El peligro de
la normalización de lo que no es normal
La exposición constante a hechos traumáticos -como guerras, crisis
humanitarias o altos niveles de violencia urbana, la corrupción- puede
insensibilizarnos. Diversas investigaciones han demostrado que, por ejemplo,
una semana adicional de combates en una guerra que lleva meses no genera el
mismo nivel de atención mediática ni emocional que los primeros días del
conflicto. Esta desensibilización no ocurre solo a nivel macro; también impacta
a nivel comunitario e individual.
En contextos de alta violencia -como los barrios marginados donde niños y
adolescentes crecen entre tiroteos y crimen- lo anormal comienza a parecer
cotidiano. "Cuando la violencia se vuelve parte del paisaje diario,
deja de escandalizar y comienza a asumirse como parte de la vida",
advierten psicólogos sociales. Y esto puede aumentar la probabilidad de que
esas mismas juventudes reproduzcan patrones de violencia, creyendo que son la
norma.
La repetición constante también juega un papel clave. Cuantas más veces
vemos, escuchamos o vivimos algo -aunque sepamos que está mal- más se reduce
nuestra incomodidad con ello. Es un fenómeno conocido como "habituación".
Se trata de un mecanismo de adaptación mental: para protegerse, el cerebro
simplemente deja de reaccionar con la misma intensidad.
Los medios de comunicación, pieza clave en la percepción pública, no están
exentos de responsabilidad. Estudios muestran que los consumidores de noticias
tienden a molestarse o a evadir la información cuando perciben que se repite
sin ofrecer soluciones o cambios. La cobertura repetitiva de tragedias, sin
avances concretos ni contexto, puede causar lo que se conoce como "fatiga
informativa". En otras palabras, la gente se desconecta emocionalmente
cuando siente que "nada cambia".
¿Qué podemos hacer para no volvernos insensibles?
Frente a este panorama, la respuesta no es dejar de informarse, sino
hacerlo de forma más consciente y estratégica. Una de las principales
recomendaciones de los especialistas es diversificar la dieta mediática.
No quedarse con una sola fuente o un solo tipo de medio y -clave- consumir
perspectivas de ambos lados del espectro ideológico. Esto permite comprender la
complejidad de los temas y evitar el desgaste emocional que genera la monotonía
informativa.
Además, involucrarse activamente en los temas que nos preocupan -aunque sea
desde pequeñas acciones locales- ayuda a mantener el interés y la empatía.
Participar en campañas, apoyar iniciativas comunitarias o incluso dialogar
sobre el tema en espacios sociales puede evitar que el tema se "queme"
emocionalmente.
La normalización de lo anormal no es solo un problema individual, sino
colectivo. Cuanto más dejamos de reaccionar frente a lo inaceptable, más
espacio le damos para que se mantenga o se agrave. La clave está en mantener
viva la capacidad de indignación, sin dejar que la exposición constante nos
robe la sensibilidad.
Porque cuando lo inaceptable se vuelve costumbre, el peligro ya no es solo
lo que pasa afuera, sino lo que dejamos de sentir por dentro.
Arturo CM,
Madrid 2025
Recopilada
información de varios medios y autores.
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