El pasado 26 de junio moría en el hospital de Cuenca mi querido hermano Santos, como consecuencia de la terrible y desoladora enfermedad del cáncer, desde aquí quiero rendirle el homenaje que se merece, y que mejor que las palabras que mi gran amigo Ricardo le ha dedicado:
"Salgo temprano de
Madrid para intentar llevar mi humilde aliento de consuelo a un amigo que está
pasando por momentos de angustia al haber perdido a su hermano menor. La mañana
es luminosa, espléndida, completamente al margen del drama al que nos vamos a
enfrentar unos kilómetros más adelante; los rayos del sol, incisos y
desafiadores para el conductor, nos señalan que estamos en los primeros días de
este ardiente verano. El viaje, que lo hago solo, me da tiempo para pensar
sobre lo anteriormente expuesto: la soledad del hombre frente a su destino. Vienen
a mi memoria durante el largo trayecto los años en que siendo un niño de siete
años, ví morir a mi padre, aún más joven que Santos, el hombre que ahora espera
en el tanatorio conquense el momento de ser trasladado a su pueblo, para
recibir sepultura en lo que será su última y eterna morada. ¿Por qué Señor, uno
vuelve siempre al seno de la tierra en que nos vió nacer? ¿Qué extraña e
incomprensible fuerza telúrica ejerce la tierra como para querer volver de
nuevo a su seno y desear ser en ella semilla de eternidad o estiércol para una
rosa? ..."
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