RECUERDOS Y BELLEZAS DE ESPAÑA
CASTILLA LA NUEVA
TOMO II
1853
Escrita y documentada por J. M. Quadrado
ARTIENDO de levante y norte las
empinadas sierras, cuyo espinazo ó tronco traza el límite divisorio entre
Aragón y Castilla, forman de la provincia de Cuenca Un estenso declive, que bajando
acia poniente y mediodía, viene á perderse en las rasas llanuras de la Mancha.
De su vértice mas alto, acia las cumbres de Tragacete, descienden caudalosos y
nombrados ríos: y mientras el Tajo siguiendo la vertiente opuesta lleva sus nacientes
aguas al señorío de Molina, el Guadiela en dirección al oeste enfílalos
angostos valles de Priego, y el Júcar y el Cabriel, casi paralelos en su curso,
recorren de nortea sur la longitud de la provincia, torciendo en seguida al
este para regar unidos el reino valenciano. Variada y á menudo risueña es la
situación de los pequeños lugares plantados en la cúspide de las lomas ó en el
fondo de las cañadas; pero la aspereza del territorio en gran parte yermo,
escluyendo de su seno la abundancia, le hace también estéril en recuerdos
ilustres y en grandiosos monumentos. La segur ha abierto brecha en sus bosques
seculares de robles y encinas, como el soplo corruptor del siglo en las
costumbres puras é inocentes de sus laboriosos habitantes; y sin embargo aun
guardan allí cierta feliz analogía los hombres y la naturaleza: suaves aromas
se exhalan aun de aquellas vírgenes espesuras, preciosos jaspes encubre la
rudeza de aquellos peñascos.
Conociólos la antigüedad con el
nombre de montes de Idúbeda, y abarcábalos la región meridional de la belicosa
Celtiberia, donde á pesar del áspero suelo florecían bajo el dominio de los
romanos tres ciudades distinguidas, y en la iglesia de la España goda tres
nobles sillas episcopales. Ergávica y Segóbriga han apurado sin fruto el ingenio
mas que el saber de los anticuarios para fijar su primitivo asiento, y sus
memorias han ido vagando de ruina en ruina como en busca de domicilio (1):
únicamente Valeria, trocando apenas de nombre pero sí de condición, subsiste á
cinco leguas y al mediodía de Cuenca, confundidas en un mismo polvo las
gentílicas turbas de sus patricios y la venerable cátedra de sus prelados (2).
Sobre un cortado peñón ceñido de fosos naturales, al sur de la humilde villa,
reconócense las calles del ilustre municipio; pero unos vestigios de termas ó
baños públicos es cuanto resta en pié de sus construcciones. También á orillas
del Guadiela, en el cérro de Peñaescrita junto á Priego, y seis leguas mas
abajo en el despoblada de Santaver, aparecen indicios de población romana, sin que
haya podido aun determinarse su correspondencia á una de tantas que todavía
quedan por localizar (3).
Desde los primeros años de la
dominación agarena vemos hundirse las celtiberas capitales, y levantarse en su
lugar fuertes y pequeñas villas alrededor de un castillo; Conca, Alarcon, Uclis,
Webde, Santiberia y Zorita. Ya en 784 dio Alarcon, que se interpreta atalaya,
seguro é ignorado asilo á Muhamad el Fehri, hijo del postrer gobernador Yusuf,
prófugo y derrotado por el gefe de la dinastía de los Omeyas, el grande
Abderraman. Afines del siglo IX el rebelde Aben Hafsun estableció en aquellas
breñas el baluarte de su usurpado imperio, de donde fué á gran costa
desalojado. En la desmembración de reinos que siguió á la estincion de los
califas cordobeses, el señorío de las sierras orientales pasó sucesivamente por
alianzas ó por conquista al de Valencia, al de Toledo, al de Sevilla, quien lo
cedió como dote de su hija Zaida á Alfonso VI, y lo recobró luego con el apoyo
de los almorávides. Las portentosas hazañas del Cid campeador que al través de
los montes se abrió camino hasta Valencia, las de Alvar Fañez, su digno
sucesor, las veleidosas ligas de los ambiciosos jeques con los cristianos para
combatir á los almorávides ó entre si propios, pusieron repelidas veces al
estandarte de la cruz en posesión de aquellas enriscadas fortalezas; pero no se
clavó definitivamente en sus murallas, sino después que hubo sucumbido Cuenca
en 1177 ante los esfuerzos combinados de Castilla y Aragón. Rindióse Alarcon en
1184 tras de nueve meses de sitio, escalada por el arrojo de Fernán Martinete
Ceballos, que hincando dos puñales en el muro, subió el primero hasta la torre
del homenage, tomando desde entonces por apellida el nombre de la villa (4); cayó
dos años después Iniesta, que nada tiene de común con la Eteslela carpetana; el fuerte castillo de Zafra y su señor así
llamado dieron alta prez y gloria con su vencimiento á D. Pedro de Lara,
segundo conde de Molina (5). Pobláronse de cristianos los lugares, lanzóse
al enemigo de sus inaccesibles guaridas, trocáronse en anchos caminos los
densos bosques y matorrales: Alarcon, hecha cabeza de la comarca, fué confiada
á la custodia de los caballeros de Santiago recien establecidos en Uclés; y al
volver en 1197 los victoriosos almohades de su asoladora incursión por
Castilla, hallando ya defendidas las nuevas poblaciones, hubieron de
contentarse con devastar los campos.
Arrollados los sarracenos del
suelo meridional de la provincia allende los confines de Murcia, mantuviéronse
todavía por algún tiempo al abrigo de las sierras de levante sobre la frontera
valenciana. Moya, destruida por los azares de la guerra, fué repoblada en 1209
de orden del monarca por Pedro Fernandez, señor de Castril de Vela, y por el
alcalde Pedro Vidas; la loma de Cañete su vecina debió ser contemporánea. En la
fragosa estremidad del sudeste quedaba aun por someter Requena, cuyas cercanías
en 11 de agosto de 1184 habían visto á Armengol, conde de Urgél, perecer en una
emboscada con la flor de sus caballeros, y cuya fortaleza esquivó atacar
Alfonso VIII, al llevar en 1211 por las riberas del Júcar hasta el mediterráneo
sus armas victoriosas. Acometió la empresa ocho años mas tarde el insigne
arzobispo D. Rodrigo, y levantando una cruzada de doscientos mil hombres, tomó
tres castillos de la serranía y puso sitio á Requena: mas hubo de levantarlo al
cabo ele mes y medio, dejando dos mil cadáveres al pié de los aportillados
muros; y perseguida la desbandada hueste por el enemigo, abandonó en Cañavate
los cautivos y la presa (6). Sin embargo no lardó pequeña en abatir su
cerviz indomita , pues en 1223 los concejos de Cuenca, Alarcon y Moya invadieron
ya los lindes del reino valenciano, del cual era llave aquel castillo, y Zeit
Abu Zeit, su monarca, llegó hasta Moya en 1225 para besar la mano de Fernando
III y constituirse su vasallo (7). Cuéntase que el santo rey dio mas adelante al
convertido valí la torre de Zafra, encomienda de la orden de Santiago, antes
que el de Aragón le otorgara ricos heredamientos en sus dominios como
indemnización de la perdida corona.
Daba la ley en aquel pais la
poderosa familia de los Latas, cuya pujanza coincidió con la época de su
sometimiento, y cuya rama primogénita obtenía el cercano señorío de Molina.
Dueño de las fortalezas de Alarcon y Cañete, el conde Alvaro imponía sujeción á
los pueblos y temor á sus contrarios, reinando á nombre del joven Enrique I;
pero hubo de restituirlas á la corona luego que entró á reinar S. Fernando, á
trueque de conseguir su libertad. Rescatóla igualmente su deudo Gonzalo Pérez,
señor de Molina, sitiado por el mismo rey en el castillo de Zafra con la
renuncia de sus estados v esclusion de sus hijos varones; y el poder real se
afirmó sin competencia en toda la serranía. Alfonso el sabio hizo ostensivo á
Alarcon y Moya el libre fuero de Cuenca y proponíase en 1273 concertar una
espedicion contra los moros con su anciano suegro Jaime el conquistador, cuando
una grave enfermedad disipó en Requena sus belicosos proyectos. La vecindad
empero de Aragón fué muy pronto funesta al sosiego de la comarca durante los
apuros de Sancho el bravo, quien
prometió al aragonés la cesión de Requena en 1281 con tal de apartarle de la
causa de los infantes de la Cerda. Emigrado á aquel reino D. Juan Nuñez de
Lara, renovando las pretensiones de sus abuelos, invadió repelidas veces con
estrago las tierras de Castilla, desbarató las tropas reales tomándoles los
pendones, apoderóse de Cañete y Moya; mas todo se lo quitó una paz insegura y
llena de asechanzas. A su hijo fué devuelta Moya por Fernando IV, que
arrepentido luego vinculó la posesión de ella á la real primogenitura; Alarcon
fué dada por el mismo tiempo al infante D. Juan Manuel, é incorporada en el marquesado
de Villena; de Cuenca hizo donación el rey D. Pedro á su tia Dª Leonor, que
residiendo en la frontera, no apartaba los ojos de Aragón, donde habia sido
reina y donde sus hijos la vengaban de su entenado. La donación no tuvo efecto
por entonces; pero fallecido D. Pedro, Requeña y Cañete se entregaron al rey de
Aragón por traición de sus alcaides, y costó una guerra á Enrique II su
recobro.
A pesar de la importancia
fronteriza del pais, que reservaba naturalmente su posesión esclusiva á la
corona, formáronse en su término vastos y poderosos señoríos. Acia el norte y
rayana de la Alcarria se estiende un territorio poblado de cuantiosas villas,
que dado por S. Fernando á su hijo D. Manuel, empezó á llamarse del Infantado;
y trasmitido sucesivamente á Dª Mayor Guillen, dama de Alfonso X, á Dª Beatriz,
reina de Portugal su hija, y á su nieta Dª Blanca, abadesa de las Huelgas,
volvió otra vez por compra á D. Juan Manuel, hijo del primer poseedor. Por
casamiento de Dª Constanza, biznieta de este, pasó el señorío á la familia de
Albornoz, cuya última heredera Dª María lo llevó en dote al famoso D. Enrique
de Villena, que divorciado luego de su esposa por ambición del maestrazgo de
Calatrava, lo perdió todo á la vez cogido en sus propias redes. Entretenido por
el monarca con la esperanza de recobrar el marquesado de Villena, é incapaz de
dominar la viva resistencia de Alarcon y demás pueblos á reconocerle por señor,
hubo de reducirse el sabio nigromante á la villa de Iniesta, oscuro teatro de
sus doctas tareas y misteriosas vigilias, perdidas también para su gloria. De
los Albornoces heredaron el Infantado los Lunas, y de estos los Pachecos por
enlace con la nieta de D. Alvaro; pero Enrique IV hizo gracia de él en 1470 á
Diego Hurtado de Mendoza en premio de los servicios prestados á su muger y á su
hija, fiando á Pacheco en compensación la villa de Requena con los derechos de
su frontera. De la misma noble estirpe de Mendoza y de igual nombre y apellido
fueron los fundadores de otros dos vecinos estados; el uno á quien concedió el
propio monarca en 1465 la contigua villa de Priego con titulo de condado, el otro
que en 1440 compró por doce mil florines de oro el señorío de Cañete á D. Juan
Martínez de Luna, á cuya familia lo otorgara Enrique III. También Moya en 1475
fué por los Reyes Católicos erigida en marquesado á favor de Andrés de Cabrera,
á quien sobraran, á falta de méritos propios, los de su insigne esposa Beatriz de
Bobadilla para obtener el primer lugar en la gratitud de sus soberanos. Alarcon
y las otras villas meridionales quedaron por D. Diego Pacheco, marques de
Villena, sosegada la proterva lucha queden su término sostuvo con los capitanes
reales D. Pedro Ruiz y D. Jorge Manrique, entre cuyos estériles horrores solo
descuella la generosa porfía de dos hermanos y el sublime sacrificio de una
vida ofrecida y aceptada por la otra. (8)
Sobre las villas del Infantado no
descuella ningún castillo suntuoso que recuerde su feudal historia. Apenas hay
vestigios del de Alcocer ganado por el Cid con una falsa huida en 1074 tras de
largo sitio, y defendido en el seno de la morisma como punto avanzado para la
conquista de Valencia, desde el cual envió al monarca en prenda de su lealtad
cincuenta caballos con ricos jaeces y otros tantos alfanges tomados á los
sarracenos. Igual suerte ha cabido al de Salmerón, origen de la discordia
suscitada en 1432 entre el señor de Cañete y D. Alvaro de Luna, que obligó al
primero á renunciar la parle que del castillo y pueblo le pertenecía. Escamilla
no ofrece sino un torreón cuadrado y un viejo edificio, de mezquina apariencia
para mansión señorial; en cambio ostenta sobre su parroquia de góticos resabios
una pretenciosa torre, pesada mole de piedra construida á principios del último
siglo y decorada con el nombre de Giralda por el templete y estatua en que
termina Alcocer conservad real, convento de fran-ciscas fundado en vida de Sta.
Clara por Alfonso el sabio; Valdeolivas su parroquia bizantina desfigurada por
los reparos, y en su cuadrada torre cuatro órdenes de ventanas semicirculares.
(9)
La naturaleza del territorio corresponde al tipo de la limítrofe Alcarria,
quebrada, barrancosa, cubiertos sus montes de jaras y carrascales, amenos y
fértiles sus valles regados por el profundo Guadiela.
Costeando las márgenes del rio y
dejando á la mitad del camino los restos de una pequeña iglesia bizantiza con
tres ábsides en cruz, parroquia según dicen de un pueblo arruinado, se da vista
á Priego, cabeza del norte de la serranía, pintorescamente situada sobre una
plataforma, que ciñen con hondo cauce por un lado el Guadiela, por otro el
Escabas su tributario. Domina al caserío la cuadrada torre de la parroquia, que
elegante y de aspecto monumental desde lejos, de cerca se descubre
almohadillada y no anterior al siglo XVI, igualmente que la iglesia.(10) Entre
sus casas ni antiguas ni regulares, distinguese una cuya galería superior
sostienen en vez de columnas figuras al parecer de alguaciles escepto una de
muger, mansión que acaso debió pertenecer á los ilustres condes. Contiguo á la
villa hay un convento de religiosas, á media legua otro moderno y suntuoso de
franciscanos en amena posición. De Priego á Villaconejos ándase una legua de
escabroso monte, y otra á orillas del Trabaque por un canal prolongado hasta
Albalale de las Nogueras, lugar plantado sobre un cerro entre los frondosos
árboles cuyo nombre loma. Desde allí parten en dirección á Cuenca dos caminos:
el uno mas llano y apacible, que enfila de paso á Torralva y otras villas; el
otro es un atajo que atravesando el corazón de la sierra y los lugarejos de
Collados, Sotos y Mariana, desemboca en la magnífica y sorprendente hoz del
Júcar, antes de introducir á la capital.
Cañete y Moya, centro y título de
dos marquesados acia la frontera oriental, conservan las antiguas murallas que
robustecen su natural fortaleza y que alternativamente conmovieron y repararon
las últimas guerras civiles con no poca ruina de los pueblos. A dos quedan
reducidas las seis parroquias que tuvo Moya, sin que sea por otro lado notable
su decadencia: fundación de su primer marqués es el fuerte castillo de Cardenete
á orillas del Gabriel. Floreciente y populosa sobre la frontera misma mantiénese
Requena, cercada de caseríos en ancha y fértil vega que sonríe como un oasis en
medio de los pinares y malezas de la serranía. Aun se distingue cercado de
muros y torreones, con su castillo en lo mas alto de la muela, el primer
recinto de la villa, en frente del cual acia el norte formóse mas adelante en
otra colina el barrio de las Peñas, que la población creciente ha unido con
aquel, tendiéndose un cuarto de legua de cabo á cabo. De sus tres parroquias
fundadas á fines del siglo XIII ó en el XIV, S. Salvador y Sta. María ostentan
fachadas góticas de muchas pero no muy diligentes labores; S. Nicolás se ha
renovado por completo. Utiel, lugar vecino é inseparable de Requena en sus
vicisitudes, apenas le reconoce ventaja en el número de habitantes y en la
amenidad de su llanura plantada de viñedos, sin faltarle tampoco su gótica
iglesia. A la Minglanilla dan renombre en la comarca sus minas de sal
inagotables y las profundas cuevas escavadas en la roca , que las luces
convierten en palacios de cristal.
Las famosas villas meridionales,
situadas entre el Júcar y el Gabriel acia los confines de Murcian han declinado
sensiblemente de su pujanza, erigiéndose en cabeza de su distrito Motilla del
Palancar, lugar oscuro y recien crecido. Las viejas casas de la antigua Iniesta
tendidas de norte á sur en el declive de una loma entre viñas y olivares,
contrastan con la regularidad y buena planta de Villanueva de la Jara su
vecina, aldea de Alarcon en otro tiempo, que encierra cuatro conventos y restos
de almenas arábigas á espaldas de su magnífica parroquia. En las ruinas de su
castillo y en los solares obstruidos de escombros muestra su lastimosa
despoblación el Cañavate, lugar para los cristianos ominoso por las derrotas
que allí sufrieron en agosto de 1442 y al volver del sitio de Requena en 1219.
Hasta S. Clemente, cuya torre no concluida domina á larga distancia el llano horizonte
manchego, acrecentada rápidamente en el siglo XV bajo el g| señorío de los marqueses de Villena, á
quienes debe parte de la fábrica de su parroquia y el retablo mayor de
Santiago, no se ha repuesto de los estragos de la epidemia y de la guerra que
la afligieron á principios de este siglo. Pero ninguna iguala el abatimiento de
Alarcon, como ninguna igualó su nombradla: la rival de Cuenca, la que defendía
sus anchurosos términos á filo de espada,(11) hoy cuenta menos de novecientos habitantes
atojados en pobres casuchos. Por fortuna permanecen en pié sus cinco
parroquias, atestiguando la grandeza de la villa en tiempos no muy lejanos: las
fachadas de la Trinidad y de Santiago datan de la decadencia gótica
contemporánea de los Reyes Católicos; la de Sta. María despliega bajo un arco
artesonado en sus columnas corintias, nichos y labores, toda la elegancia del
renacimiento en el reinado de Carlos V, á cuya época también pertenecen su
retablo mayor y el de Sto. Domingo de Silos divididos en multitud de
compartimientos; la portada de S. Juan guarda rigurosamente el orden dórico y
su templo encierra una admirable custodia labrada por Cristóbal de Becerril en 1575.
Sirve el Júcar á Alarcon de profundo foso deslizándose por bajo de dos hermosos
puentes y rodeándola en forma de herradura; y al verla tan bien defendida por
su ya ruinoso alcázar y por las torres de sus tres puertas, fortificadas con
puentes levadizos por el único lado accesible acia oriente, no puede menos de
recordarse que el enemigo mas irresistible, que á unas poblaciones ensalza y á
otras humilla es la mudanza de los tiempos y el capricho de la fortuna.
NOTAS
(1)Las indicaciones históricas y geográficas que de Ergávica y
Segóbriga se hallan en Tito Livio, Plinio y Tolomeo, á pesar de inauditos
esfuerzos, no han podido ser todavía satisfactoriamente conciliadas. La
reducción de Segóbriga, cabeza ó
principio de la Celtiberia, a la moderna Segorbe situada en la Edetania,
fué impugnada vigorosamente por Morales y Zurita, á pesar de la semejanza del
nombre y de los monumentos romanos que allí abundan; Florez, Masdeu y otros
autores modernos insisten no obstante en sostenerla. Mayor oscuridad todavia
existe con respecto á la situación de Ergávica, ciudad noble y poderosa según
Livio, que Morales coloca en Santaver ó en el cerro de Pena-escrita sobre la
línea del Guadiela, conformándose á uno ú otro parecer la mayor parte de escritores.
Sin embargo al mediodía de Uclés en el despoblado de Cabeza de Griego aparecen
vestigios de una grandiosa ciudad romana, y el hallazgo de dos sepulcros de
obispos no permite dudar que fuese cabeza de diócesis, en cuyo caso no puede
ser otra que Segóbriga ó Ergávica: una vez admitida la opinión que reduce á
Segorbe la primera, aquellas ruinas no pueden menos de pertenecer á la segunda.
(2) Entre los obispos Valerienses no son conocidos sino los que
asistieron á los concilios de Toledo, á saber: Juan en 589, Maguencio en 610,
Eusebio de 633 á 637, Tagoncío de 638 á 654, Estevan en 655, Gaudencio de 675 á
693. El P. Florez publica hasta veinte y cinco inscripciones sepulcrales
copiadas diligentemente por el P. Burriel, y en una de ellas se menciona la
república Valeriense: el nombre de la ciudad indica que debió su fundación ó su
ensanche á los romanos después de sometida la Península. De sus ruinas han
nacido dos poblaciones con el nombre de Valera, la de arriba al norte inmediata
á la antigua, la otra una legua mas abajo, ambas pertenecientes al señorío de
los Alarcones.
(3) Las reducciones de Caisada
á Hita, de Mediolum á Molina ó Moya,
de Istonium á Caña-vate, de Libana a Villar del Maestre, de Urcesa á Requena ó Utiel, de Centóbriga á Brihuega, son muy dudosas y
fundadas en débiles conjeturas; y aun estas faltan con respecto á Bursada,
Laxta y Alaba que según la graduación de Tolomeo pertenecían á la misma región.
En las historias árabes figura la fortaleza de Santiberia correspondiente á Santaver,
nombre de origen evidentemente cristiano y anterior á la invasión sarracena.
(4) La importancia de esta toma de Alarcon por Alfonso VIII la
encarece en estos términos el arzobispo D. Rodrigo: Coepit Alarconem in rupibus sempiternis, et firmavit seras defensio-nis;
aldeis muUis dotavit illud, ut abundaret in eo Íncola fidei; constituit fortes
in munimine, ut esset Arabibus via necis; deserta apte replevit gentibus, et in
via tutatus est habitatores; alcarías rupium domuit populis, et duritiam silicis
convertit in vias. (Lib. VII, c. 21.)
(5) La tradición realzó con fabulosos prodigios esta hasaña,
como el de ver en el epitafio quede dicho caballero se leía en el famoso
monasterio de Huerta, y que copiamos entero por sus curiosas indicaciones:
«Aquí yace el conde D. Pedro Manrique, que nos dio la torre de Zafra que es en
término de Alarcon, y nos dio la presa y molinos y batan y la casa con la
heredad y con su capilla de Santiago, que está ribera de Júcar cerca de
Albadalejo del Cuende que es cerca de Cuenca; y este valeroso conde mató al moro
Zafra, que era un moro muy descomunal que tenia de ojo á ojo un palmo y otras
figuras muy fuertes, que no habia home que con él pelease que no le matase ; y
el dicho señor conde encomendóse á la Virgen Sta. María de Huerta, y ofreció el
su cuerpo, y prometió la dicha torre si él matase á Zafra, y dicha capilla de
Santiago con toda su heredad y término; y ayudándole Dios nuestro señor y la
Virgen María, el buen conde mató á Zafra y dio la torre á este monesterio, la
cual dicen hoy la Torre del Monge, que es término de Alarcon cerca de Villar
del Sauce, y la presa con los molinos y la casa con su término y con su capilla
de Santiago: pasó desta vida el año de 1223.» La fecha está equivocada, ó bien
se confunde á este con otro personage, pues D. Pedro el segundo conde de Molina
murió en 1202, Zafra es corrupción de la voz árabe Saphar.
(6) Esta espedicion de poco grato recuerdo para su caudillo,
pues ni siquiera la apunta en su historia, refieren la del siguiente modo los
Anales Toledanos primeros: «E1 arzobispo D. Rodrigo de Toledo fizo cruzada e
ayuntó entre peones e caballeros mas de ducentas veces mil, e entró á tierra de
moros de part de Aragón dia de Sant Matheus evangelista, e prisó tres
castiellos, Sierra e Serresuela e Mira; después cercó á Requena dia de Sant
Miguel, e lidiáronla con almajaneques e con algarradas e con de libra, e
derrivarón torres e azitaras, e non la pudieron prender, e murieron mas de
dos mil cristianos, e tornáronse el dia de Sant Martin , era MCCLVII (1219 de
C.).» En las historias árabes se lee que entrando cargados de despojos los
cristianos en tierra de Valencia, después de haber talado los campos de Almanza
y Rekina, salieron contra ellos los fronteros y les dieron batalla en Cañabat,
y los rompieron y destrozaron quitándoles toda la presa y cautivos y haciendo
en ellos cruel matanza.»
(7) Aunque varios historiadores
afirman que Abuzeit prestó en Cuenca su homenaje á S. Fernando, parece que no
pasó de Moya según la cláusula de una escritura del mismo rey que se halla en
el bulario de la orden de Santiago: eo
videlicet anno (1225) quo Zeil Abuzeit rex Valentice, accedáis ad me apud Moyam devenit vasallus meus, et osculalus est
manus meas. Sobre los milagros de la famosa cruz de Caravaca que prepararon
la conversión del valí destronado, y sobre su bautismo en Cuenca por el
arcipreste Ginés Pérez Chirino, pueden ver singulares cosas en la historia de
aquella ciudad por Mártir Rizo los que no se contenten con las relaciones mas
fidedignas de Zurita y Mariana. Según Rizo, murió Abuzeit en 1270 en Zafra,
dejando su nombre á una torre llamada por corrupción del aceite, y fue sepultado en Santiago de Uclés.
(8) Entre los prisioneros cogidos
por Juan Berrio, capitán del Marques, hallábanse dos hermanos naturales de
Villanueva de la Jara, llamados Martin y Juan Sainz de Talaya; y como al
primero, que era casado, le hubiese tocado la suerte de ser degollado con otros
cinco por represalias, ofrecióse su hermano soltero á sufrir por él la muerte,
pues no dejaba en pos de si esposa é hijos. Hubo tiernas reconvenciones entre
los dos y porfías generosas; mas triunfó por fin el mancebo, y aceptó el
capitán el cruel sacrificio. Sucedió este hecho lastimoso, que largamente
refiere Hernando del Pulgar, en 1479 y en el castillo de Garci Muñoz, término
de S. Clemente.
(9) En la sacristía de esta parroquia vimos el retrato de un
buen prelado natural del mismo pueblo, cuyo recuerdo va gratamente unido al de
nuestra edad primera, D. Antonio Pérez de Hirias, obispo que fué de Mallorca de
1826 a 1842.
(10) Leense en el primer cuerpo de la torre los nombres de Gaspar
Muñoz, familiar del santo oficio, y de Miguel López, la fecha de 1562. Hasta
1811 se conservó en la iglesia la bandera otomana traida de Lepanto por el
sexto conde de Priego D. Fernando Carrillo de Mendoza, primer mensajero de
aquella insigne victoria. Poseía á Priego desde el reinado de Alfonso X una
rama de los Carrillos, que se unió en el siglo XV á otra de los Mendozas por
casamiento de Dª Teresa con Diego Hurtado, primer conde de aquel título.
(11) En el archivo municipal de
Cuenca consta la avenencia estipulada en 1351 por esta ciudad con la villa de
Alarcon sobre los términos de Campillo de Altobuey, que habían dado motivo entre
ambas á «querellas, robos, fuerzas, feridas y quebrantamientos de lugares.» En
1398 se hizo nueva division de términos con dicha villa y la de Moya.
Para continuar leyendo y/o imprimir
Para continuar leyendo y/o imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario