VÍCTOR FUENTES
Universidad de California,
Santa Bárbara
¡Madrid, Madrid!, ¡qué bien suena tu nombre,
rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena,
tú sonríes con plomo en las entrañas.
Comienzo con el epígrafe de los versos de Antonio Machado, firmados en Madrid el 7 de noviembre de 1936, precisamente el mismo día que el ejército faccioso desencadenaba, por aire y
por tierra, la que creía iba a ser su ofensiva final contra la capital de «las Españas», la cual quedó rechazada y paralizada a sus puertas hasta el 29 de marzo de 1939, cuando otra sedición, ahora dentro de las propias fuerzas republicanas en derrota, las abrió al ejército franquista. La heroica defensa de Madrid evocó históricas resonancias épicas (Troya, Numancia, la Comuna de París, el 2 de mayo madrileño de 1808). Con su lema de «No pasarán», aquel Madrid causó asombro y admiración en el mundo. De aquí que quizá no haya habido en toda la historia de la poesía una ciudad más cantada, en el espacio de apenas tres años, que Madrid durante la guerra.
Hecho de tal magnitud no podría haber sido desatendido por la crítica. Y son varios los libros y antologías sobre la poesía en la Guerra Civil que dedican un apartado a Madrid (tal el caso del libro de Natalia Calamai o de la Antología, de César de Vicente) o todo un libro, Romancero de la defensa de Madrid, recopilado y presentado por Serge Salaün. Teniendo en cuenta estos profusos antecedentes, mi enfoque será distinto: se centra en un grupo de renombrados poetas, quienes ante un tema tan apropiado para hacer de la poesía vehículo de un mensaje o de consignas políticas (caso de tanta de aquella poesía que se escribió sobre el Madrid de la guerra), nos han dejado, aun tratando de mensajes y consignas y usando formas populares, una vibrante, elaborada, visión poética de un Madrid asediado por la tragedia y la muerte, pero en el que no muere la esperanza: «La tierra se desgarra / el cielo truena, / tú sonríes con plomo en las entrañas».
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