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Alfonso VIII, el rey que cambió la historia de Cuenca

Hoy viernes, 11 de noviembre de 2011, se cumple el 856 aniversario del nacimiento del soberano castellano
Por Agrimiro Saiz


Hay sucesos en la historia de las ciudades que son determinantes y Alfonso VIII fue el causante del drástico giro que cambió el futuro de nuestra ciudad.

En la medina al-Cunca vivían desde hacía aproximadamente 450 años los descendientes de Al-Shamh ben-Zennum, patriarca de la familia bereber Beni Di-l-Nun, fundadores de la cora de Santaver y de la pequeña población levantada en la cresta rocosa defendida por los ríos Júcar y Huécar (que viene a significar el otro Xúcar en árabe) de la que hay referencias desde el año 784. Como una medina más de al-Andalus nuestra al-Cunca dependía administrativamente del califato cordobés alcanzando rápidamente un desarrollo económico gracias al cultivo y comercio del trigo, cebada, olivo, vid, nogales, avellanos, azafrán, corderos y cría caballar. Destacable era también el trasiego de maderos de pinos por el río Júcar hasta Cullera, Denia y Valencia; renombrado su observatorio astronómico y sin par en las manufacturas de alfombras, tapices, hierro forjado y objetos de marfil. También se acuñaron dinares en la ceca conquense. Tal florecimiento de la ciudad propició su amurallamiento aprovechando las paredes rocosas, la construcción de la alcazaba, alcázar, baños y una bulliciosa medina en torno a la mezquita aljama.

Los conquenses no fueron ajenos a las revueltas políticas y militares de al-Andalus y así dependieron alternativamente de los señores de Córdoba, Valencia, Toledo, Sevilla, Murcia, almorávides y almohades.

También los andalusíes conquenses llegaron a tener como señor a un rey cristiano, el leonés Alfonso VI, durante el breve espacio de tiempo de 1091 a 1094, fruto de un acuerdo de paz llevado por la princesa Zaida en el que al-Mu’tamid le cedía esta plaza a cambio de ayuda militar para desembarazarse del asedio almorávide que estaba sufriendo en Sevilla, pero fue un pacto, no una conquista ni invasión que supusiera la repoblación de la ciudad o el cambio en sus modos de vida, simplemente los musulmanes conquenses se convirtieron en vasallos del rey Alfonso al que debían pagar las alcabalas.

Hay noticias confusas de dudoso valor histórico que narran conquistas relámpago de al-Cunca en 1106 por Fernán Ruiz de Minaya o en 1111 por Alvar Fáñez, sea como fuere la medina escoltada por los dos ríos siguió manteniendo su idiosincrasia andalusí.

Y así fue hasta que apareció en escena Alfonso el Noble, rey de Castilla.

Hijo del castellano Sancho III y de Blanca de Navarra nació un 11 de noviembre de 1155. Al año siguiente murió su madre y a los dos sucesivos su padre. Esta orfandad trajo la desgracia a Castilla pues los tutores del rey niño, los Castro, se enzarzaron en guerras civiles con los regentes, los Lara. Este desgobierno fue aprovechado por los vecinos navarros y leoneses para apoderarse de buena parte del territorio hasta que el monarca, con 15 años, alcanzó su mayoría de edad y tomó las riendas del reino. En sus 44 años de gobierno su máxima preocupación fue la recuperación de los territorios ocupados, su consolidación y su ensanche con nuevas conquistas. Sus dominios llegaban por el sur hasta La Frontera (de ahí su nombre) y Huete. Debido a las excelentes relaciones que mantenía con el rey de Murcia y Cuenca Muhammad ibn Mardanis, también llamado Ben Lope y Rey Lobo, los cristianos optenses llegaban a cultivar tierras hasta las mismas puertas de al-Cunca. Cuando este murió su hijo se alió con los almohades quedando Alfonso liberado de obligaciones y pactos con el nuevo monarca dejándole las manos libres para conquistar la ciudad de las hoces.

La primera intentona la realizó cuando tenía 16 años. Según relata el historiador Ibn Sahib al-Sala, en marzo de 1172 las tropas cristianas ponen cerco a la ciudad, pero los almohades vinieron en julio en su auxilio obligando a los sitiadores a levantar el cerco. En esta crónica se hace una descripción de nuestra ciudad medieval andalusí.

Decidido el castellano a apoderarse de esta plaza fronteriza y alentado por encontrarse el califa Abu Yakub ibn Abd al-Mumin en Africa, en el invierno de 1176 inició los preparativos militares contando para esta empresa con la ayuda de su amigo aragonés Alfonso II, el siempre dispuesto señor de Albarracín Pedro Ruiz de Azagra, los caballeros de las órdenes religiosas militares de Santiago, Calatrava y Temple, obispos y nobles de su reino. A principios del año de 1177 los conquenses estaban cercados.

Ante este invasor extranjero los moradores de la ciudad se atrincheraron y enviaron mensajeros pidiendo ayuda al califa Abu Yakub, pero este se encontraba enfermo en Marrakech ordenando a los correligionarios cordobeses y sevillanos que hicieran razzias por Toledo y Talavera con la intención de hacer levantar el cerco, cosa que no consiguieron.

Viéndose desamparados y ante su crítica situación, los conquenses idearon una última y heroica estratagema que les liberara del usurpador que, con un ejército más poderoso, pretendía arrebatarles su ciudad, sus tierras, sus casas y sus familias. A mediados de agosto organizaron un comando con el objeto de lanzar un ataque sorpresa contra el mismísimo rey. Asaltaron el campamento cristiano que se ubicaba en las inmediaciones de donde hoy se encuentra la Diputación Provincial, pero la escolta real pudo rechazar el repentino ataque muriendo en el enfrentamiento el conde Nuño Pérez de Lara, don Godiel y su hermano Alfonso además de los valientes adalides conquenses.

La suerte estaba echada. Hambrientos, sin víveres, presos de las enfermedades, desahuciados y sin poder recoger la cosecha no podían sobrevivir al próximo invierno. A mediados de septiembre Abu Beca capituló y entregó su medina.

La rendición de al-Cunca supuso el fin de una época en la historia de nuestra ciudad, a partir de ese momento Cuenca pasó al reino de Castilla, a la civilización occidental, disfrutó de concejo, de un Fuero modélico que reconocía a sus habitantes como dueños de sí mismos, la joven reina Leonor de Plantagenet impulsó la construcción de la catedral convirtiéndola en sede episcopal, levantó el Hospital de Santiago para redención de cautivos, aquí fijaron su residencia real convirtiendo a Cuenca en la capital del reino y plaza fuerte avanzada de la frontera con el reino de Aragón y las tierras almohades de Valencia y aquí tuvieron a su hijo primogénito Fernando que murió repentinamente a los 22 años.
Como fruto de aquella conquista hoy Cuenca es lo que es y nosotros somos lo que somos y por eso, y con toda razón, debemos festejar aquel acontecimiento histórico.

Desde hace dos años la Asociación de Recreación Histórica Medieval CONCA colabora en la fiesta de la Conquista de Cuenca, que coincide con San Mateo, personificando a los reyes Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet acompañando al pregonero de las fiestas y autoridades en el balcón del Ayuntamiento, y el resto del grupo, como auténticos caballeros de Sus Majestades, escolta los traslados del Pendón Real desde la Catedral a la Casa Consistorial y viceversa. Una participación que acertadamente resalta el carácter histórico del mayor y más importante acontecimiento que nosotros y nuestra ciudad hemos tenido a lo largo de toda nuestra historia.

Dia de Cuenca, 11/11/2011
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1 comentario:

C O N C A dijo...

El rey de Cuenca. Y su mujer Leonor.
A los dos les debemos lo que somos, tal como se dice en el artículo.
El 2014 será el 8º centenario de la muerte de ambos; en tan señalado aniversario ¿los conquenses los recordaremos como se merecen?

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