jueves

LA HIJA DE CERVANTES (Part. II)

LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA
 Y AMERICANA
JULIO DE SIGUENZA
8 de ABRIL de 1.883


SEGÚN el muy ilustrado Sr. Rosell, dignísimo director de nuestra Biblioteca Nacional, y también académico de la Historia como Navarrete y el Sr. Marqués de Molins, «á fines de 1584, entrado ya (Cervantes) en " los treinta y siete años de edad, dio al público los seis libros de La Galatea, novela pastoral, de que prometió una segunda parte, que probablemente no escribió nunca. Galatea, la protagonista de esta obra, era, según conjeturas muy fundadas, doña Catalina Palacios Salazar, descendiente de una casa solariega de la villa de Esquivias, en la provincia de Toledo, con quien, ó por lisonjearse de la fortuna que habia de hacer como escritor, ó por creerla asi más asegurada, ó por razones, en fin, de intimidad entre las familias, contrajo Cervantes matrimonio en la misma época». Esto dice el Sr. Rosell; habiéndome atrevido á subrayar algunas frases, por lo que de interesantes tienen por mas de un concepto, como veremos luego.

Copio también lo siguiente, antes de exponer mi juicio, y porque asi conviene. Me refiero á la Memoria del señor Marqués de Molins, pág. 90, en que dice :

«Entre las personas que aparecen en la gloriosa y trabajada vida de Cervantes, ninguna más noble, más digna, más simpática, que la de esta señora.» Habla de Dª Catalina Palacios. Y continúa : «Era joven, de ilustre familia, de incomparable belleza y de tan alto y subido entendimiento, que las discretas damas, en los Reales palacios crecidas y al discreto tracto de la corte acostumbradas, se tuvieran por dichosas i parescerla en algo, asi en la discreción como en la hermosura. Y, sin embargo, no desdeñó unir su suerte á la infelicísima del Manco de Lepanto».

Y concluye el Sr. Marqués de Molins : «Ella le inspiró el libro, primicias de su ingenio, La Galatea; etc.» No trascribo más de otros biógrafos, por serme sobrados los párrafos copiados de los Sres. Molins y Rosell. Y ahora vamos á cuentas.

Hacia el año 1580, y por fallecimiento del cardenal don Enrique, tio del rey D. Sebastian, muerto en África, emprendía Felipe II la conquista del Portugal, cuyo trono debía pertenecerle, á pesar de otros solicitantes.

El Duque de Alba, enviado por el Rey austríaco al frente de las huestes españolas, marchó á Portugal, derrotó á los portugueses en Alcántara, entró en Lisboa, y en menos de dos meses redujo todo el reino á la obediencia de Felipe II.

Cervantes, ya libre de su cautiverio en Argel, vuelve á su patria, y nuevos desengaños le obligan á alistarse en el ejército creado para la ocupación de Portugal, en el tercio de D. Lope de Figueroa. Esto en el expresado año de 1580.

Ahora bien; la rendición del Portugal duró dos meses. De 1580 á 1584, en que Cervantes publicaba los seis primeros libros de su Galatea, van cuatro años de diferencia; y en este espacio de tiempo, fuera de los dos meses de verdadera lucha, escribe su obra, donde retrata en su protagonista á la que iba á ser su mujer á fines del mismo año 1584, á Dª Catalina Palacios Salazar, á la joven de ilustre familia, de incomparable belleza y de tan alto y subido entendimiento, que las discretas damas, en los Reales palacios crecidas y al discreto tracto de la corte acostumbradas, se tuvieran por dichosas de parescerla en algo, asi en la discreción como en la hermosura.

¿Dónde está, pues, esa dama portuguesa que los biógrafos del grande hombre hacen madre de Dª Isabel? Si Cervantes se halló en Portugal durante los dos meses de combate, pocas conquistas amorosas pudo hacer, debiendo volver á su patria al poco tiempo: si continuó en Portugal, tiempo material debió faltarle para escribir los seis libros de La Galatea, en que el recuerdo, el respeto, el amor más puro á Dª Catalina, á la que al finalizar el año 1584 habia de unir los destinos de su vida al suyo, no habían de dejarle espacio suficiente, lugar en su corazón para entibiar un solo momento, a merced de una pasión impura, su inmaculada pasión á Dª Catalina.

No, y mil veces no; Cervantes no conoció ninguna dama portuguesa. Los que tal han afirmado, bajo la fe de una conjetura, agraviaron inconscientemente su memoria, en aras tal vez, digámoslo claro, de atenuación á la conducta de su rival, el gran Lope de Vega.

Este Monstruo de la Naturaleza, que llegó a ser sacerdote, tenia una hija natural, llamada Dª Marcela del Carpió; Cervantes debia tener otra. Aquélla profesó monja en las Trinitarias de Madrid; la hija del segundo debia ser monja al propio tiempo y profesar, como aquélla, en el mismo monasterio. La hija de Lope está enterrada, por consiguiente, bajo las bóvedas de ese santuario, y la hija de Cervantes debe, naturalmente, yacer con ella. ¡Y asi se escribe la historia! ¡Y así se ofende la memoria del más honrado español, del sin igual Cervantes, haciendo de él un truhan, que al propio tiempo que entregaba el corazón á la que iba á ser su eterna compañera, daba las primicias de su amor á una cortesana que no tenia inconveniente de arrojarlas pruebas de su cariño ó de su capricho en los brazos de otra mujer, y ésta recogerlas ni aun con protesta? ¡Desengaño terrible que á los biógrafos de Cervantes guardaba el serio Consejo de Castilla!

No, vuelvo á repetir. No hubo dama portuguesa; no hubo tal hija natural, como no ha habido nada de lo que sobre este particular han escrito los biógrafos del Grande Hombre, como he de seguir probando.

Viene Cervantes á España después de los dos meses de guerra, ó viene en el año 1584; me importa poco. Ello es que, á fin de éste, palabras del Sr. Kosell, publica sus libros de Galatea, y contrae su matrimonio con Dª Catalina Palacios: y esto va á obligarme á meditar un poco.

Puede suponerse, lógica y fundadamente, que, refiriéndose los biógrafos á los últimos meses del año 1584, en que Cervantes casó con Dª Catalina, éstos serian los comprendidos en el cuarto trimestre de aquél. Fijándonos en el primero, ó sea en el de Octubre, tendremos que, de Junio á Julio del siguiente 1585, pudo Dª Catalina dar á luz su hija.

Desde 1585 á 1605, en que Dª Isabel, la hija, declara en la causa de Valladolid, van veinte años; aquélla confiesa, en 20 de Junio de 1605, tener veinte años de edad, es decir, en el mismo ó siguiente mes en que veinte años antes nacia. Esto, según Navarrete. Si nos atenemos á lo que expresan otros biógrafos, de que Dª Isabel declaró ser de edad de poco más de veinte años, resultará lo propio, anticipándonos un mes más en el cálculo que hemos hecho. De todos modos, resulta que la legitimidad de la hija de Cervantes, asegurada bajo la fe pública de Luis de Velasco, y guardada por espacio de siglos bajo el respetuoso polvo del Consejo de Castilla, se encuentra clara y terminantemente comprobada; no temiendo asegurar, bajo su conciencia, el humilde escritor que firma estos renglones, que Dª Isabel de Cervantes Saavedra, ó doña Isabel de Saavedra, fue hija legitima del Grande Hombre Miguel de Cervantes Saavedra y de su legitima esposa, la joven, la incomparablemente bella, la de subido entendimiento, la señora noble, de solar conocido, Dª Catalina Palacios Salazar y Vozmediano.

La hija de Cervantes, y entro en la segunda senda trazada; ¿profesó como monja en las Trinitarias de Madrid, ó fue casada y viuda dos veces?

Volvamos á Navarrete. Dice este señor en su obra, y copia su compañero el señor Marqués de Molins en su Memoria á la página 52 :
«Parece que, recien fundado en Madrid el convento de Trinitarias Descalzas, entró en él de religiosa la hija natural de Cervantes; porque en 1614 profesó en este monasterio una Isabel, habiendo ratificado su profesión en 1618, después de un litigio sobre invalidación ó ilegalidad de la primera, sin expresarse en su asiento (que no firmó) el apellido, edad ni lugar de su naturaleza, ni tampoco la fecha en que murió, cuyas supresiones, que no hay en los asientos de las demás, indican cierta cautela de parte de la Comunidad, como para evitar la nota que supuso se la podia seguir de haberla admitido procediendo de ilegitimo concepto; circunstancias todas que, unidas á la de no saber firmar, como también lo dijo Dª Isabel de Saavedra en la causa de Valladolid, hacen indudable que ésta era aquella monja Isabel, apoyándolo, ademas, la tradición constante de la Comunidad

Vea nuestro caro lector cómo, en un parece, se formó por los historiadores de Cervantes ese gran castillo de naipes, derribado al soplo, que la aparición de los papeles del Consejo, y los datos del Sr. Octavio de Toledo después, han sido causa eficiente.

Y las razones que usa aquel ilustre académico para dar fuerza á su argumento no pueden ser más contundentes.

La hija natural de Cervantes entró de religiosa en las Trinitarias descalzas de Madrid, porque en 1614 profesó en este monasterio una Isabel, como si no hubiera habido en el mundo más Isabeles que Dª Isabel de Cervantes.

Otra razón es la de que en el acto de la profesión no figura «en su asiento (que no firmó) el apellido, edad, ni lugar de su naturaleza, ni tampoco la fecha en que murió, cuyas supresiones, que no hay en los asientos de las demás, indican cierta cautela de parte de la Comunidad, como para evitar la nota», etc.

¡Pobre y mísero Cervantes! ¡No fue suficiente la injusticia de tus contemporáneos para contigo! Ha sido necesario aún que tus admiradores venideros ofendiesen tu memoria y humillasen tu altiva frente en el nombre y hasta en la sangre de tu descendencia.

Pasando por alto lo de las supresiones en el asiento de Dª Isabel, que al Marqués de Molins ha merecido un concepto tan claro, que basta para comprender el cuidado con que Navarrete leyó los antecedentes para su vida de Cervantes, ¿cómo tan ilustre escritor se atrevió á tirar por el suelo la memoria del Grande Hombre y la excelsitud del monasterio de Trinitarias, aherrojándolas ante los pies de un sacerdote? ¿De dónde esa cautela, que cohibía el expresar en el asiento de profesión de Dª Isabel, no sólo el apellido, si que la edad, lugar de su naturaleza y fecha en que murió, cautela no usada con la hija natural de Lope de Vega, Dª Marcela del Carpió?

Veamos lo que dice de esta señora la Crónica de las Religiosas de aquel monasterio, y que ha tenido en sus manos el Sr. Marqués de Molins:
«Tal fue la madre Marcela de San Félix (Dª Marcela del Carpió, en el siglo) , nacida en Madrid, cuyos progenitores nos ha ocultado el olvido ó el mysterio; sólo ha quedado memoria de haver sido mui cercana consanguínea del Padre Fray Luis de la Madre de Dios, Religioso benemérito de nuestra sagrada Descalsez y del famoso poeta español D. Félix de Vega Carpió, que en los últimos años de su vida venia á decir misa á la iglesia de las Madres, por atención á su virtuosa parienta

Nada más lejos de mi ánimo que tratar de ofender, ni aun con el pensamiento, lo que es de suyo respetable, y doblemente para el que esto escribe, entusiasta de todas las creaciones de la dinastía austríaca en España, aunque sin desconocer por esto sus grandes faltas, en todo lo que tiene de valioso el monasterio de monjas Trinitarias de Madrid; y nada menos conforme á mi carácter, modesto de suyo, que blasonar y sobreponerme á los hombres de reconocidísimo talento; pero si la justicia, si la historia, deben ser reflejo, aquélla del derecho de cada uno, y de la verdad ésta, yo me creo en el ineludible deber de ser justo y de ser impartía!.

Doña Marcela del Carpió, que ingresa de novicia en las Trinitarias de esta Corte en 1621; que profesa, á los diez y seis años dé edad, en 1622; que no sólo usa su nombre del siglo, sino que, al tomar el velo de religiosa, añade el de su padre natural, llamándose en el claustro Sor Marcela de San Félix ; que si sus progenitores han de ocultarse en el olvido ó en el misterio (lo que no me extraña), no por ello deja de entreverse cuando se dice : «Haver sido mui cercana consanguínea del famoso poeta español D. Félix de Vega Carpió.» ¿Dicha señora era acaso de otra naturaleza que la hija natural, como la llaman los biógrafos de Cervantes, Dª Isabel?; Por qué ocultar el nombre de ésta, y no el de aquélla ? ¿Por qué no asentar ni la ciudad, ni el lugar del nacimiento, ni aun la fecha en que moria la segunda, cuando todo se sabe de la primera ? Pues qué, ¿era pobre razón la gratitud de aquellas respetables religiosas hacia el hombre, a quien tanto debian, según el Sr. Marqués de Molins, que llegó á ser casi el verdadero fundador del convento, el amparo de aquellas huérfanas, de aquellas pobres mujeres, que con la ausencia del beato Juan Bautista de la Concepción quedaban abandonadas á sus tristes y estériles esfuerzos, para negar á la hija de Cervantes, de su entusiasta protector, lo que no habian negado á la hija del luego sacerdote, el gran Lope de Vega? ¿No habria podido decirse entonces y leerse hoy, caso que aquélla hubiera sido monja, é imitando la crónica de Sor Marcela : «Tal fue la madre Isabel de San Miguel, cuyos progenitores nos ha ocultado el olvido ó el mysterio; sólo ha quedado memoria de haver sido mui cercana consanguínea del famosísimo autor de El Quijote, el Sr. Miguel de Cervantes Saavedra, protector de esta Comunidad y paisano de las primeras Religiosas que profesaron nuestra Regla descalza»? Sí, eso podía haberse dicho: no se dijo, sin embargo, porque era imposible que se dijese. La hija natural de Lope de Vega fue monja trinitaria en Madrid; la hija legítima de Cervantes fue casada y viuda dos veces.
Pero no adelantemos el discurso.


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