Alicio Garcitorial que
de esa forma renace de sus cenizas para volver a vivir un nuevo periodo de
actualidad. El estudio a que nos referimos resulta singularmente brillante en
la manera en que produce un acercamiento directo y profundo a las
circunstancias de la época, ayudándonos a conocer los entresijos, ciertamente
complicados, de la sociedad conquense, apenas dispuesta a admitir de buena gana
el nuevo régimen republicano y menos aún a aceptar dócilmente el proselitismo
militante y activo desarrollado por su joven y animoso gobernador. Peñuelas,
que ha realizado su tesis doctora sobre aquella época en Cuenca, acomete la
difícil tarea de intentar descifrar las clases que Garcitoral incorpora al
relato, en forma de apelativos ficticios con lo que se ocultan los nombres
reales y con referencia directas a situaciones concretas no siempre bien
localizadas. Se trata de un trabajo brillante y esclarecedor que nos ayudará a
comprender mejor lo que pasó y por qué pasó. Y que, además, nos permite
recuperar, siquiera momentáneamente, la olvidada figura de Alicio Garcitoral,
gobernador civil de Cuenca.
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