miércoles

Falleció el profesor Juan José Gómez Brihuega

Ex-director del "Alfonso VIII", "fue un intelectual comprometido con la realidad de Cuenca"

EL DiA
CUENCA


La Cultura de Cuenca está de luto, pues ayer falleció, a los 69 años de edad, el profesor Juan José Gómez Brihuega, cuya salud se había deteriorado en los últimos meses.Juanjo, como se le conocía popularmente, se había jubilado en el Instituto "Alfonso VIII", como catedrático de Latín; fue director durante varios años de este centro al que estuvo ligada casi toda su vida profesional, tras otros destinos anteriores. Estudió en Uclés y Comillas y vivió algunos años en Buenos Aires junto a su familia y se especializó en Granada en Filología Clásica.



Fue un hombre muy preocupado por la Educación y fue jefe de Programas de la Delegación Provincial, participando en movimientos reivindicativos en los años 60. Además de director fue jefe de Estudios del "Alfonso VIII" y precursor, junto a Juan Martino, de la recuperación del archivo del "Museo Jiménez de Aguilar", y el propio Instituto le puso su nombre al archivo histórico que recuperó. Inspirador del Curso de Verano de la UCLM "Leer y entender la poesía" en Priego, junto a Diego Jesús Jiménez, fue "un intelectual comprometido con la realidad de la ciudad, crítico con los poderes", como recuerda su amigo y catedrático Martín Muelas, consternado por la triste noticia.
Cuenca era su pasión, así como la Serranía, la micología y la Semana Santa, como cofrade del Cristo de los Espejos y San Pedro.





CANDIDATO A LA ALCALDÍA
En 1987, Juan José Gómez Brihuega presentó como candidato a la Alcaldía de Cuenca por el Partido Liberal. Su ideal era claro: "Lo que buscamos es "vivir en Cuenca"; tenemos que conseguir que en Cuenca se viva y para eso hay que gestionar Cuenca".








José Luis Muñoz
COLABORADOR HABITUAL DE EL DÍA

Ustedes no pueden oírlo pero mientras hago esta foto, Juanjo ha dejado caer una maldad, entre irónica, socarrona y sentenciosa, inteligente siempre, hablando de sí mismo y su futuro, de la vida (que ya se le escapaba a borbotones, más que entre todos quisiéramos taponar los agujeros) y de ese futuro indefinido al que llamamos muerte, palabra que nunca le oí pronunciar aunque pudiera adivinar que estaba muy presente en sus pensamientos y acciones. Finalmente los presagios se han cumplido y Juanjo vuelve a Cuenca envuelto en el frío sudario que viene a encerrar dramáticamente tanta inteligencia y vitalidad concentrada en un mismo ser humano.
Soy consciente de mi ligereza al utilizar el nombre coloquial con que lo conocimos y tratamos sus amigos. La severidad de la muerte parece requerir un apelativo más solemne pero incluso cuando era director del Instituto "Alfonso VII” admitía en su entorno esa familiaridad que ahora utilizo aquí y que no afectó nunca al trato respetuoso aplicado por varias generaciones de alumnos. No exagero nada si recurro aquí al tópico para asegurar que fue, ha sido, uno de los profesores que deja tras sí una huella indeleble, un trazo tan firme como lo fue su propia personalidad humana. De las incontables personas que ya he tenido oportunidad de conocer y tratar, la de Juanjo Gómez Brihuega viene a ser una de las más originales, creativas y atrevidas y quizá por eso siempre me consideré a su lado una especie de aprendiz de la vida, pues de cada palabra suya se desprendía una observación atenta, un comentario lúcido, una ironía burlona con la que pretendía, quizá inconscientemente, desmontar un poco ese sentimiento admirativo con que algunos nos acercábamos a él. Fue un clásico, en toda la extensión de la palabra, abierto con amplitud a todas las invenciones de este mundo revuelto. Catedrático de latín y griego, dominador como pocos de la cultura de aquella época, en sus manos vi por primera vez un libro electrónico, al que ya había incorporado un trabajo que le había encargado y queda pendiente. Eso, naturalmente, a estas horas resulta un dato totalmente sin sustancia; otras muchas cosas le habrán resultado extraordinariamente duras de abandonar, en especial su familia, sus nietos, a los que dedicó tantas de sus últimas horas.
Quisiera, en este momento de la despedida final, atrapar los recuerdos, las palabras, los cafés tomados a escondidas para poder fumar un último cigarrillo, los planes de un futuro cada vez más corto (el curso de Priego, ya a la vuelta de la esquina, este año sin él), los comentarios cáusticos sobre las circunstancias que rodean la vida en esta ciudad, la mirada burlona de sus ojos claros, la inocente e inmensa capacidad para generar a su alrededor afectos. Quisiera que este sentimiento de hoy de ahora mismo, mientras su cuerpo vuelve a Cuenca, pudiera anidar de manera indeleble en mis recuerdos para no diluirse nunca.


Juanjo, durante su intervención en el Curso de Verano 2010
"Leer y entender la poesía" en Priego
 


Hacer "clic" en la imagen para ir al Curso de Verano 2011




LEER Y ENTENDER LA POESÍA: JOSÉ HIERRO
Leer y Entender la Poesía es un proyecto a medio plazo que pretende ayudar a superar, en la medida de lo posible, las dificultades de comprensión que suelen presentar los textos poéticos, atendiendo para ello a la interacción de todos los factores que confluyen en una obra poética dada. José Hierro ha sido el primer pretexto para este acercamiento. Las ponencias recogidas en este volumen y las participaciones personales del propio Hierro, como primer y más activo discutidor de los componentes éticos y estéticos que dan sentido a su obra, constituyen un punto de arranque inmejorable para este proyecto. Las palabras del propio Hierro resumen a la perfección el propósito del mismo: "Estoy del lado de aquellos que consideran la poesía como una fe de vida. El hombre aspira a vivir eternamente, a vencer al tiempo y al espacio. La poesía lo representa allí donde no alcanza su presencia física. Mis versos no podrán dejar de ser un testimonio diario, una suma de instantes vividos con intensidad". Las ponencias recogidas en este volumen forman un corpus crítico con identidad suficiente para que sea de consulta obligada de quienes deseen comprender en profundidad la obra de José Hiero y manejar determinadas claves para la lectura de la poesía en general.


LEER Y ENTENDER LA POESÍA: POESÍA Y PODER.
Poesía y poder son dos conceptos cuyas relaciones han ido (des)unidas a lo largo de la historia y nos sirven para comprender mejor tanto la esencia misma de la palabra poética como acaso para evidenciar las múltiples formas que adopta el poder para ejecutar sus insaciables posiciones de dominio. Una y otro se necesitan mutuamente, aunque con fines bien contradictorios, si al segundo de los términos le damos las connotaciones políticas, militares, morales, ideológicas o sociales que por lo general tiene. En una primera aproximación a esas relaciones cabría pensar en la posibilidad de conjugar ambos extremos, tal y como se pretende justificar desde determinadas posiciones ideológicas y estéticas, más bien con poco éxito. Pero cabe también otra posible lectura que nos permita relacionar ambos términos desde una nueva óptica: Poesía o Poder, formulado así el binomio, es posible entender ambos términos de manera totalmente disyuntiva, tal y como proclamaban los románticos; pero también es posible entenderlos en forma de equivalencia Poesía igual a Poder.

LEER Y ENTENDER LA POESÍA: CONCIENCIA Y COMPROMISO POÉTICOS.
Conciencia y compromiso son dos términos clave para el estudio de la literatura en general y de la poesía en particular. Su utilidad crítica lo es especialmente para conocer mejor la llamada poesía social, aunque la insistencia en "lo social" había llevado a burdas simplicaciones que en nada han contribuido a conocer mejor ese tipo de poesía. En estas Actas, el lector atento podrá encontrar diversas maneras de delimitación conceptual para esos dos términos y podrá encontrar también cómo los estudios críticos no pueden desligar contenido y forma si no quieren ser meros ejercicios sin sentido, como la propia poesía no puede desatender ninguno de esos dos vértices si verdaderamente quiere ser un producto literario. La selección de poemas (Gamoneda, Grande, Martínez Sarrión, Sahagún, Vázquez Montalbán) supone también un corpus textual de urgencia que permite una lectura "significativa" de la poesía española escrita en los años 50-60.

LEER Y ENTENDER LA POESÍA: POESÍA Y LENGUAJE.
Poesía y lenguaje, pareja de términos que han ocupado desde siempre a críticos y creadores, es el subtítulo de este volumen de Leer y entender la poesía. Este es nuestro objetivo: contribuir a la lectura y mejor comprensión de nuestra poesía contemporánea. María Victoria Atencia, Francisco Brines, Pablo García Baena, Claudio Rodríguez y Luis Cernuda son los autores cuya obra es analizada desde esta perspectiva de la utilización del lenguaje como instrumento creativo y resultado final al mismo tiempo en poesía. Aquí podrán encontrar algunas claves interpretativas de las obras estudiadas, pero encontrarán también una afirmación que les recomendamos encarnecidamente: lean a los poetas verdaderos en voz alta, no en silencio ni entre dientes, así desplegará la palabra su coreografía en el tiempo y gozarán resolviendo el debate de algo efímero, la lectura y lo bello, el poema

LEER Y ENTENDER LA POESÍA: POESÍA POPULAR.
Desde una perspectiva marxista, podemos entender lo popular como una forma práctica, un modo de actuar, y de entender el mundo pero también una precondición de libertad social y de convivencia creativa. Pero en estas páginas se encontrarán también otras perspectivas de acercamiento a la poesía popular y que coinciden todas en reclamar una mayor atención crítica que nos permita repensar desde una nueva perspectiva la creación poética. En las fuentes clásicas, pero también en los cantautores actuales, en la zarzuela, en los cancioneros modernos, en las revistas... podremos encontrar el verdadero corpus de esa poesía popular en la que la voluntad de creación estética y uso de recursos poéticos tal vez no esté tan lejana de la llamada poesía culta. Las diferencias entre una y otra habrá que buscarlas por otro camino; tal vez -y sólo- en la diferente conformación del yo poético, con las implicaciones que ello comporta.



El archivo histórico del Alfonso VIII
lleva su nombre desde 2001

El Cultural de EL DIA del 12 de diciembre de 2001 recogía la noticia de la inauguración del Archivo del Instituto “Alfonso VIII”, un espacio que desde entonces lleva el nombre de Juan José Gómez Brihuega que, en aquella época, formaba parte del claustro de profesores.
“Con este gesto, —escribía Florencio Martínez Ruiz en dicho artículo— se recompensaba el trabajo bien hecho, la dedicación durante varios lustros en recomponer, ordenar, limpiar y fijar el baúl de los documentos de un centro docente como el “Alfonso VIII”, de tan rica experiencia a lo largo del tiempo formativa y educadoras.
Experiencia, por otra parte, de una apertura mental y sensible a los problemas de la juventud conquense, incidiendo directamente en la vida cultural de la ciudad.
Tuvo siempre la suerte, de contar con directores ejemplares —Juan Gómez de Aguilar, Viqueira Barreiros, Joaquín Rojas, Juan Martino, etc..., y profesores de vocación contrastada...
...La ordenación del archivo, llega en buena hora, ya que flanquea y completa la Biblioteca científica “Juan G. de Aguilar”, inaugurada hace pocos años...
...Por centrarnos en el archivo del “Alfonso VIII”, de la mano de Gómez Brihuega confirmamos con el mejor seguimiento la historia de la educación en nuestra provincia, la lista de las personalidades —el famoso Grisolía— que pasaron por él, las vicisitudes de sus sedes desde la Merced al emplazamiento actual, pasando por el Carmen, Palafox, etc, y la rica experiencia docente durante la guerra, a trancas y barrancas y en la atroz posguerra, asumiendo por su eficiencia y profesionalidad un gran liderazgo. Las sorpresas están a la orden de la esquina y procuraremos que las desvele a su tiempo el titular del archivo. Archivo que tiene aún un interés sobreañadido, en el terreno estrictamente cultural —recitales, conferencias, teatro, deportes— como suplencia o “extensión cultural”, como ahora se dice, sin precedentes y que obtuvo para el centro la calificación de Instituto modelo...
...Una vez más hay que decir que Cuenca se salvará por la cultura, pues sin ella no le arrendamos las ganancias...
...Un “hecho” cultural por excelencia como es la declaración de Cuenca, como Patrimonio Mundial, poco habría de añadirnos, de no poner al día nuestra ejecutoria espiritual e intelectual, académica y literaria, basada en argumentos tan rotundos como los Fray Luis, los Valdés, los Gil de Albornoz, etc.
A falta, acaso, de tirar una piedra en el estanque, una ojeada a los archivos con las aguas dormidas.
Enhorabuena a Juan José Gómez Brihuega, el “Juanjo” amigo, y de paso al director Francisco Carrascosa.
Ahí queda la obra bien hecha, Junto a Martín Muelas, la Semana Cultural de Priego, ya nos había confirmado la inteligencia organizativa y la práctica laboriosa de Gómez Brihuega. Exijámosle que ésta no sea la última de sus hazañas.



MARTÍN MUELAS
DECANO DE LA FACULTAD DE EDUCACIÓN

"Hasta siempre, dilecto maestro, fraternal amigo Juanjo"

Ni la Parca Morte, ni tu majestuoso San Pedro -por no hacer mudanza en su costumbre- han querido avisarnos del día de tu partida y aquella conversación que mantuve contigo desde Sofía sería a la postre la última. Te escribo, no obstante, desde la certeza de que tu memoria permanecerá largo tiempo entre nosotros, parafraseando aquellos versos de Horacio que tú has traducido: "Exegi monumentum aere perennius..." y que también sirven para ti; en efecto, "ese monumento que has levantado, más duradero que el bronce" se ha ido fraguando en tu periplo vital desde tus años juveniles en el entorno del Hospital de Santiago, tus primeros destinos en Villacarrillo, Tarancón y Mota hasta recalar en el Alfonso VIII y lo forman aquellos centenares de amigos que has ido dejando y una cohorte de alumnos que encontraron en tus orientaciones el camino del mundo clásico. Carmina, tus hijos y tus nietos -lástima que no puedas llevar al cole a la última de la saga-, tu larga familia, tus amigos tertulianos, en fin, dan buena cuenta de la solidez de ese monumento.
Pero también tiene esa obra una dimensión social que quiero destacar: las horas interminables que dedicaste a la recuperación del archivo y laboratorios del Alfonso VIII, tu mecenazgo en la Fundación Luisa-Natalio, tus desvelos por hacer de Priego referente de la poesía, la Fundación Diego Jesús Jiménez, tu pasión por la Serranía y sus micelios -¡cuánto te echarán de menos!- tu sabiduría casi inagotable, aunque no publicada, pero que certificamos quienes hemos compartido contigo largas horas de tertulia... Todos estos, y alguno más, son avales más que suficientes para dar fe de la solidez de este edificio. Gracias por la amistad que les regalaste a mis padres, quienes seguro te habrán servido de Virgilio en tu nueva morada, y gracias en nombre de los verdaderos amigos que aquí has dejado. Por todo ello y volviendo a Horacio, tienes toda la razón (...) "Non omnis moriar multaque pars mei vitabit Libitinam." (.) "No morirás del todo y una parte tuya evitará a Libitina (.)"
Si Ovidio, Horacio, Manrique, así lo creen, no voy yo a desdecirlos. Por lo demás, quiero poner en tu boca aquellos versos de Quevedo que tantas veces hemos evocado, en la convicción también de que has infringido "la ley sevena", y con el deseo de que los conozcan los lectores:

Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra
que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa:
Alma, a quien todo un dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.




Un hombre ilustre, un ciudadano ejemplar
José Manuel Martínez Cenzano


José Manuel Martínez Cenzano

Juan José Gómez Brihuega murió la semana pasada. Juanjo -así le llamábamos sus muchos amigos- era una persona ilustre y un ciudadano ejemplar. Ilustre es sinónimo, entre otros, de maestro, prestigioso y excelente. Si he elegido estos términos y no otros ha sido para evitar extenderme en explicaciones sesudas o alambicadas. Juanjo fue maestro y se ganó la vida indagando y haciendo indagar a los demás sobre las raíces de nuestra cultura y nuestro pensamiento (somos hijos de Roma, nietos de Grecia). Fue un excelente profesor y, además, trascendiendo el ámbito del aula, quiso mostrar que nuestra historia reciente está construida como un gran mosaico, con teselas que tienen nombres y apellidos, vidas semienterradas en trabajos las más de las veces silenciados por desinterés, incomprensión o ingratitud. Al sacarlas a la luz reivindicaba sus vidas, sus compromisos y el trabajo bien hecho en beneficio de las gentes de Cuenca. Su amada gente, su amada tierra.
Si califico a Juanjo de ciudadano es con pleno convencimiento de que él se consideró a sí mismo un hijo de la Ilustración y, por tanto, se veía y veía también a los demás como personas nacidas con un código genético-ético directamente vinculado a los valores de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. De los dos primeros hoy se sigue hablando mucho, discutiendo más y cuestionando sus límites y el alcance de sus consecuencias en normas positivas que reconozcan derechos. De la Fraternidad sólo hablamos unos pocos: Juanjo la practicaba. Hizo suyo aquel hexámetro de Virgilio que le gustaba recordar y que comienza "Así vosotras, pero no para vosotras, elaboráis la miel las abejas...". De aquí que yo no dude en calificarlo de ejemplar.
"LO CONOCÍ MUY BIEN"
Esto no es un panegírico. Está escrito con la vocación de ser sólo una voz que demanda un reconocimiento. Está escrito por alguien que lo conoció bien, que trabajó con él y junto a él en proyectos que fueron concebidos y que se ejecutaron pensando en los más necesitados, en los "hermanos pequeños", en "los que no tenían voz y la necesitaban", en "los que se quedaron atrás y a los que había que empujar". La brevedad exigible a un texto periodístico me impide un relato pormenorizado de algunas de sus actitudes, a veces arriesgadas, que probarían, más allá de toda duda, lo que acabo de afirmar.
Pero un ciudadano ejemplar debe ser, por los suyos, puesto como ejemplo, para lo cual, lo primero que hay que hacer, es concederle el mérito y recordarlo, es decir, no olvidarlo y contribuir a que otros lo recuerden y lo reconozcan como un modelo al que hay que seguir.
Así lo entendió el Gobierno regional y le otorgó una distinción. Pero, la tierra que le vio nacer ¿se apresta a realizar un reconocimiento a este ciudadano ejemplar e ilustre? Yo quiero proponerlo y lo hago dirigiéndome desde estas páginas al Ayuntamiento de Cuenca para sugerir, con toda la modestia que se me pueda reconocer, que la Biblioteca Pública Municipal lleve su nombre.
Si escarban en las actas de las fundaciones "Luisa Natalio y Lucas Aguirre" estoy seguro de que encontrarán las razones. En cualquier caso, Juanjo siempre creyó en los libros, impulsó su publicación, fomentó su lectura e hizo de ellos una herramienta para transformar la realidad. Seguro que se sonreiría honrado si la Biblioteca Municipal se denominara "Biblioteca Pública Municipal Juan José Gómez Brihuega". Muchos lo consideraríamos un acto de gratitud de su tierra; yo, además, lo valoraría como un mínimo acto de justicia.



1 comentario:

MARÍA JESÚS dijo...

Mis felicitaciones por una entrada tan maravillosa en la bitácora.
Yo conocí a Juanjo y me parecía una persona entrañable, me quedé con las ganas de hablar con él y falleció justo el día que tenía que hablar de él y del Instituto "Alfonso VIII" en unas Jornadas en Cabra (Córdoba).
Saludos, Mª Jesús González

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