miércoles

EL viaje por la Cuenca romana



INTRODUCCIÓN
"Ligero y poderoso, el puente se extiende majestuosamente por encima del río" (Martín Hedigger).


Los puentes, esos caminos robados a los ríos, siempre han tenido la fama de ser una obra superior a la de los simples y mortales humanos; por eso Dios y el Diablo han sido citados alternativamente o al unísono como Sumos Hacedores, en tiempo record, un día, una noche, una semana de estas extravagantes obras de fábrica y de arte.
El puente antiguo, opinaba J.A. Fernández Ordóñez, era una pieza cerrada, singular, con un arranque y un final definidos: "El puente guardaba simetría (justicia, según Palladio) respecto a los cuatro lugares que unía entre ambas márgenes. De ahí su necesaria ortogonalidad con el río. El puente era rótula del camino, articulación, frontera, solución de continuidad, puerta, plaza de entrada, compás, lonja, atrio del camino. El puente tenía una importancia tal (hidráulica, militar, religiosa, mítica, técnica, urbana...) que forzaba el trazado del camino". Cada uno era singular y diferente, tenía su propio nombre y era famoso por el simple hecho de existir, de aguantar las acometidas siempre temibles del río, al que se le tenía miedo: el Júcar (wadi Suqr, literalmente "El Devastador") era un río todopoderoso, invencible, rebelde e indomable para las fuentes árabes.
Cronológicamente el puente antiguo en sentido amplio llegaría hasta el siglo XVIII en el sentido en que la velocidad de los vehículos de tracción no significaba una especial alteración en el trazado de los caminos y obras de fábrica.
Es a partir del XIX y, sobre todo, con el ferrocarril primero y las grandes carreteras con coches y camiones, cuando se produce una revolución sustancial en la forma de concebir el espacio y el tiempo y por tanto el camino y la obra de fábrica. Con la excepción de los grandes puentes urbanos europeos y americanos comienza una nueva era en la que la velocidad ocupará el lugar básico frente a otros conceptos tradicionales y, al final, incluso los grandes puentes históricos acabarán ocupados por el tráfico.
Hoy, nos decía Fdez. Ordoñez, el puente es una pieza abierta, sin principio ni fin, de carácter internacional: " No hay ortogonalidad respecto al río, son esviados, oblicuos, no hay "justicia palladiana" frente a las cuatro incardinaciones porque no hay respeto a los lugares cercanos ya que la mirada tiende a otros lugares más lejanos: el aeropuerto, una exposición internacional. El puente se aleja del camino y del río, sobrevuela majestuosamente con tirantes tanto el espacio como el tiempo"; cuando se pasa a través de los nuevos viaductos de la autovía de Valencia no se reconoce el puente, hay una continuidad en el trazado que lo oculta, frente al antiguo amoroso trazado que bajaba al río. "El camino es para el puente moderno una especie de banda de Moebius interminable en la que sólo existe la clotoide, una curva meliflua de radio variable que se impone como directriz de un trazado que atraviesa con desdén montes, valles y ríos". El puente al hacerse matemático pierde hasta su nombre porque ya no tiene personalidad espacio-temporal y no necesita que nadie lo conozca ni recuerde. Además se ha perdido el respeto a la fuerza de los ríos, a sus furias, a sus avenidas imprevisibles y sólo se habla de costos económicos y técnicas constructivas neutras sin repercusiones artísticas, ni sociales ni estéticas.


Sin embargo unos pocos ingenieros sabios como Calatrava u Ordóñez, entre otros, desde hace unos pocos años han acabado con esa tristeza característica de los puentes de carretera, han tomado lo mejor de los puentes emblemáticos de los americanos y del espíritu de los antiguos incorporando nuevos valores que no son cuantificables porque pertenecen al mundo del espíritu, pero que son precisamente los que convierten los puentes en perdurables y paradójicamente más duraderos y económicos en el sentido planetario del término. Estos valores son tres: los estéticos, los históricos y los que relacionan el puente con la naturaleza.
Menos mal que estos humanistas han caído en la cuenta del problema y sus obras, vuelven al carácter palladiano del templo que Iulius Lacer hizo en Alcántara ("La puente", en árabe), aunque con lenguajes y técnicas contemporáneas. Porque además ya los romanos sabían que cada puente tenía un "genius", un espíritu protector o si se quiere un "fantasma" que los protege.
Por si acaso alguien lo ha olvidado le recomiendo que lea una increíble historia sobre el origen de los puentes en el libro "Un puente sobre el Drina" escrito por el croata Ivo Andric, Premio Nobel de Literatura, en la que nos convence de que los primeros puentes los hicieron "los ángeles de Dios" extendiendo sus alas para que los hombres pudieran cruzar de un lado a otro del mundo y así fue como aprendimos a construirlos.
Consustanciales a los puentes son los caminos, el tema central de este libro y más en concreto los "caminos antiguos" por los que desde los primeros pobladores hasta celtíberos, cartagineses, romanos, árabes y cristianos fueron conformando y explotando el territorio que hoy conocemos como Cuenca.
Este libro no pretende otra cosa que permitir que cualquiera de nosotros pueda "viajar" en el tiempo y recorrer las viejas y antiguas vías, por caminos diferentes a los que hoy estamos acostumbrados con nuestros veloces sistemas de comunicación. Nada mejor en estos tiempos del AVE en los que en apenas 30 minutos recorreremos de punta a punta la actual provincia de Cuenca, que invitarles a viajar de un modo "alternativo", sin prisas, a lomo de asno o de bicicleta, o incluso a pie, como humildes senderistas.
Para ello dispondrán para empezar de un pequeño resumen de lo que significaba el viaje en época antigua, quién viajaba, los motivos, los modos de desplazamiento, cómo eran las áreas de descanso de las antiguas ventas, y algunas curiosidades más tomadas del muy riguroso libro de uno de mis maestros en el estudio de las vías romanas, el Prof. Raymond Chevalier, llamado "Voyages et Déplacementes dans L´Empire Romain", editado por Armand Colin. Me he permitido resumir del francés para todos ustedes algunas curiosidades útiles para quien quiera emprender esta aventura contemporánea.

Calzada romana, por el término de Albalate de las Nogueras (Cuenca)

Como todo "viaje" es en sí mismo algo literario, me he tomado la libertad de elegir una serie de textos de un conocido libro de la antigüedad "El Asno de Oro", de Apuleyo, en la edición de Cátedra para que nos acompañe en el camino. La picaresca peripecia de un ciudadano romano llamado Lucio, que se ve, por arte de magia, convertido en asno, nos proporcionará una narración "en primera persona", aunque en su situación de animal, de recorrer los caminos romanos en la plena vitalidad del s. II d. C, en una provincia cualquiera de un lugar cualquiera del imperio, donde los problemas y las situaciones que le acontecen son iguales para todo el orbe romano. Estas citas literarias nos ayudarán a comprender mejor los peligros y situaciones concretas a las que se enfrentaba realmente un "viajero" de la época.
Para la parte práctica del camino no hemos ahorrado tecnología virtual contemporánea, para que los mapas, planos y explicaciones sean claras y sepamos de dónde venimos y hacia dónde vamos. El punto de partida ha sido mi conocida obra de " Las Vías Romanas en la provincia de Cuenca" editada por la Excma. Diputación Provincial en 1987. Naturalmente desde entonces hemos podido verificar algunas correcciones, sobre todo a través del Miliario Extravagante, la revista trimestral que dirige Gonzalo Arias, en concreto una fundamental referida a la conocida en la bibliografía sobre vías romanas como vía 31 del Itinerario de Antonino a su paso por la serranía de Cuenca.
El objetivo, ahora sí, es que ustedes puedan recorrer los viejos caminos de la Cuenca Romana con la ayuda de las precisas indicaciones recogidas en el libro a la par que recorren sus principales ciudades, calzadas y obras de fábrica, junto con los yacimientos más significativos. Debemos aclarar aquí que eso no significa una invitación a recoger material de superficie ni a excavar, ya que ambas actividades están rigurosamente penalizadas por la legislación española de la Ley de Patrimonio 16/1985 y por la legislación autonómica (4/90), y la Guardia Civil, que tiene entre otras funciones encomendadas la vigilancia de nuestro patrimonio común, les puede causar un serio disgusto, pues ambas actividades ilegales les llevarían a responder directamente ante la Justicia, como desgraciadamente viene siendo habitual en las noticias de prensa de estos días en los que el Servicio de Patrimonio ha puesto a buen recaudo en los museos varias colecciones obtenidas por excavaciones clandestinas o por prospecciones del terreno y los causantes de este daño irreparable, además de multas de hasta 150.000 €, pueden ser condenados a prisión.
La invitación de este libro es a recorrer viejos escenarios, a disfrutar de nuestro pasado común y a soñar, nunca a robar lo que es de todos, y si en su paseo se encuentran con alguno de estos desaprensivos su deber cívico es denunciarlo en el cuartel de la Guardia Civil más próximo.
Por fin para finalizar y como homenaje a D. Francisco Suay, uno de los investigadores que más ha tenido que ver en la realización de las primeras excavaciones en las ciudades romanas de Valeria y Segóbriga, así como en la creación del Museo de Cuenca, describiremos a modo de epílogo una recreación literaria llamada "Un paseo extravagante por la Cuenca romana", un auténtico recorrido virtual, con un protagonista sorprendente y algunas sorpresas.



SANTIAGO PALOMERO PLAZA, CUENCA,
EN LAS CERCANÍAS DE LA SEMANA SANTA DEL 2002

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