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Bombos, chozos, etc. construcciones en piedra seca. La Alcarria conquense.

EXPERIENCIAS EN EL ESTUDIO, DOCUMENTACIÓN Y DIVULGACIÓN DE LA ARQUITECTURA POPULAR: EL EJEMPLO DE LA ALCARRIA CONQUENSE
Primera Parte
José Luis GARCÍA GRINDA
INTRODUCCIÓN


Revista Zahora
Editada por la Diputación de Albacete
La comunicación intenta mostrar alguna de las experiencias de estudio y documen­tación de la arquitectura popular española que venimos haciendo desde hace algunas décadas y muy en particular las más re­cientemente realizadas en el ámbito de la provincia de Cuenca. En concreto el estu­dio realizado en la Alcarria Conquense, a iniciativa de uno de los programas LEADER, y que tiene su continuidad en estos momentos en otras comarcas con­quenses vecinas como la Mancha Alta y la Serranía Media.

La intención básica es que dichos es­tudios suministren datos fehacientes de cómo es la arquitectura popular, en sus distintos tipos, organizaciones, construc­ción y distintos detalles de sus acabados, al objeto de posibilitar el impulso de una política de defensa y protección de este patrimonio olvidado, fomentando la res­tauración o rehabilitación en el ámbito ru­ral, frente a la simple sustitución. Uno de los instrumentos esenciales, en esta línea, es la propia divulgación de esta arquitec­tura, de tal modo que del estudio surgiera, tanto una publicación específica, como la elaboración de recomendaciones precisas dirigidas a la rehabilitación, protección y reutilización, así como la adecuación de las nuevas construcciones a las tipologías tradicionales, que se han plasmado en una serie de ediciones divulgativas de folle­tos, además de distintas conferencias divulgativas, y finalmente pudieran conver­tirse en parte de la normativa urbanística local.

Otro objetivo del estudio era documen­tar adecuadamente esta arquitectura, que no es objeto normal de atención gráfica adecuada, planteando realizar levanta­mientos y dibujos planimétricos con cier­ta calidad y precisión de ejemplares desta­cados representativos, a modo de fondo documental futuro pues, en nuestra expe­riencia, la destrucción de este patrimonio es tan imparable y masiva que más de la mitad de los ejemplares dibujados por no­sotros, en los últimos veinte años, ya no existen. Documenta pues, que algo queda, es la sentencia que venimos desarrollando en el estudio de esta arquitectura.

Chozo. Villaconejos de Trabaque
Los estudios así realizados tienen un carácter mixto, de investigación y análisis por un lado, de catálogo e inventario por otro, y finalmente de instrumento de di­vulgación por otro, que se plasmará en una publicación futura, con el título de Arqui­tectura Popular de la Alcarria Conquense.

Al objeto de servir al fin específico del congreso y como contribución concreta, a continuación pasamos a analizar y descri­bir una parte de la arquitectura auxiliar, complementaria y del común de la Alca­rria Conquense, de modo particular en lo que se refiere a los refugios y chozas, que en sus modalidades presentan vinculacio­nes con las albaceteñas, así como otras arquitecturas de uso agropecuario, acom­pañado de ejemplos de estas tipologías dibujadas.

La arquitectura auxiliar, complemen­taria y del común de la Alcarria Conquense
El análisis de la arquitectura popular, si bien debe centrarse en la casa, como corazón y centro de la actividad rural, al­rededor de la que se articula la heredad y los diferentes sectores y edificaciones agre­gados a la organización de la misma, como respuesta a aquellos usos agropecuarios específicos, no debe olvidarse que existe un conjunto muy amplio de edificaciones específicas que, en muchas ocasiones, con­tribuyen a definir las características pro­pias arquitectónicas de la comarca.

Son un conjunto muy diverso de arqui­tecturas, que van desde aquellas edifica­ciones de uso agropecuario propio de la heredad familiar que, por razones funcio­nales o de propiedad, se han desagregado de la propia unidad de la casa, como bode­gas, palomares, cuadras, pajares, etc. O aquellas que responden a estos mismos usos agropecuarios, pero tiene un carácter de uso comunal o vecinal, como refugios, parideras, etc. A aquellas que ayudan a dotar de equipamiento colectivo a la co­munidad y que normalmente han formado parte de la propiedad comunal o vecinal. Y que en ocasiones suministraban rentas al propio concejo; desde las fuentes, pa­sando por elementos simbólicos del poder local y de las instituciones, como las pico­tas, la olma característica, la casa de con­cejo con la taberna, la cárcel, el pósito, el horno e incluso el molino, la posada o la venta. A las de uso religioso: la iglesia, la ermita, el calvario, el crucero, el humilla­dero, el cementerio, etc. Hasta aquellas que tienen un carácter más productivo e indus­trial, pudiendo pertenecer a cualquiera de las categorías anteriores: el molino hidráu­lico, el molino de viento o la almazara de aceite. O ligadas a las actividades artesanales tradicionales de ciertos luga­res: como el alfar de cerámica o las ace­quias y pilas destinadas a la producción de mimbres. Hasta llegar a elementos de las infraestructuras viarias y de riego, puen­tes, pontones, alcantarillas, azudes, cana­les, o tratamiento del espacio público como pavimentación, o elementos de los espa­cios agrarios como tapias, cercados, etc.

Todo un abanico de elementos y arqui­tecturas que acaban conformando una ima­gen rica y ambivalente del territorio. Bue­na parte de ellos nos remarca, en presencia y densidad, cuales son las actividades agropecuarias específicas de la comarca, como la presencia de la vid y del olivo, en paralelo a las bodegas y almazaras. O la existencia de una actividad significativa de ganadería menor, específicamente lanar, con los caminos tradicionales, ganaderos y, en paralelo, las numerosas parideras, como ejemplos mas expresivos.

REFUGIOS Y CHOZAS
Chozo. Cañaveras
Los elementos de habitación más ele­mentales, que podemos encontrar en la ar­quitectura popular, son los distintos refu­gios de uso temporal que se crean, en dis­tintos lugares, como apoyo a ciertas activi­dades agropecuarias desarrolladas en luga­res más o menos lejanos de los núcleos.

Su utilidad de habitación temporal hace que su construcción y morfología adopten disposiciones que se pueden calificar de primitivas. Esta disposición hace que, en numerosas ocasiones, se empleen para compararlos con hábitats antiguos, de cu­yas organizaciones nos da cuenta la ar­queología.

En la comarca podemos encontrar un buen número de refugios que emplean las propias oquedades naturales que suminis­tran los roquedos de arenisca, presentes en todos los municipios de la comarca. Al ha­blar de los hábitats trogloditas hemos he­cho referencia a algunos de ellos, como hábitats antiguos. Además es muy frecuen­te que estos abrigos abiertos naturales se amplíen y regularicen mediante talla o, in­cluso, mediante construcción de muros adosados que contribuyen a conformar di­chos abrigos, como el refugio de Cañave­ras.

Normalmente la mayoría de estos abri­gos se emplean como apoyo a la actividad pastoril, estando ligados o relacionados directamente con corrales de ganado o parideras. Algunas de las cuevas naturales dan nombre a topónimos o incluso otros elementos del territorio. En Barajas de Melo se cita la cañada de Val de Cueva en el siglo pasado, que toma el nombre de un «... gran solapo o cueva natural, capaz de guarecer un buen rebaño...» . Los ejem­plos de Candegalgas en Villar de Domin­go García son buena muestra de ello, con una cueva natural que ha sido regulariza­da, dotándola de un hueco, a modo de ven­tana y un acceso, tallando la roca. El refu­gio así creado domina la paridera instalada bajo él.

Otros refugios elementales los halla­mos emplazados en las huertas o espacios de cultivo intensivo ligados a los núcleos. Están realizados con ramajes, sarmientos o cañas, apoyados en unos palos vertica­les y horizontales, simplemente sobrepues­tos, a modo de estructura.

Los Aposentos. Cañaveras
Sin embargo los más abundantes son los chozos de planta circular, dotados de bóveda apuntada, que en ocasiones llega a ser cónica. Están construidos en muros de mampostería tomada con yeso, de la que la bóveda es una continuidad, adelgazándose hasta espesores de 10 o 15 cm en su coro­nación. Los diámetros de las plantas van desde los escasos dos metros, llegando a sobrepasar los cuatro. Este tipo de elemen­to es característico en la comarca y nor­malmente está acompañado de corrales, formando parte de una paridera de ganado.

También los localizamos, a veces, ais­lados en lugares, que da pie a suponer que no eran refugios pastoriles, sigo ligados a explotaciones agrarias, siendo normal su ubicación en los viñedos, a modo de guardaviñas, aunque hoy no es posible lo­calizarlos en dicha relación o disposición.

Incluso algunas chozas, en la toponimia local recogida en la cartografía histórica, reciben nombres propios como por ejem­plo Las Chozas del Mancebo, Choza Nue­va o Choza de La Monja en Olmedilla del Campo, emplazadas junto a la Cañada Real. O la muy expresiva de Choza Re­donda, en Loranca del Campo, emplazada cerca de la otra cañada real que atraviesa su término.

Los ejemplos dibujados en Villalba del Rey, en la zona de la Dehesa, nos dan imá­genes de chozas pastoriles, de distintos tamaño, de 1,90 y 4,50 m. de diámetro in­terior respectivamente. En ambos existe una salida de humo en su coronación, ade­más de un lateral, junto al hueco de acce­so, acompañándose de algún hueco peque­ño interior a modo de alacena. En la Choza Alta en Castejón, la bóveda cónica dispo­ne de una abertura central, además de una lateral en correspondencia directa, como salidas de humos, con un diminuto hogar creado en el muro. Esta choza se acompa­ña de un encerradero de ganado que em­plea parte de cuevas naturales, apoyadas en un estrato rocoso del terreno, cerrando con una tapia la piedra en seco.

Otros ejemplares de similar planta, como el pastoril en Mazarulleque, o el di­bujado en la salida de Villaba del Rey y que posiblemente fuese guardaviñas, arran­can su bóveda, retranqueándose ligeramen­te del muro, al adelgazar su grosor respec­to a él, dotándose de una forma caracterís­tica. En él se conserva la salida de humos central y el tamaño de diámetro interior es de 2,5 metros.

Esta forma de chozo circular, con bó­veda de fábrica delgada tomada con yeso, la encontramos en algunas eras, como edi­ficio de refugio y guarda de aperos. El ejemplo de Torrejoncillo del Rey nos lo muestra, teniendo un amplio diámetro in­terior, en torno a los 4 metros.

Otros tipos de refugios de planta re­dondeada, tanto de eras, como pastoriles o guardaviñas, emplean bóvedas de piedras en seco, de forma irregular, aunque en la comarca tengan un carácter minoritario, como en el ejemplo de Villaconejos de Trabaque. Y en ocasiones hayamos la mis­ma organización, en soluciones de planta rectangulares, como en Priego. O con mez­cla de ramas y piedras sueltas recubiertas de tierra, como en Jabalera, todos ellos de pequeñas dimensiones.

Más raras son las chozas de planta rec­tangular y bóveda aquillada, que encon­tramos en las eras de Villaconejos de Trabaque o formando parte de alguna paridera, como en Priego, este último en piedra en seco. El ejemplo dibujado de Villaconejos de Trabaque está realizado con una bóve­da de mampuesto tomado parcialmente con barro, cuyos vértices están perfectamente trabajados para crear la curvatura, eligien­do piezas pétreas de mayor tamaño, casi sillarejo, colocándolas de tal modo que ofrecen una unión con las dos curvaturas exteriores e interiores, usando las últimas a muro a modo de cuñas. Y colocadas to­das ellas en seco.

El ejemplar de Priego está integrado en un corral con planta cuadrada redon­deada en las esquinas, se cierra con tapia de cierta altura para procurar la protección del ganado, dando su acceso al mismo.
Toda la fábrica se realiza en seco, así como la hoquedad aquillada deformada que tie­ne una formación menos perfecta que la anterior.

Chozo. Cañaveras
Así como los chozos de eras todavía conservan las puertas de acceso, las cho­zas pastoriles no disponen de un cierre, ni dispositivo aparente señalado en las fábri­cas, que pudiera indicar que hayan existi­do. Parece ser que el cierre era provisio­nal, con ramajes, tablas sobrepuestas, o acompañadas de la manta o de alguna puer­ta auxiliar móvil.

Ocasionalmente también encontramos algún ejemplar aislado de choza o caseta ligada a explotaciones agrarias, a modo de habitáculo más amplio que un mero refu­gio, donde era posible tanto pernoctar como albergar a los animales de tiro que ayudan a la labranza.

Algún caso, como en Torrejoncillo del Rey, incorpora dos espacios diferenciados en una pequeña planta rectangular con cubierta de teja a dos aguas. Uno destina­do a habitación, dominado por un hogar dotado de chimenea, donde el labrador dormía en un camastro de paja y prepara­ba allí la comida. Y otro con su pesebre para los animales. Y junto a ella se dispo­ne una alberca con una antigua noria, que mediante el trabajo a sangre de los anima­les, permitía regar la tierra. El conjunto se protege mediante un árbol frutal, propor­cionando además sombra. Este ejemplo nos recuerda que estamos cerca de La Mancha y que allí son más frecuentes las casetas ligadas a las norias, emplazadas de modo disperso en el terrazgo, que en algu­nos casos reciben el nombre de quintería como recuerdo de que fueron empleadas como habitación temporal por los brace­ros que trabajan las fincas.


LA ARQUITECTURA AGROPECUARIA
Si bien los refugios, en las formas que se conservan, se podrían incluir en este gran bloque, en él se aborda todo el con­junto de edificios auxiliares no residencia­les destinados directamente a usos agro­pecuarios.

Destacan sin duda en el conjunto co­marcal dos tipos significativos que refle­jan dos polos de desarrollo productivo complementarios: los corrales o parideras y las bodegas-cuevas, por su gran densi­dad y presencia. A ellas hay que añadir otros tipos básicos como palomares, las organizaciones de algunos colmenares y eras, así como cuadras y pajares, que se escapan del ámbito de la propia casa.

Corrales, pajares y parideras
Parideras. Albalate de las Nogueras
En todos los núcleos, tanto integrados en partes específicas de sus organizacio­nes, como situados en bordes de los mis­mos, encontramos corrales-pajares. Nor­malmente responden a la presencia de un abundante ganado menor, especialmente ovino, complementado con cabrío, de tipo no trashumante, cuyo alojamiento se se­para de la organización de la casa.

En ocasiones relativamente escasas, normalmente cuando la casa cuenta con un amplio corral, se dispone en un lado o extremo dicho establo de ganado menor, con acceso independiente de la propia casa.

Sin embargo en los ejemplos de edifi­cios aislados de esta tipología, encontra­mos soluciones dotadas de un amplio es­pacio abierto cercado, en el cual se abre un portón más o menos amplio. Por él pue­de penetrar la carreta para trasladar el cebo y paja para la cama y comida del ganado y a la vez extraer el estiércol para el abona­do del terrazgo. Este portón se puede pro­teger con un tejaroz o también con barda­les.

Al frente de él o en el lateral se dispo­ne el edificio de las cuadras, con un altillo para pajar. Normalmente es de planta rec­tangular, pudiendo contar con un pórtico delantero, reduciéndose entonces el espa­cio cerrado, donde se crean los pesebres, comederos y bebederos; en él está el típi­co «tornajo» o cajón largo, estrecho y poco profundo, donde se dispone el pienso a las ovejas. En ocasiones más raras localiza­mos también este tipo de edificios para ganado mayor. Además en el corral puede aparecer algún cobertizo o «tinao», para albergar leña o utensilios.

Del pajar se deja caer la paja por un pequeño agujero llamado piquera, desde donde cae a un compartimento que alber­ga la paja o cebo para el consumo diario, llamado pajera, normalmente delimitada, si existe, por un armazón elemental de palos y tabla.

Paridera. Albalate de las Nogueras
 Los edificios ganaderos tienen su máxi­ma expresión en las parideras, edificacio­nes aisladas destinadas a la guarda del ga­nado menor, que encontramos a lo ancho y largo del territorio comarcal. No hay que olvidar que, junto al ganado estante de cada lugar que pastaba por los términos cerca­nos, existe toda una red de cañadas reales que atraviesan el territorio, y que en oca­siones estas parideras han servido de apo­yo a esta transhumancia. Sin embargo la gran abundancia de estos corrales aislados, de los cuales hoy encontramos muchos de ellos en un estado de completo abandono, cuando no en ruina, es debido a esta acti­vidad ganadera local.

La toponimia nos da a través de la car­tografía histórica, incluso la denominación de algunos de ellos, como en La Ventosa, con los corrales del Vallejo, del Llango, de la Manzanera, de Ahijontes, de los Cermenos, de la Fte. de la Cueva, de la Fte. del Prado, de Castillejos. O en Villanueva de Guadamejud, el corral de la Peña del Conde o el Corral Nuevo. En algunos de ellos se hace referencia precisamente al aprovechamiento de cuevas naturales, agrandadas o regularizadas, que en muchas de ellas se observan. Los ejemplos reutilizados de hábitat antiguo altomedieval de San Bernabé o Mohorte. O el dibu­jado en Villar de Domingo García, dotado de dos pequeñas cuevas semitalladas, ade­más de una cerca delantera a modo de co­rral, nos dan muestra de esta reutilización.

Las citadas de Candegalegas en Villar de Domingo García, aprovechan una cue­va alta como
Interior de una paridera. Albalate de las Nogueras
refugio-choza y un corral delantero apoyado en el roquedo. Y acom­pañadas de otras dotadas de un cobertizo o tinao, cerrado todo ello por un corral.

En los edificios, ya totalmente cons­truidos destinados a parideras, cabe dis­tinguir dos modalidades básicas. La más antigua, que se denomina bóveda, consis­te en un edificio compuesto por una serie de recintos en paralelo cubiertos con bó­vedas de medio cañón, construidas en fá­brica encofrada de mampostería y yeso, dotados o no de fachada, también de mampostería. Este da al corral cerrado por una tapia. La cubierta es de tierra asentada so­bre las propias bóvedas y adquiere un as­pecto realmente primitivo que en ocasio­nes recuerda a soluciones y arquitecturas beréberes. Se puede acompañar de una choza de planta circular, como en la de la Dehesa en Villalba del Rey, o de chozas de planta cuadrada, cubierta ya de teja.

Conocemos que todavía se conservan ejemplares de este tipo en municipios del Valle del Guadamejud y del Guadiela, como Villalba del Rey, o Castejón, alcan­zando su antigua extensión a la práctica totalidad de la comarca.

Exterior de una paridera. Albalate de las Nogueras
El otro tipo de paridera es de factura más reciente. Consiste en un cobertizo abierto, dotado de pórticos de machones de mampostería y postes de madera, don­de se cobija el ganado, con planta rectan­gular o en ele. Estos cobertizos pueden cerrarse en parte para crear pequeñas zo­nas de albergue de los animales recién na­cidos o para separar a las madres a punto de parir o animales heridos, con cubiertas, a un agua o como mucho a dos, de teja. Destacan especialmente por su pequeña altura, que como nos señalaba Alonso de Herrera, en el siglo XVI, se adaptaba a la protección específica de este tipo de gana­do.

Ante ella se constituye el corral cerra­do por una tapia de mampostería, bien en seco, bien cogida con barro. Adosada a dicha organización o ligeramente separa­da de ella se dispone la choza, cuyo acce­so se dispone normalmente independiente del corral, aunque en alguna ocasión, como en un ejemplo de Priego lo puede tener desde él.

Los tipos de chozas que acompañan al corral, pueden ser tanto los de planta cir­cular y bóveda, como aquellos otros de planta rectangular con cubierta de tierra y más frecuentemente de teja. En alguna ocasión encontramos algún ejemplar de planta circular y cubierta de teja a un agua, como en el ejemplo dibujado de Los Ro­merales en Buendía. En la choza se ha dis­puesto de dos poyos laterales de fábrica a ambos lados del eje que forman el acceso y el hogar, realizado con fraile, rehundido en el propio muro. Este mismo tipo de or­ganización sin choza lo encontramos como corral dispuesto en los bordes de los nú­cleos, como en Gascueña, a modo de pari­dera donde el pastor ya duerme en el nú­cleo, dejando allí el ganado albergado.

Cuevas-Bodegas
Las bodegas son el otro elemento muy abundante en la comarca, aún cuando en muchos lugares lo habitual es que se em­place como cueva o sótano de la propia casa.

Cuevas. Villaconejos de Trabaque
La bodega como construcción separa­da de la casa puede aparecer tanto en pe­queños grupos alrededor de los altozanos del propio asentamiento del núcleo, apro­vechando estratos rocosos o arenosos con­solidados fáciles de trabajar, incluso sien­do acompañamiento de la propia parroquia o del castillo en pequeños o amplios gru­pos en numerosos lugares. O bien crear agrupaciones significativas de cierta mag­nitud fuera ya del propio núcleo, bien en altozanos anejos, como en Sotoca o Bolliga. O bien creando auténticos barrios alrededor de una ermita como en Villaconejos de Trabaque, que recibe el nombre de El Barrio del Ventorro. O en Albalate de las Nogueras al otro lado del puente medieval y del río Trabaque, en ambos casos.

La cueva-bodega se dota de un peque­ño espacio delantero creando una facha­da. En esta fachada
Cuevas. Torralba
se dispone un hueco de acceso cuya solución más normal es la realizada en arco de medio punto y dotado de sillares adovelados, como en Sotoca, Villaconejos o Bolliga. Aunque también podemos encontrar soluciones menos per­fectas con dinteles irregulares a modo de arcos irregulares tendidos, como en Horcajada de la Torre. O sistemas adintelados, donde la fábrica se sujeta con el cerco o viga superior del propio acceso, como en Villarejo del Espartal, pudiendo tener un tosco arco de descarga si la altura de la misma es relativamente elevada. Las fá­bricas de estas fachadas son de mampostería tomadas con mortero de barro o cal, encontrando en lugares como Villaconejos soluciones con sillarejo o mampuesto de mediano tamaño.

En otros casos la formación aprovecha la pared, más o menos vertical del roquedo donde se talla, para convertirla en facha­da, normalmente adintelada, como en Sotoca o Buendía, donde se dispone la puerta de acceso.

Cuevas. Albalate de las Nogueras
Un primer tramo de la bóveda puede realizarse en bóveda de piedra o mampostería tomada con yeso recubierta con tie­rra, en el caso de tener fachadas construi­das, para luego convertirse ya en una galería tallada en el terreno. En ella pue­den aparecer arcos de descarga, realizados en fábrica pétrea normalmente.

Al aprovechar estratos del terreno y desniveles lo más habitual es que se baje sólo ligeramente respecto al acceso, tenien­do normalmente un carácter lineal. La ga­lería se va abriendo en recintos que ligera­mente se tallan en los laterales para dispo­ner las tinajas. En el caso de la bodega di­bujada de Albalate de las Nogueras, la galería principal se bifurca en otra. Eso es normal que ocurra en las bodegas grandes de este lugar, aunque lo más normal en la zona es que sean de carácter lineal.

En otras ocasiones se dispone una pe­queña construcción en el acceso, como en los ejemplos dibujados de Sotoca y Villaconejos de Trabaque, donde se aprovecha para disponer el jaraiz, donde se pisa la uva.

El jaraiz es una mera depresión o sub­división del espacio dotado de dos muretes bajos laterales que convergen hacia un pequeño pozo rehundido donde se recoge el mosto. O bien es un recinto tallado, como en Sotoca, con una altura lateral en torno a un metro donde se pisa la uva, a veces ayu­dada de la viga de prensa típica de otras zonas del territorio castellano, dotados del contrapeso y el husillo.

Cuevas. Albalate de las Nogueras
Desde el jaraiz cae por un agujero o "anguilero" a la pila. A aquel se arroja desde el exterior la uva por un agujero abierto sobre la cueva, «piquera» o boquero, que normalmente está protegido por una losa para evitar accidentes.

Las tinajas se disponen apoyadas en maderos, como base sustentante, coloca­das tanto en las oquedades hechas exprofeso en laterales, o fondo de la gale­ría o del merendero delantero. Bajo ellas y de la "canilla" o «espita» se dispone el «cazuelo» o recipiente de barro para faci­litar el trasiego del vino.

El jaraiz se completa funcionalmente con la prensa de madera o «embeleca», donde se prensa lo que queda de mosto en el casco de la uva una vez pisada. Su em­plazamiento se dispone en la cueva y a menudo se saca al patio delantero si exis­te, como en el ejemplo dibujado de Albalate, o al espacio público delantero para permitir el trabajo en ella, como en el ejemplo de Villaconejos de Trabaque.

De los conjuntos de bodegas de mayor calidad que hoy se conservan cabe citar a los de Albalate de las Nogueras y Villaconejos de Trabaque en la zona este de la comarca, y a Sotoca y Bolliga en zonas más centrales, aún cuando hallamos ejem­plares de interés más o menos sueltos en buena parte de los núcleos de la comarca, véase a tal efecto el plano de localización de ejemplares de tipo edificatorio en este territorio.

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