martes

La puerta de la Serranía o de la Alcarria, depende como se mire y viaje


VIAJE A LAS ALCARRIAS
Raúl Torres
"El viaje a Priego"
Miércoles, 2 de abril de 2008
www.cuencainformacion.com





Ahí, donde termina la alta Alcarria, 
empieza el pino, hacen cuesta
las viñas, nacen sin esperanza
los centenos; ahí,
donde se oye sobre la piel el canto
de los grajos, está mi pueblo.
(Diego Jesús Jiménez)

Llueve en el camino hacia Priego y los viajeros se recrean entre el eco seco de las gotas sobre el parabris. Las nubes altas juegan a dibujar, esculpir raros seres, brujos que bailan en la leve frontera Alcarria-Sierra y viceversa. Desde el altozano, antes de llegar al pueblo cobrizo y verde como un gitano lorquiano, se abre el inmenso panorama de la Alcarria Alta, tan hermanada por ejemplo, con una Grecia macedónica, que así le parece al viajero visitador alguna vez de la península Helénica. Es como si hasta aquí llegara un hálito de mar invisible. ¿Cuántos verdes en esta primavera alcarreña: diez, catorce? ¡Que venga aquí el pintor de pintores a definirme el verde, padre de todos los verdes! Hasta el cielo, de pronto, es verde, como si la paleta divina jugara al verde que te quiero verde, en este día de primavera, allaónes -como se expresa Víctor de la Vega-, en la extrema lejanía. Atención a la publicidad: "Se vende al espíritu, parcela verde. Razón aquí, en este kilómetro".

Y de pronto ahí está el Priego inédito, el más hermoso aún, durante unos segundos que ya podrían durar una eternidad. Este Priego estirado de ventanas y miradores al Escabas -dentro de la rosa de las aguas, que así definió Pedro de Lorenzo a nuestros ríos, en su "Viaje de los ríos de España", en el Codorno Cuenca representada: cañón, crestería, y el cruce de espadas de los ríos. Tajo, Guadalquivir (seguramente que el autor -Raúl Torres- quiso referirse al Guadiela), Escabas, Cuervo,  Cabriel, Júcar... Esa magnífica rosa de las aguas del escritor enamorado de Cuenca, con otro que llegó a estas sierras desde la rubia, blanca Málaga, harto de mar, don Góngora y Argote, que dijo versos:

  Al son del agua en las piedras
  Y al son del viento en las ramas.

 Ese Escabas alargado camino de no  se sabe donde. Escabas verde (a veces repleto de cangrejos, antes), rompedor, hijo del Júcar amado por el Federico único. Federico de Cuenca (¡Oh, si tuviera, rio. eso que llama memoria el hombre; si tu paso. Júcar, fuese más que cristalina entrega o mirada ambiciosa de crepúsculo...!). Nieto del Mediterráneo.

 Priego del silencio que es eterno homenaje al mar, a Lepanto y a Cervantes que luchara en la batalla celebre: fue allí a hacerse hombre y vino como "El Manco de Lepanto", héroe. Priego, desde este mimbre puro, como una cabaña india del Far-West, es un decorado puro de película mexicana hecha en Hollywood por Sam Pekinpack para ganar un oscar, cualquier año, nuestro más distinguido manchego, cuando lo descubra y haga un film de intriga que no de vaqueros cauwboys.

Los viajeros subidos en lo alto donde reposa el mimbre, otean el Torreón de Despeñaperros -la antigua  muralla, los restos del viejo castillo- que es de planta pentagonal, un par de pisos y bóvedas ojivales. Así, asomado al rio, al Escabas de su vida, el viajero rememora los versos de Diego Jesús Jiménez, Dieguito cuando era amigo; aquellos que dicen:

  Lo recuerdo en los huertos
  De la hoz. levantando
  Sus gozosos altares: o en sus pulpitos verdes
  Donde los lirios, solos, sobre los zopeteros, se incendian
En las aguas
  Rodeados de espadas vegetales y sombras...

  Volvemos a la carretera, y antes de entrar pueblo, saludamos a Julián Parra que sigue con sus botijos blancos, su buen humor, sus muebles viejos y reformados y su sempiterna sonrisa. Nos conoce y se pone feliz:

Roza la palidez vencida de los sauces sus aguas; 
baja lleno de sombras
que mi alma conoce. Yo lo recuerdo ahora, lento,
por las umbrías; en el atardecer: cuando deja
el olor inundado de las sábanas húmedas por entre los olivos.
(Diego Jesús Jiménez)


  -Pues ahora vamos vendiendo pucheros de lumbre baja, alguna cazuela para judías con chorizo, sopas y cocidos.
  -¿Y el mimbre?
  -El mueble de mimbre me lo traen de Villaconejos del Trabaque; y a veces, algunos amigos gitanos.

  Así, entre dos luces del alfar, se ve, al fondo, cerámica negra que extraña.

  -¿Qué es?- pregunta el viajero porque es la primera vez que ve algo así en Priego. Los Magán, que veremos después, nada hacen de esto.

  -Es imitación a la antigua -dice Julián Parra sin darle más importancia-. A la gente le gusta mucho. Se tiñe con betún de Judea y que­da muy bien.

  Más allá de la ventana del cuarto donde se exponen los cacharros, allá lejos, existe un espectáculo de los Hermanos Cohén, cine puro: nubarrones en blanco y negro y quizá el último asno, burro, que hay por estas fronteras de la Alcarria-Serranía, mientras un hombre pensativo, recortado contra el horizonte formado en las orillas del Escabas, canta:

  Quiero ir a su lado; habitar su silencio de su nave
  Abandonada.
  Hasta mi alma sola, llega su olor a invierno en los Mambrillos...


Tiene la vieja luz de los nogales,
el resplandor descalzo de los suelos sagrados
donde oscuros aromas de maderas mojadas
habitan su penumbra. Entre el olor amargo
de los mimbres aún verdes y la lluvia, teje la claridad áspera
de la higuera su perfume dormido.
(Diego Jesús Jiménez)
  

Dice Arturo Culebras, que aunque es de Albalate, parece el cronista de Priego, por lo que escribe, que Carlos V, (nuestro Rey preferido, entre otras cosas porque los Valdés le descubrieron el secreto del potaje conquense en la Ciudad En cantada y vino a catarlo), mandó construir el Puente en 1548 y que a su alrededor se extienden las huertas del verano, época en la que ofrecen pepinos, tomates, higos deliciosos y todos esos frutos, verduras con los que en Priego se hacen las meriendas magnificas en el atardecer del estío, que el viajero ha asistido en algún momento de la mano de Diego Jesús y la familia Bollo. Los Condes de Priego apostaron por el pueblo y se dedicaron a realizar palacios como el que hoy es Ayuntamiento en la Plaza Circundada y habitada por las gentes que se paran para charlar de todo lo que hay por allí, por Cuenca y por la tele.

El último Conde de Priego con Grandeza de España es Don Rafael Castellano Barón, y que lo sea por mucho tiempo, piensa el viajero, mientras va dando una vuelta por todas las calles del hermoso pueblo que, por cierto, las está mojando un aguacero de primavera.

  -Me gustaría ver un buitre leonado- asegura Goliardo.
  -Toma, y a mí un águila real.
  -Que las hay. No lo dudes.
 -Eso dicen los senderistas, que recorren una y otra vez las paredes del Estrecho de Priego y los senderos mas inverosímiles que puedas imaginar.
  -No; solo tienes que mirar, que hacer girar tus ojos.

Los viajeros han bajado hasta el Puente que lleva a Cañamares y, desde los bordes, sumergen la mirada en el agua pura que transparenta las truchas rápidas y escurridizas y los tréboles viviendo su vida subacuática. Hay una luz prodigiosa que va cambiando conforme pasan las nubes hacia Oriente. El Estrecho se apaga o se enciende y de ello solo puede dar fe el iris urgente. Los farallones se abren hacia abajo y ofrecen mínimos senderos para ser andados por artistas andarríos.  

Aquí está la verticalidad para detallarla en versos o captar las formas en el celuloide o las digitales tan de moda. Te llevas las imágenes a casa y no tienes que esperar a pasado mañana, para dar un repaso y ser feliz con el recuerdo de hace un par de horas o tres.



Hay que parar un momento en la Fuente de la Loca y echar un trago. Agua de esta ya no se da en todas partes.

  -A lo mejor esta agua viene de Alcantud- dice el viajero.
  -Venga de donde venga está buena... y bien fresca.
  -¡Y que lo digas!

  Goliardo, el fotógrafo de la Puerta de la Alcarria y más allá, al menos por hoy, sonríe, se le nota feliz haciendo fotos y más fotos.

  -Bueno, en marcha. San Miguel nos espera.

Estamos allá arriba. En la inmensa soledad. Ahora sí; ahora, en pocos minutos, aparecerá el buitre leonado o el águila imperial volando en redondo, como si dominara el mundo—que lo hará- en plena soledad.

  -Seguro que por aquí hay mirto y lentisco.
  -Y sobre todo pinos, muchos pinos- se ríe Goliardo.

Fue Fermín Caballero, el que fuera alcalde de Madrid y ministro de la Gobernación, es el que escribió: Priego, Villa de la Alcarria y Principio de la Serranía Y el viajero, viajando por su querida Cuenca, por los cuatro puntos cardinales, se entera que fue este gran hombre de Barajas de Meló, el que consiguió de la Reina Isabel II, el título de Impertérrita para su ciudad.

Cuenta asimismo Muñoz y Soliva, hablando de Priego que son las voces latinas prior ego que significa "antes yo", o mis bien, "yo rompo, yo destrozo", aludiendo al rio Escabas que atraviesa la sierra por el estrecho de  los Frailes (en las Noticias Conquenses de 1878); que por entonces y por cierto, ya había en el pueblo ciento sesenta  y ocho casas para guardar el vino y dieciocho casas-alfarerías, tres molinos harineros y muchas chozas de pastores: han pasado más de cien años.

  -Antes de llegar al Cristo -dice Goliardo-, ¿quieres que te diga una letrilla o coplilla de Francisco de Salas, poeta humorista?
  -Si; creo que he leído algo de él, sino de La Alcarria, si de la Serranía.
  -Pues dice así:

  El alcarreño sencillo
  En su modo de vivir.
  No sabe jamás salir
  De entre romero y tomillo.
  En cualquier lugarcillo
  Se cría gente muy fiel,
  Y echan los pobres la hiel
  Trabajando como brutos;
  Y, al fin, sus colmados frutos
  Son un poquito de miel.

Los viajeros escalan el cerro montaña, fragoso y repleto de pájaros a pesar de la lluvia que insiste, se detiene y deja alumbrar al sol, todo de vez en cuando, como en primavera perfecta.

De pronto ahí está, en plena soledad, todo un siglo XVI vestido de piedra. Preparadas las naves por don Juan de Austria y sus aliados Roma y Venecia, el conde don Femando Carrillo de Mendoza, el mayordomo mayor de don Juan, ofrece al Todopoderoso fundar un convento religioso por estos lares si salen ilesos de la batalla. Seguro que aquella idea fue aplaudida por don Miguel de Cervantes Saavedra. El Manco de Lepanto para las letras del mundo. Y así, en 1574 se levantó sobre la ermita de San Miguel, el convento. Aunque no saliera ileso, Cervantes envió por estas tierras a su héroe planetario, Don Quijote de la Mancha, que las atravesó -aunque algunos no les interese la idea- camino del mar catalán, hacia Barcelona.



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  -Don Quijote pasó por aquí.
  -Si, porque esto, todo lo que ves, era Mancha de Montearagón.
  -Y que lo digas.
  -La pena es que el Convento esté cerrado; me gustaría rezar al Cristo de la Caridad; ya sabes cuan querido es por todos los habitantes del alrededor.
  -Ahora que recuerdo, ¿sabes que hay además de águilas?
  -¡Mariposas!
  -Sabes que alguna vez ahí, encima de la portería una cuarteta; algo así como:

  Detén el paso y advierte.
  Que este sitio te convida.
  A que mueras en la vida.
  Para vivir en la muerte.

  -¡Claro, hombre, y bellísimas; Federico Muelas lo contó una vez en su "Sorpresa de España"! Quiero que sepas que hay vencejos reales y colirrojos que conviven con el herrerillo común, el capuchino, los garrapinos y el carbonero.
  -jJoder, cuánto sabes!- exclama el viajero que mira lejos, hacia la Alcarria más abierta, la del sur, por las orillas de lo que fue el "Mar de Castilla" que ha dejado visible el antiguo pueblo de Gascas, tan cerca de Buendía y su soledad.
  -¿Nos pasamos por el Monasterio del Rosal?
  -¿A esa maravilla gótica, dejada, abandonada tan tristemente?
  -¡Qué quieres que te diga: eso de España y ellos somos así!
  -¡Pues en otro viaje! Vamos para Valdeolivas que es otro lugar bellísimo y venturoso, con su Pantocrator y sus molinos de viento a medias.
  -Sin aspas.
  -¡Ea!





Nota: Las fotos son "cortesía" de Paulino Córdoba Canales (gracias, amigo)
El artículo completo lo pueden leer haciendo "clic" AQUÍ

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