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LOS ACUÑA EN EL OBISPADO DE CUENCA

EL ARRAIGO DE LOS LINAJES PORTUGUESES EN LA CASTILLA BAJOMEDIEVAL

EL CASO DE LOS ACUÑA EN EL OBISPADO DE CUENCA

El linaje de los Vázquez de Acuña se estableció en la Alcarria con­quense a finales del siglo XIV, mediante su unión con los Carrillo de Al­bornoz, especialmente en el área de Huete y Buendía



José Ignacio Ortega Cervigón
Universidad Complutense. Madrid



El linaje Acuña se asentó en tierras del obispado de Cuenca a comien­zos del siglo XV, especialmente en el área de Huete y Buendía. Algunos miembros del linaje desempeñaron oficios cortesanos, como guardas mayores del rey, y otros de índole económica, como alcaldes entregadores de la Mesta, o eclesiástica, como adelantados de Cazorla. Tuvieron una proyec­ción señorial significativa y un notable protagonismo en la vida política de las ciudades de Huete y Cuenca, así como en los acontecimientos de la guerra civil castellana durante el reinado de Enrique IV, alineados en el bando alfonsino. Otros linajes de raigambre portuguesa asentados en el obispado de Cuenca fueron los Sandoval, los Coello, los Montalbo y los Pacheco, aunque obtuvieron fortunas señoriales dispares. La nobleza terri­torial fue consolidando sus patrimonios mediante la obtención de tierras y rentas, la intromisión en la política concejil y la tenencia de fortalezas de la comarca.

1. El asentamiento de los Acuña en tierras del obispado de Cuenca

La derrota castellana en Aljubarrota provocó, entre otras consecuencias políticas, la huida de un grupo de nobles portugueses a Castilla, los que habían apoyado las pretensiones al trono de Juan I. La política nobiliaria castellana realizó entonces un reajuste con el encumbramiento de una no­bleza de servicio en la última década del siglo XIV. Posteriores incidentes entre Portugal y Castilla, en 1402, provocaron nuevas defecciones, entre las que destacaba la de Lope Vázquez de Acuña. La deserción de los Acuñas tuvo un impacto psicológico grande, porque descendían de Vasco Martíns de Acuña, el antiguo jefe del partido legitimista de Portugal.

En la tierra de Huete se asentaron linajes nobles -Mendozas, Carrillos, Acuñas- que constituyeron sus primeros señoríos desde el reinado de Enrique III, y que fueron paulatinamente ampliando y consolidando con la adquisición de propiedades, rentas, derechos y cargos cortesanos o conceji­les. El linaje de los Vázquez de Acuña se estableció en la Alcarria con­quense a finales del siglo XIV, mediante su unión con los Carrillo de Al­bornoz y la donación de Buendía, que les hizo alcanzar cierto protagonismo en la vida política castellana. La presencia señorial de esta nobleza -aje­na hasta entonces al ámbito concejil- provocó el consiguiente proceso de expansión territorial, que hizo mermar considerablemente el patrimonio y la jurisdicción de las ciudades de Cuenca y Huete.

2. Los Acuña, señores y condes de Buendía
Lope Vázquez de Acuña recibió el título de señor de Buendía y Azañón durante el reinado de Enrique III, así como sucesivas mercedes. Per­teneció al Consejo Real de Juan II y fue Guarda mayor del monarca, cargo que mantuvo durante el reinado de Enrique IV. Se casó con Teresa Carri­llo de Albornoz, señora de Paredes, Portilla y Valtablado. Durante el rei­nado de Juan II Lope Vázquez de Acuña, afincado en la ciudad de Cuen­ca, ejerció diversos cargos concejiles y realizó una política de afianzamiento del linaje con la apropiación legal e ilegal de determinadas heredades en la tierra de Huete. Este personaje protagonizó unas luchas de bandos con Diego Hurtado de Mendoza, señor de Cañete, durante la segunda década del siglo XV en la ciudad de Cuenca, aparentemente pacificada por la media­ción del monarca. También aparece en las listas de beneficiarios otorga­das por Juan II en 1429: 34.500 mrs. de «tierra» y 15.500 mrs. de merced.
Su hijo primogénito Pedro de Acuña y Albornoz recibió el título de conde de Buendía en 1465, cuando defendía la causa del infante Alfonso frente a su hermano Enrique IV:

«Don Alfonso, por la gracia de Dios Rey de Castilla [...], aca­tando la persona y linage de vos, Pedro de Acuña, mi vasallo e del mi Consejo, y queriendo vos honrar y sublimar, e asi mismo acatando los muchos y grandes y señalados servicios que feçistes al Rey don Johan, de gloriosa memoria, mi señor y padre que aya santa gloria, y a mí avéis fecho, y espero que me faréis, e porque me lo suplicó e pidió por merced el muy reverendo padre in Xpto don Alfonso Carrillo, Arzobispo de Toledo e Rimado de las Españas, chanceller mayor de Castilla, por la presente vos fago conde de la vuestra villa de Buendía. E quiero y es mi merced que vos podades llamar y nonbrar, y llamedes y nonbredes de aquí ade­lante don Pedro de Cuña, Conde de Buendía. E por ese mismo título se pueda nonbrar y nonbre vuestro fijo lexítimo, y la persona o personas que ovieren de heredar y heredaren vuestra casa».
Los Acuña también poseyeron importantes intereses señoriales en tie­rras palentinas, pues desde 1439 Pedro de Acuña era señor de Dueñas y otras villas de la merindad de Cerrato. Este personaje había servido a Juan II en distintos episodios militares contra los infantes de Aragón Enrique y Pedro: en 1430 integró el ejército real que fue a Alburquerque a someterlos y en 1445 participó en la batalla de Olmedo en el ejército de Alvaro de Luna que los derrotó, junto a Alfonso Carrillo. Con la llegada al trono de Enri­que, mostró su afinidad al pretendiente don Alfonso, apoyando su procla­mación tras la deposición de Ávila y propugnó junto a otros nobles la boda de la princesa Isabel con el príncipe aragonés Fernando. Pedro de Acuña recibió en 1439, por merced real, el derecho a percibir las rentas correspon­dientes a martiniegas y escribanías en 1440 Villalba y otros lugares de la tierra de Huete y en 1476 los bienes de Francisco Cota y Juan de Gotor, su yerno, que los habían perdido por haber estado en deservicio con don Fernando y doña Isabel en compañía de don Diego López Pacheco, mar­qués de Villena, a quien «auían dado fauor e ayuda e consejo».
Pedro de Acuña estableció el mayorazgo junto a su mujer Inés de He­rrera en 1475, por el que su hijo mayor, Lope Vázquez de Acuña, hereda­ría sus bienes, «auiendo respeto e consideración a los muchos e buenos e leales e sennalados seruiqios que con toda lealtad e fidelidad e animosydad vos, el dicho Pedro de Acuña, conde de Buendía, nos auedes fecho e fasedes de cada día». Lope Vázquez de Acuña recibió por mayorazgo las villas de Buendía y Dueñas, con «sus casas e fortalesas e heredamientos, e con sus términos, juridiciones e justicia alta e baxa, ceuil e criminal, e mero mixto ynperio, e rentas e pechos e derechos, e con todas las otras cosas pertenesçientes al señorío de las dichas villas e de su tierra», junto a la fortaleza de Anguix, la villa de Tariego con su fortaleza y el derecho a percibir sus rentas y pechos, así como de los lugares de Renedo y Valle, y con los vasallos que tenía en el lugar de Castil de Acuña y de Cubillas de Cerrato. La escritura especificaba que no eran óbice los «crímenes e delitos e maleficios e eqesos que asy fuesen fechos e cometidos por aquel o aque­llos que tovieren el dicho mayorazgo». Asimismo, se resalta la importan­cia de «conservar la memoria de vuestra casa e linaje e parientes e cria­dos naturales de vuestra casa e solar de Buendía, e sean mejor acatados e sostenydos e puedan mejor sentir a nos e a los reyes nuestros subcesores».

El tercer conde Buendía, Juan de Acuña, reclamó, por medio de su pro­curador Fernando de la Fuente, una heredad en término de la ciudad de Huete, llamada el Tormo de Mohorte, que perteneció a su abuelo Pedro de Acuña, primer conde de Buendía, quien la había tenido «pacíficamente syn contradysión de persona alguna, por espacio de veynte e treynta e quarenta e qinquenta años e más tiempo». A su muerte el heredamiento había pasado sucesivamente a Lope Vázquez de Acuña —conde de Buendía y adelantado de Cazorla— y a Juan de Acuña, que temía y recelaba que al­gunas personas le despojaran de tal posesión, pese a que tenía justos títu­los y sobre ello no había pleito pendiente.

3. LA ACTUACIÓN DE LOS ACUÑA, SEÑORES DE AZAÑÓN, EN HUETE Y SU TIERRA
Otro de los hijos de Lope Vázquez de Acuña, del mismo nombre, apa­reció como protagonista de los sucesos políticos relacionados con Huete en la segunda mitad del siglo xv. Emparentado con Pedro Carrillo el Halco­nero por su enlace con Teresa Carrillo, ejerció los cargos de guarda mayor de la ciudad y alcaide de la fortaleza, situándose como cabeza de la oligar­quía local. En 1464 Enrique IV entregó la villa y la fortaleza de Huete al marqués de Villena -tutor de don Alfonso- para realizar la toma de po­sesión en nombre del infante, encargada a Lope Vázquez de Acuña, cuya adscripción al bando alfonsino era completa al ser nombrado camarero mayor de las armas y recibir importantes cantidades en concepto de quitación, lan­zas y juros de heredad. La tenencia de la fortaleza de Huete le fue ratifica­da con carácter hereditario en 1465 y por ella recibía 60.000 mrs. anuales También tuvo presencia concejil en Cuenca, como regidor de la ciudad en 1478, año en que renunció el oficio y lo traspasó a Pedro de Barrientos.Los abusos de poder de Lope Vázquez de Acuña sobre los vecinos de Huete motivaron la llamada de éstos al capitán García Méndez de Badajoz, defensor de la causa enriqueña, quien en 1465 intentó tomar la ciudad, pero fracasó ante las tropas del arzobispo toledano Carrillo. En 1470, junto a Pedro y Alfonso Carrillo, se apoderó de algunos lugares de la jurisdicción conquense, pertenecientes a los sexmos de la Sierra, del Campo y Torralba. Otra muestra de esta actitud incontrolada fueron los numerosos pleitos en­tablados posteriormente entre Lope Vázquez de Acuña y los oficiales de Huete, algunos lugares de su tierra y personas particulares por los agravios recibidos durante el enfrentamiento entre enriqueños y alfonsinos. La militancia en el partido liderado por el marqués de Villena y los poderes reci­bidos por el infante, así como el control del castillo de Huete, permitieron esta capacidad excesiva de mando.
Tras la guerra civil, los Reyes Católicos encomendaron a sus capitanes el dominio de las fortalezas que habían estado en rebeldía. Lope Vázquez de Acuña, como alcaide de Huete, renunció a todos sus derechos en la vi­lla en enero de 1478, habiendo recibido previamente el perdón regio y la garantía de cobrar determinadas indemnizaciones y recuperar algunas pro­piedades, cargos y rentas arrebatados por el concejo y sus vecinos. Los monarcas «usando de clemencia e piedad», también ordenaron a los capi­tanes, alcaldes, procuradores, diputados y cuadrilleros de las Hermandades de la provincia de Cuenca y Huete que perdonaran a Lope Vázquez «qualesquier crímenes, exçesos e delitos que ouiésedes fecho, e cometydo e per­petrado», y le prometieron «tornar e restituir todos e qualesquier hereda­mientos, bienes muebles, e rayses e semovientes e otras qualesquier cosas que se fallaran en vuestro poder».

Este perdón general era extensible a sus «parientes, e fijos, e omes, e criados, e alcaydes e servidores, asy christianos, como judíos e moros». Lope Vázquez de Acuña también se quejó al Consejo Real del odio y la enemistad que algunos caballeros, concejos y otras personas le tenían «por cabsa de aver estado fasta aquí en la opinión de nuestro aduersario de Portugal, e porque él e los suyos fesieron algu­nos crimines, e robos, e delitos e excesos». Para asegurar la autoridad de la monarquía en Huete, se nombró en 1477 a Juan Osorio como corregidor y alcaide de la fortaleza, aunque posteriormente fueron separadas ambas funciones por los agravios que padecían los habitantes de la ciudad, según reflejaban sus quejas dos años después. La actitud de la monarquía fue comisionar al corregidor de Huete y a otras personas, como el prior de Uclés, para que determinaran los derechos de Lope Vázquez de Acuña, y ordenar al concejo y a los vecinos particulares que se lo restituyesen, ajustándose a su política reconciliadora con la nobleza.
Las reclamaciones por el apoderamiento del cargo de guarda mayor de Huete y su tierra, ejercido antes por Alejo de Sandoval, señor de La Ven­tosa, se dilataron en el tiempo. Entre 1476 y 1488 se sucedieron las recla­maciones entre Alejo de Sandoval y Lope Vázquez de Acuña, que se había apropiado del oficio al tomar la ciudad de Huete y utilizar efímeramente la condición de duque de Huete los años 1474 y 1475. El oficio de guarda mayor había pertenecido previamente al abuelo y al padre de Alejo de San­doval, a quien los reyes don Fernando y doña Isabel hicieron merced de nuevo. En 1478 Lope Vázquez de Acuña logró que se revocara tal provi­sión, pues los Reyes Católicos mandaron al concejo y al corregidor de Huete que no recibieran a Alejo de Sandoval como guarda mayor, «nin usedes con él en el dicho oficio nin en cosa alguna de lo a él concerniente, nin le recudays nin fagays recudir con ninguna quitación, nin derechos nin salarios», hasta que fuera visto y determinado por el Consejo Real. En 1480 ninguno de los dos podía usar el oficio hasta que no presentaran los títulos que cada uno tenía y dilucidar sobre ello. Lope Vázquez de Acuña quería mantener el oficio por el privilegio que tenía confirmado por los monarcas, a pesar de que éstos le conminaron a dejarlo. La sentencia definitiva a favor de Alejo de Sandoval se produjo en 1488.
En la época en que Lope Vázquez tenía ocupada la ciudad de Huete, algunos vecinos debían pagar ciertas deudas a mercaderes gitanos, judíos y moros, «que estauan encastillados e en la conpañía de Lope Vázquez», al que habían tomado pan, vino, ganados, cantidades de maravedís y otras cosas durante la guerra, bienes que solicitó al retornar a la obediencia de la reina Isabel. Los vecinos de Huete protestaron porque se había capitulado que «quales quier mrs. e pan e otras cosas que de la fasienda y bienes» del arzobispo de Toledo, de Lope Vázquez y de las otras personas que «estauan en opinión del aduersario», no se pudiesen pedir ni demandar. También reclamó a la ciudad de Huete determinadas rentas de las escribanías que le pertenecían y dejó de percibir durante varios años, a razón de 8.000 mrs. anuales. Mientras, la ciudad de Huete pidió en 1479 la revocación de contratos de censos abusivos impuestos «por fuerça e por myedo y temor del dicho Lope Vásques», ya que habían sido «engañados e defraudados en ello». El noble pretendía cobrar una renta de diez cahíces por tierras que producían una cantidad muy inferior: «Al tienpo que Lope Vásques de Acuña tenía ocupada la dicha çibdad e su tierra fiso faser a çiertos concejos de la dicha tierra e a muchas personas syngulares della, forçosamente, por el grand miedo e temor que le tenían, muchos contratos de çensos y rentas de su tierras y heredamientos [...], que en lo que meresçía dos cafises de pan lo fasía arrendar e ençensar por dies cafises»
Lope Vázquez de Acuña tuvo que litigar la posesión de determinadas propiedades, rentas y vasallos que poseía en vida de Enrique IV y le ha­bían sido arrebatados «después de los mouimientos e a cabsa dellos». En el momento de ponerse al servicio y obediencia de la reina Isabel, Lope Vázquez pertenecía al Consejo Real y suplicó que le restituyeran las here­dades que poseía «en linde e término de la dicha qibdad de Huete». Pre­sentó en el Consejo Real el documento regio -una merced de 1465- que le acreditaba en la posesión del heredamiento de Albendea, pero Pedro de Sancho Martínez se interpuso y dijo tener derecho a él. La reina Isabel or­denó al concejo de Huete que no consintiera que Lope Vázquez fuera des­pojado de la posesión del dicho heredamiento, aunque este debate prosiguió hasta 1479. También reclamó algunos lugares como Huelves, Torrejoncillo y el despoblado de Valdejudíos, dehesa que indebidamente había sido ocupada por el concejo de Huete. Los monarcas habían acordado con Lope Vázquez en las capitulaciones que recuperaría todo lo que tema y poseía públicamente antes de que comenzara la guerra civil. En 1479 el noble re­clamó que, a causa de los movimientos que existían en el reino, no le ha­bían restituido las dehesas y heredamientos que reclamaba. Posteriormente, Juan Osorio, corregidor de Huete y Cuenca, debió hacer pesquisa sobre «el pacer e rogar en sus términos contra Lope Vásques de Acuña e que lo res­tituya a la dicha çibdad». Andrés González Caballero, vecino y procura­dor de Huete, alegó que poseían «por suyos e como suyos ¡os términos de Valdejudíos, aldea e lu­gar despoblado de la dicha cibdad [...]. E porque dis que, de me­dio año a esta parte poco más o menos tienpo, Lope Vásques de Acuña e sus alcaydes que tiene en las fortalesas de Costil de Acu­ña, Cuenca e Castillejo por su mandado, contra toda rasón e jus­tiçia, que lo perturban e molestan».

Y por cierta sospecha del prior de Uclés, Juan de Velasco, pidieron al Consejo Real la restitución de los términos mencionados y que cesaran las entradas en ellos de la gente de Lope Vázquez. Y en 1497 continuaba reclamando la devolución de algunas heredades en Carrascosa y el término de Valdejudíos, que algunos labradores de Huete tenían ocupados.

En cambio, otras personas le reclamaron la devolución de sus posesio­nes. Pedro Núñez de Prado, vecino de Guadalajara, pidió a los monarcas la restitución de la fortaleza y el lugar de Viana, «que es en los confines de la cibdad de Güete», ocupadas militarmente por gentes del arzobispo de Toledo y de Lope Vázquez hacía «veynte e quatro años poco más o me­nos». Pedro Núñez reclamaba las rentas, pechos y derechos que le pertene­cían legítimamente por la defensa de la fortaleza. Los monarcas ampararon a Pedro Núñez en la posesión de la villa y la fortaleza de Viana, en virtud de las leyes ordenadas por Juan II en las Cortes de Valladolid de 1447 y por los Reyes Católicos en las de Madrigal de 1476. La villa de Viana había pertenecido a Juan Martínez de Prado «su padre, de quien él ovo cabsa e título como su fijo legítimo mayor». En otro documento el agraviado co­mentaba que podía «aver veinte e ocho años» que Lope Vázquez había tomado la fortaleza «contra derecho e por propia abtoridad, syn manda­miento de jues alguno». Las leyes de Valladolid y Madrigal contra los que entraban en propiedad ajena por la fuerza, decían que «es ya venido el atreuimiento de personas e el poco temor que han de vuestra justicia, que no se tiene ya por orne a quien alguna cosa se deue, que por su propia abtorídad non prende a aquel que algo le deue sy menos puede que él, e quando a él no puede aver, prende al fijo e a cada vno que puede entra los bienes e heredades agenos por propia abtorídad e por fuerqa, syn mandamiento de jues, e el dueño no puede cobrar lo suyo, e sy lo ha de cobrar por pleyto cóbralo tarde o nunca».

Fernando de Gaona, vecino de Huete, también reclamó que Lope Váz­quez le había ocupado «vna heredad e casas e otras cosas a ella anexas» que él poseía por justos y derechos títulos en Guilares, lugar perteneciente a la jurisdicción de Huete, a quien había requerido que le restituyera y en­tregara su heredad, al declarar «que puede aver dose años, poco más o menos, que Lope Vásques de Acuña, por fuerça y contra su voluntad, por su propia abtorí­dad e syn liçençia e mandamiento de jues alguno, le entró e tomó e ha tenido y tiene entrada, e tomada e ocupada la dicha heredad, e casas e las otras cosas delta e a ella anexas, lleuando los fru­tos, e rentas e alquileres de todo ello».
En 1478, según se había asentado una vez que entregó la ciudad y la fortaleza de Huete, Lope Vázquez debía recibir como indemnización dos cuentos de maravedís de los vecinos e moradores de Huete, «así de christianos como judíos e moros», que fueron denunciados por el impago y lograron la ampliación de los plazos. El noble se quejó de que «ciertos concejos e vesinos de la cibdad de Huete e su tierra e comarca» le debían unas cantidades de maravedís, pan y otras cosas, y «el tiempo es ya pasa­do e que lo auían de pagar e no ha podido aver ni cobrar dellos cosa al­guna, así de los dichos conqejos como de las otras personas, asy por no ser apremiados de las justicias como por grande enemistad que con él tyenen» De nuevo el doctor Alfón Díaz de Montalbo se hizo cargo de la relación que expuso el concejo de Huete diciendo que Lope Vázquez había presentado una carta ejecutoria de remisión para Alvaro de Luna, Pedro de Ayala y Pedro Ruiz de Alarcón sobre razón de los dos cuentos de mrs. que la ciudad le debía pagar, para hacer «entrega e esecuqión» en los ganados y bienes de los vecinos de la tierra de Huete, por lo que solicitaron que «so­bre ello les mandase dar un jues syn sospecha que dello conoqiese».

Lope Vázquez de Acuña también reclamó que los lugares de Mantiel, La Puerta, Peralveche y Cereceda «le habían sido tomados e ocupados» por el concejo de Cuenca, pero éste replicó que pertenecían «a la tierra e tér­mino e juridiqión de la dicha çibdad e no del dicho Lope Vásques», que nunca tomó posesión públicamente ni tenía merced alguna de ellos. Los monarcas ordenaron al prior de Uclés y al comendador Pedro Ruiz de Alar­cón que si hallaban que Lope Vázquez tenía merced de Enrique IV de esos lugares, que se los devolvieran, porque así había sido capitulado cuando se redujo a la obediencia regia. El concejo respondió que si el rey Enrique IV le hizo alguna merced de aquellos lugares, «lo que niega, que aquella será e es ninguna», porque no podría ir contra el derecho adquirido por los pri­vilegios concedidos a Cuenca por «los reyes de gloriosa memoria». De la misma forma, presentó una suplicación ante la reina por las cantidades de maravedís, trigo, ganado y otras cosas que tenía en algunos lugares del obispado de Cuenca, «asy por recabaos e obligaqiones como syn ellas, e asy mismo otras personas le tienen entrados, e ocupados e tomados qiertos heredamientos e otros bienes rayses que él tenía e poseya en la dicha qibdad de Huete e su tierra», y no querían devolvérselo pese a sus reque­rimientos. El concejo óptense envió después una relación por la que Lope Vázquez trató de evitar tomar por juez a Juan Osorio, por su condición de corregidor de Huete, «çibdad donde más costes e daños las partes podían ser demandadas e donde mejor e más prestamente lo podían saber la ver­dad», por lo que eligió a Alvaro de Luna. Además, éste, a petición suya, dio una carta contra 40 vecinos de Carrascosa y Pineda —lugares de la tie­rra, término y jurisdicción de Huete— para que «no segasen los panes que tenían senbrados en Valdejudíos e en Naharros, términos de la dicha çib­dad, e que qiertas personas los cogiesen e toviesen enbargados». Toda­vía en 1495 Lope Vázquez de Acuña reclamaba que le restituyeran un he­redamiento «que ovo en casamiento con doña María de Mendoça, fija de Diego Furtado de Mendoça, ya defunto», y que le había sido entrado por unos vecinos de Naharros aprovechando su ausencia de la ciudad de Hue­te. El noble se amparaba en uno de los capítulos concedidos por los Reyes Católicos en el que le garantizaban la devolución de todos los bienes raí­ces que le hubieran ocupado.
En 1480 el concejo de Mazarulleque, aldea de Huete, presentó una rela­ción en el Consejo Real sobre ciertos contratos que había firmado con el fin de conseguir el dinero necesario para rescatar varios vecinos presos por Lope de Acuña, hijo de Lope Vázquez. El noble de origen portugués recluía en el castillo de Anguix, una vez que tomó el lugar, a aquellas personas que apre­saba por estar labrando las tierras de pan llevar que estaban en término de Anguix, a quienes incluso robó acémilas y bestias cuando iban a labrar a esas heredades. Varios vecinos de Auñón reclamaron que tenían títulos y habían poseído pacíficamente muchas de estas tierras, labrándolas y llevándose sus frutos y rentas, además de pacer sus hierbas, beber las aguas, cortar y rozar y cazar en sus términos, pagando 1.200 mrs. anuales de martiniega. Puntualiza­ban que, a causa de las recientes guerras y movimientos, «no han osado quexar del dicho Lope Vásques fasta agora», y que habían perdido 3.000 fanegas de trigo anuales que solían coger en esos heredamientos. Los reyes determinaron que no fueran despojados ni por Lope Vázquez ni por otra persona de sus posesiones, «ni que sobre ello les ynquieten ni molesten» Lope Vázquez de Acuña el Viejo cedió a su hijo Lope de Acuña sus villas de Azañón y Viana, con la condición de poder disfrutar los frutos y rentas de ellas de forma vitalicia. No obstante, Lope de Acuña y su mujer doña María vendieron ambas villas, obligándose de darle anualmente 52.000 mrs. que allí tenía de renta mientras viviera. Después de esto hubo otros conciertos «por donde él ovo de faser mayoradgo a Lope de Acuña», a quien entregó su fortaleza de Castillejo y otros heredamientos, en cuya sentencia -otorgada por Pedro Núñez de Toledo y por el bachiller Pedro Díaz de la Torre- se exponía que Lope de Acuña le daría cada año 60.000 mrs. para su mantenimiento, pagados por los tercios de cada año, además de llevarse los frutos y rentas de ella durante su vida. En 1497 Lope Vázquez de Acu­ña se quejó de que, «de dos años a esta parte», su hijo Lope de Acuña no le quería dar esa cantidad y que, además, de su propia renta le habían to­mado otros 11.500 mrs., mientras declaraba su temor a que vendiera las villas del mayorazgo, como así sucedió. En 1499, ya difunto su padre, Lope de Acuña y su mujer doña María de Contreras obtuvieron la licencia regia para poder vender la fortaleza de Castillejo, en aras de obtener ingresos para el casamiento de su hija, porque estaba vinculada al mayorazgo. Asimismo, quedaba libre de pagar los 60.000 mrs. anuales a Lope Vázquez de Acuña, quien había hecho mayorazgo -«por que de vos quedase maior memoria»- a su hijo de la fortaleza de Castillejo con todos sus montes, prados, moli­nos, batanes y viñas, los 8.000 mrs. de las escribanías públicas y las casas principales de Huete, los heredamientos de Valdejudíos y Naharros, que fueron confirmados como bienes legítimos de Lope de Acuña.
Lope de Acuña reclamó en 1495 la heredad de Buciegas -que perte­necía al término de Huete- al concejo de Olmeda de la Cuesta, que la tenía ocupada porque argumentaba que le pertenecía tras la muerte de su madre María de Mendoza. Por último, también mantuvo, durante un tiempo, por los derechos de su mujer Teresa Carrillo, el dominio sobre el término de la aldea de Paredes, que pertenecía a la ciudad de Huete: «Sepades que Lope de Acuña nos fiso relaçión por su petición disyendo que, al tienpo que Lope Vásques, su padre, casó con doña María de Mendoça, su primera muger, le fue dado vn heredad que disen de Buçiegos, que es término desa dicha çibdad», tomada por vecinos de Olmeda de la Cuesta «que deuen mucha suma de pan».

4. LA PROYECCIÓN POLÍTICA CORTESANA
La nobleza conquense desempeñó numerosos y vanados cargos cortesanos, que habitualmente quedaban patrimonializados, a lo largo del siglo XV. Los condes de Buendía fueron alcaldes mayores entregadores de la Mesta, adelanta­dos de Cazorla, guardas del rey, oficiales del cuchillo y consejeros reales.
Gómez Carrillo concedió el oficio de alcalde entregador del Rey y del Concejo de las mestas y cañadas a su tío y procurador Lope Vázquez de Acuña, señor de Azañón y Buendía, en 1417:

«Sepan quantos esta carta de poder vieren, commo yo, Gómez Carrillo, alcallde mayor del Rey de los fijosdalgo de los Regnos de Castilla, e su alcallde entregador mayor de las mestas e can-nadas en todos los sus regnos e sennoríos, otorgo e conosco que do e otorgo todo mi poder cunplido, segunt que mejor e más conplidamente lo puedo e devo dar de derecho, e segunt que lo yo he del dicho sennor Rey, a vos Lope Vázquez de Acuña, sennor de Azennón e de Buendía, e a los alcalldes e lugares tenientes que vos por vos en mi nombre pusiéredes».

Las funciones del alcalde entregador eran «pronunciar, e mandar, e judgar, e sentenciar, e llamar, e enplazar, e citar, e requerir, e afrontar, e protestar, e prender, e prendar, e esecutar e enjuiziar». Pedían penas por abrir cañadas, caminos, veredas, abrevaderos y confirmaban la creación de dehesas, así como elegir y revocar hasta tres alcaldes mayores en las ciu­dades y villas del obispado.
Lope Vázquez de Acuña, en representación de su sobrino Gómez Carrillo, nombró a Pedro de la Cerda, guarda del rey, alcalde y entregador mayor de las mestas y cañadas en noviembre de 1425. Unos meses después, Pedro de la Cerda traspasó este poder a Diego Gómez de Burguillos, alcalde ordinario de Badajoz, para que tuviera jurisdicción en todo el obispado de Badajoz. Pe­dro de Acuña fue designado por Juan II alcalde mayor entregador de las mestas y las cañadas. Enrique IV le concedió la misma merced en sustitución de Gómez Carrillo, quien lo había renunciado y traspasado en él. En 1477 doña Isabel y don Femando le renovaron en el oficio, con la posibilidad de delegar en un lugarteniente que disfrutaría todos los derechos y prerrogativas a él anexas:
«Don Fernando e doña Ysabel, por la gragia de Dios, etc., por quanto vos, don Pedro de Acuña, conde de Buendía e del nuestro Consejo, nos fesystes relaqión quel señor rey don Juan, nuestro padre de gloriosa memoria, os ovo fecho merqed de allcaldía e entregador mayor e cañadas de las mestas de los términos destos nuestros regnos, la qual dicha merqed vos fue después confirma­da e mandada guardar por el rey don Enrrique, nuestro hermano [...]. E por la presente vos confirmamos e aprouamos la dicha merqed que por el dicho rey don Juan vos fue fecha /.../».

Pedro de Acuña se dirigió en 1478 a los monarcas por el agravio que él consideraba de ciertos capítulos que menoscababan su jurisdicción y pre­eminencia frente al Concejo de la Mesta, en concreto en el asunto de los cobros de derechos, salarios, ganados mesteños, penas y caloñas:

Don Fernando e doña Ysabel, por la graqia de Dios, etc., por quanto vos, don Pedro de Acuña, conde de Buendía e del nuestro Consejo, nos fesystes relaqión quel señor rey don Juan, nuestro padre de gloriosa memoria, os ovo fecho merqed de allcaldía e entregador mayor e cañadas de ¡as mestas de los términos destos nuestros regnos, la qual dicha merqed vos fue después confirma­da e mandada guardar por el rey don Enrrique, nuestro hermano [...]. E por la presente vos confirmamos e aprouamos la dicha merqed que por el dicho rey don Juan vos fue fecha [...]».
Durante este período y de forma reiterada aparecía Alfón de la Muela, escribano de la ciudad de Huete, como alcalde entregador de la Mesta por Pedro de Acuña.
También disfrutaron del cargo su hijo Lope Vázquez de Acuña y su nieto Juan de Acuña, que sustituyó a aquel a su muerte en 1489. En la confir­mación a Lope Vázquez de Acuña efectuada en 1488, los monarcas le in­dicaban la necesidad de corregir aquellas prácticas denunciadas ante la Corona, como las irregularidades en el nombramiento de lugartenientes: éstos debían ser personas «ábiles, abonadas e suficientes»; tenían que jurar la correcta administración de justicia, sin llevar demasiados derechos; por úl­timo, tenían la prohibición de hacer acuerdos ilegales y confirmar dehesas a concejos o personas particulares. Juan de Acuña protestó poco después porque limitaron tanto sus facultades y poderes, que él y sus lugartenientes no tenían facultad para hacer justicia a los del Concejo de la Mesta, por lo que solicitó merced a la reina Isabel para usar su oficio «con las esenciones e facultades del prebilejo que yo tengo del dicho oficio, e conforme a él, segund e como lo vsaron los otros alcaldes e entregadores, mis anteceso­res que an tenydo e vsado el dicho oficio antes que yo, syn enbargo de las limitaciones e dudas fechas por los del vuestro Consejo».
En 1498 Juan de Acuña pleiteó con el Concejo de la Mesta sobre la propiedad de los ganados mesteños.

Por otra parte, algunos miembros del linaje Acuña desempeñaron el cargo de adelantado de Cazorla, designado por los arzobispos de Toledo, que eran los señores titulares del territorio desde el siglo XIII. Las atribuciones de los adelantados de Cazorla eran jurisdiccionales, militares y gubernativas. Po­dían administrar justicia, salvo en determinados casos reservados al arzo­bispo. Para la defensa militar del territorio de Cazorla, el adelantado nom­braba a los alcaides de las fortalezas y dirigía las milicias concejiles en sus intervenciones. Pedro de Acuña, primer conde de Buendía, ejerció el cargo de adelantado de Cazorla bajo el mandato de su hermano el arzobispo don Alfonso Carrillo de Acuña (1446-1482), hijo de Lope Vázquez de Acuña, que había sido nombrado en lugar de Lope de Barrientos, obispo de Cuenca, por la insistencia de su pariente el condestable Álvaro de Luna. Pedro de Acuña fue nombrado adelantado de Cazorla en 1448, tras la destitución de don Pedro de Toledo. Lope Vázquez de Acuña, segundo conde de Buendía, fue nombrado adelantado de Cazorla por don Alfonso Carrillo de Acuña hacia 1455 y también ejerció el oficio bajo el arzobispo Pedro González de Mendoza (1482-1495), hasta 1486 aproximadamente. Los Reyes Católicos intervinieron ante la Santa Sede para que el papa Sixto IV confirmase su nombramiento en 1477, puesto que Alfonso Carrillo había determinado que el oficio sería vitalicio, cláusula que debía ratificar el papa romano.

El Guarda mayor del cuerpo del rey era el encargado de la protección personal del monarca, aunque los orígenes y connotaciones del cargo son confusos, ya que su función se solapa con la del Alférez mayor. Sus come­tidos eran la jefatura superior de la guardia real, la supervisión de la orga­nización de la vigilancia y de la protección del cuerpo del monarca y el apoyo a actividades de orden público dentro de la Corte, a las órdenes del Justicia o Alguacil mayor. El cargo de guarda del rey fue ocupado por nu­merosos nobles en los reinados de Juan II y Enrique IV, entre ellos Pedro de Acuña y Albornoz, conde de Buendía e integrante del Consejo real, con una quitación anual de 20.000 mrs.:

«Pedro de Acuña, guarda mayor del Rey. Mandóle el Rey li­brar en quitación cada año con el dicho ofiqio por su alualá fir­mado de su nonbre el año que pasó de 1U ccccxxxvi años e dende en adelante en cada año xx U, segúnd que los tenía de quitaqión cada año cada uno de los otros sus guardas mayores, en esta gui­sa: x de los xl U que Ferrnand Peres de Ayala tenía por merqed en cada año por quanto es finado e los otros x U».

El oficio lo traspasó en 1465 a su hijo Lope Vázquez de Acuña. Tam­bién fueron oficiales del cuchillo y de lanzas, que se encargaba de trinchar la carne y la caza que se servía al rey.

Además de conseguir algunos cargos concejiles, los caballeros de la baja nobleza, incluso algunos miembros de altos linajes, se encontraban repre­sentados en Cortes tanto en el brazo nobiliario como en el popular. Algu­nos miembros de la nobleza territorial conquense acudieron en ocasiones en representación del concejo. En 1446 Juan II solicitó al concejo que Lope de Acuña, hijo de Lope Vázquez de Acuña, fuera nombrado procurador de Cortes, aunque esta posibilidad se frustró al no haber habido aún convoca­toria de Cortes.

5. CONCLUSIONES
El linaje Acuña, desde su llegada a tierras castellanas, fue acumulando un pequeño patrimonio territorial en el obispado de Cuenca a lo largo del siglo XV, y asistió a la diversificación de pequeñas ramas que consolidaron su posición política y económica con el ejercicio de cargos concejiles en Huete y Cuenca y el desempeño de oficios cortesanos y militares, dentro de los parámetros de actuación general de la nobleza conquense del perío­do. La más importante de estas líneas fue la de los condes de Buendía, que mantuvo cierto protagonismo político durante las guerras civiles del inicio del reinado de don Fernando y doña Isabel, incluso tras obtener el perdón regio por alinearse junto al adversario portugués. En este trabajo han que­dado plasmados los logros de algunas individualidades nobiliarias destaca­das, especialmente en el análisis de las interrelaciones con otras estructuras de poder, como la monarquía y los concejos. Además, ha quedado refleja­do cómo el linaje Acuña logró una significativa proyección política al asu­mir cargos cortesanos de distinta índole y desempeñar oficios locales en el ámbito comarcal descrito, ambos rasgos distintivos de las pautas de actua­ción de la nueva nobleza que se forja en el reino castellano durante la épo­ca trastámara.
Nota: Las imágenes se han extraido de diferentes páginas web.

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