jueves

Novedad editorial: Diego Jesús Jiménez. Leer y entender la poesía




Diego Jesús Jiménez. Leer y entender la poesía.
Coordinadores: Ángel Luis Luján Atienza y Martín Muelas Herráiz.
Colección Humanidades nº 121.
ISBN: 978-84-8427-811-5
=====00000=====

En la pag. 269 y siguientes, por Antonia Mª Ortiz Ballesteros, capítulo titulado "DIEGO JESÚS JIMÉNEZ EN LA RED", y concretamente en las pags. 272-273 se puede leer:

2.1. Páginas dedicadas y/o gestionadas por el autor.

... " Hasta donde alcanzamos, solo dos páginas, y de forma incompleta, podrían representar esta línea. La vertiente institucional llega de la mano de la Biblioteca Virtual Cervantes que, dentro de su Portal de Poesía Contemporánea, incluye a Diego Jesús Jiménez, aportando, en la estructura habitual, contenidos sobre El autor (semblanza bio-bliográfica con apunte críticos), Textos ("La casa", "Color solo", "El lingüista" y "Rio Escabas") y Fonoteca.
En el otro lado, el de los admiradores, el espacio más completo sobre el poeta llega de la mano de Arturo Culebras Mayordomo y la página "El desván de mis libros". A pesar de la expresa voluntad localista y multitemática de este blog (que se declara como "de difusión de la cultura conquense y alcarreña, en especial de Albalate de las Nogueras (Cuenca)", encontramos, tal vez el mejor homenaje en la red, pues junto al recuerdo emotivo se incluyen trabajos de crítica y enlaces. Casi podríamos decir que, hasta la fecha, si alguién buscase la auténtica página de Diego Jesús Jiménez, debería acudir a ella, pues una pestaña reza, precisamente "Diego Jesús Jiménez, poeta pricense".

Nota: Nuestro agradecimiento por tan elogiosas palabras.

=====00000=====

Palabras previas de los coordinadores: Ángel Luis Luján y Martín Muelas


Hacía tiempo que los responsables académicos del curso Leer y entender la poesía, así como los numerosos amantes de la poesía que con rara fidelidad acuden a él, queríamos dedicar una edición monográfica a la obra de Diego Jesús Jiménez, no porque él fuera el alentador real y el alma cierta de estas reuniones, no porque Priego, sede del curso, fuera su pueblo, o porque los que año tras año hemos acudido fieles a la cita veraniega en la serranía conquense en torno a su generosidad fuéramos sus amigos, sino porque Diego Jesús es un gran poeta (y esto es necesario enunciarlo en presente) y porque lo merecía con igual título que otras figuras (Hierro, Gamoneda o García Baena) a las que se dedicaron en su momento ediciones monográficas. Pero Diego Jesús, con su inquebrantable humildad (que hay humildades más fuertes que muros y que bastiones) se negó una y otra vez a aceptar lo que él creía homenaje inmerecido y no era más que justicia poética y humana. Por desgracia, tuvo que ser el tiempo, bajo su forma más terrible, el que doblegara tan tenaz modestia y el que nos ha permitido cumplir con el deber (que debiera haber sido gozoso, pero las circunstancias lo han empañado) de celebrar al amigo y al poeta, que todo era uno, pues no se sabe si era más amigo que poeta o al revés; y es que, no cabe duda, Diego hizo del arte de la amistad un arte de poesía. De otra manera no se entendería que año tras año este curso haya contado con incondicionales asistentes hasta cumplir su décima edición. Independientemente de la excelencia académica, que siempre hemos procurado alcanzar, un empeño así no aguanta si no hay algo poderosamente humano debajo sujetando el artilugio. Diego Jesús Jiménez nos dejó en septiembre de 2009 y quedó un vacío en nuestros corazones, pero también en el panorama de la poesía española contemporánea, porque en él había un lugar que solo su obra ocupaba, inolvidable e imprescindible. Nacido en 1942, en concreto en la víspera de Navidad de ese año, como el otro gran Jiménez de la poesía española (según nos recuerda aquí Luis Alberto de Cuenca), Diego pertenecía por generación al grupo de los que, llegado el tiempo, algunos serían bautizados como "novísimos" y otros se quedarían huérfanos de nombre, que no de prestigio. De ello habría mucho que decir, y en parte ya se ha dicho. Diego tuvo la suerte y el talento suficiente para empezar a publicar antes que la mayoría de sus coetáneos, y cuando apenas contaba con veinte años ya había dado a la luz un poema extenso (Grito con carne y lluvia) y dos pequeños poemarios (o plaquettes, como prefieren decir otros), La valija y Ámbitos de entonces. Estas tempranas entregas líricas, que apuntaban ya al gran poeta que iba a ser, lo situaban como continuador de la línea de poesía predominantemente social, de ámbito castellano, de la época, pero renovándola con un enfoque imaginativo y una maestría rítmica que había aprendido en autores como el tomellosero Eladio Cabañero, Claudio Rodríguez o Carlos Sahagún, los cuales llevaban ya unos años proponiendo una salida del realismo chato de la poesía de combate acomodada en sus consignas; propuestas renovadoras que desarrollarían después en todas sus posibilidades Diego y sus compañeros de generación.


Diego Jesús Jiménez en primer término durante su primera
lectura en la Tertulia: "Poemas publicados e inéditos".
11 de febrero de 1964 (Curso LII, sesión 439ª).
Al fondo, el poeta y crítico Luis Jiménez Martos.
Foto Basabe
   Con La ciudad, obra que se alza con el Adonais en 1964, Diego Jesús Jiménez ofrece al público un libro asombroso (como nos explicará Manuel Rico en estas páginas), un libro inaudito y difícil de clasificar en su época. Los temas eran conocidos para los lectores y poetas de aquellos años: la tierra, los oficios del campo (recuérdese El jornal de José Miguel Ullán), los hombres comunes con sus vidas inquietas o malhadadas, pero el tratamiento rompía todas las expectativas. El verso que juega a combinar endecasílabos y heptasílabos con la apariencia de libre; el incesante juego de los encabalgamientos que manejará con maestría toda su vida (en este tomo pueden verse los trabajos de Antonio Carvajal e Idoia Arbillaga sobre la métrica del poeta); un ritmo alucinado, al que contribuye no poco el desfile de brujas, magos, equilibristas, nómadas de toda calaña, quincalleros; las imágenes que sitúan al yo y todos sus referentes en un ámbito cósmico en el que las realidades se comunican incesantemente, cambiando atributos, desvelaban una manera nueva y poderosa de hacer poesía. Esto, que está en la base de la grandeza de toda creación: el replanteamiento del mundo conocido bajo una mirada que al descentrarlo y sacarlo de sus quicios nos muestra dimensiones insospechadas de la realidad, el romper con las clasificaciones establecidas, esto, decimos, en lugar de servir de mérito, muchas veces despierta el recelo o indiferencia de los detentadores del canon, enfrentados a obras que les resultan incómodas y que, en consecuencia, desatienden. Esta actitud, no sabemos si tanto de la crítica como de los poderes de facto de la cultura, acompañó de manera constante a Diego Jesús durante toda su vida debido a la radical originalidad de su propuesta estética, a su creación a contratiempo y a su honestidad creadora, que nunca se plegó ni a modas ni a modos. Este silenciamiento por parte de la institución literaria se hace más sorprendente cuando estamos ante el único poeta (junto con Pere Gimferrer) que cuenta con dos Premios Nacionales de Poesía. El primero de ellos lo obtuvo por su segundo gran libro, Coro de ánimas (1968), en el que los temas de La ciudad se continúan y se expanden, con una incidencia menor en lo cósmico, pero siempre anclado en lo telúrico y terreno, en su sentido más humano. Hay en este libro una pregunta esencial sobre la trascendencia, interrogada tanto a través del amor como a través de los seres perdidos, especialmente el padre, y esa pregunta es la del lugar del hombre en la existencia. La raíz barroca de su creación, una de las características fundamentales de la obra de Diego Jesús, se hace aquí explícita. Este libro y el siguiente, Fiesta en la oscuridad (1976), que conjuga las experiencias anteriores con algo que va a tener largo desarrollo en la siguiente etapa creadora: una visión global y crítica de la historia del hombre, coinciden en el tiempo con el apogeo de la estética novísima y la ola de culturalismo que invade la poesía española; pero Diego Jesús no es culturalista, o no lo es en el sentido superficial en que lo son muchos poetas de la época. Cuando nuestro autor introduce referentes específicamente poéticos en sus versos, como la serie dedicada a poetas en Fiesta en la oscuridad: Cernuda, Vallejo, Machado, Alberti, lo hace desde su sentido de comunicación humana y no meramente ornamental; cuando escribe sobre obras pictóricas le interesa el mensaje de trascendencia que el arte conlleva, la posición en que el arte sitúa al hombre en el juego de la existencia; y cuando su verso habla sobre la historia o alude a épocas remotas, como en el soberbio "Fiesta en la oscuridad", no se deleita en el detalle evocador y colorista sino que, lejos de toda precisión histórica, sus figuras (legendarias, en tropel), ponen de manifiesto las trampas de la historia y el papel del hombre en la construcción o falsificación del relato de su propio devenir. Aquí sucede un silencio de 15 años, un largo silencio que, para los que entienden la poesía como una cadena de producción y creen que la publicación es una suerte de publicidad, constituye una desaparición; sin embargo, el poeta tiene sus tiempos y Diego Jesús ha ido trabajando un poemario que partiendo de donde había dejado Fiesta en la oscuridad nos muestra un fresco de la historia sobrecogedor, a la vez que una reflexión sobre cómo la estética se imbrica en la historia de la humanidad, un libro que podía resultar mucho más culturalista que su libro anterior, un libro que planteaba la historia de la humanidad desde un punto de vista simbólico a través de sus representaciones pictóricas, pero eran los años 90 y corrían los vientos favorables y fáciles de otra moda: claridad elocutiva, ligera ironía, discursividad, así que Diego llegaba de nuevo a contratiempo. Su último libro, Itinerario para náufragos, en el que la memoria colectiva y la memoria personal se confunden e implican, en una entonación elegiaca sobre un mundo moderno que ha perdido las raíces de su razón de existir, un mundo náufrago, huérfano y desolado, fue de nuevo Premio Nacional de poesía y Premio de la Crítica y servía de alguna manera para dar a conocer al gran público (si es que lo hay en poesía) a un poeta que debía haber sido conocido tantísimo antes.
En los últimos años se han multiplicado los reconocimientos y la atención crítica a este poeta imprescindible de la segunda mitad del siglo XX, con el pionero trabajo de Manuel Rico, la edición de los dos últimos libros de Diego Jesús Jiménez en la prestigiosa editorial Cátedra a cargo de Juan José Lanz, lo que supone una clara canonización, los trabajos de Molina Damiani, García Jambrina, Casanova, Luján, el volumen que le dedicó la Universidad de Castilla-La Mancha en 2007, la lectura de la primera tesis doctoral sobre su obra en la Universidad de León (2010) de Tomás-Néstor Martínez. Todos estos trabajos van dando cuenta y haciendo justicia a esta obra, no muy extensa pero profundamente intensa, hermosa y universal a la vez que sintomática de su tiempo.
Los estudios que se reúnen aquí continúan en esa línea y pretenden ahondar en el conocimiento del poeta y su obra. Aparecen en este volumen las conferencias que se leyeron en ocasión de la celebración del curso a cargo de destacados especialistas en la obra del poeta, pero también colaboraciones de estudiosos de la poesía que llevados por la admiración han querido contribuir al conocimiento de esta inmensa poesía. Hemos situado en primer lugar los textos que abarcan la figura de Diego Jesús Jiménez de manera global, bien desde un punto de vista biográfico o como un recorrido unificador por toda su trayectoria vital y literaria, trabajos que buscan las claves para comprender en conjunto la grandeza de su legado. Hemos agrupado después los trabajos que tratan algún aspecto concreto de la creación de Diego: el tema de la muerte, la presencia de lo maravilloso, la relación entre poesía y pintura, pues no olvidemos al gran pintor que fue nuestro poeta, o la métrica de sus poemas, asunto central para la comprensión cabal de su poesía y que deparará importantes sorpresas para quien se adentre en él. Un único artículo se dedica a uno de sus libros en solitario: La ciudad. Y cerramos esta parte académica con dos propuestas que amplían nuestra visión del poeta y desbordan los cauces tradicionales de la crítica. Por una parte tenemos el resultado de un proyecto de innovación educativa en que se explica la importancia del paisaje a través de textos de Diego Jesús, entre otros, y un interesante y exhaustivo rastreo de la figura de nuestro poeta por la red, lugar claro de la visibilidad pública hoy por hoy. Por último, hemos reservado, como sección final, un espacio para una suerte de antología inacabada sobre Diego Jesús Jiménez, que recoge los homenajes y testimonios con que los poetas han querido recordar al compañero como mejor saben hacerlo, con su palabra vibrante. Antología inacabada, crítica inacabada, como inacabada es toda obra que solo se completa con la lectura gustosa y con la inmersión participativa en el mundo que el autor despliega ante nosotros en esa comunicación que supera tiempos y lugares, barreras físicas a las que la poesía no atiende. Quizá se ha convertido en un lugar común, pero no deja de ser cierto lo que Auden escribió para despedirse de otro gran poeta, William Butler Yeats: "para él fue su última tarde como sí mismo", pues "se convirtió en sus admiradores". "Las palabras de un hombre muerto / se modifican en las entrañas de los que viven", añade Auden. En esa comunión que es la comunicación poética, vivo y revoltoso en sus palabras, llevamos a Diego Jesús dentro de cada uno de nosotros.

=====00000=====

No hay comentarios:

Las entradas mas visitadas en los últimos 30 días